El Evangelio del pueblo y de los pobres
Al igual que León XIII en el siglo XIX, el Papa Roncalli impulsó el rezo
del Rosario en el siglo XX: La Biblia de los pobres, la Oración para
todo tipo de gentes, la Síntesis de la Redención en 15 cuadros, lo
llamaba...
Si por algo es reconocido octubre en la Iglesia -sin olvidarnos del
Domund, por supuesto- es por ser el mes del Rosario, cuya fiesta se celebra el
7 de octubre, y cuya institución se remonta al siglo XVI y al Papa Pío V. Un mes
que, en este 2014, coincide también con la primera celebración -el 11 de
octubre- de la santidad del Papa Juan XXIII, canonizado en Roma el pasado 27 de
abril. San Juan XXIII fue uno de los Pontífices que más ha promovido la
contemplación de los misterios de Jesús a través de la sencillez del Padrenuesto,
el Avemaría y el Gloria.
LA ORACIÓN DE LOS PAPAS
Juan XXIII publicó, en 1959, una Carta encíclica a las puertas de este
mes para promover el rezo del Rosario, una costumbre que había iniciado León
XIII en el crepúsculo del siglo XIX. Cuando apenas se había cumplido un año de
su elección como Sumo Pontífice, Roncalli hizo pública Grata recordatio,
que así iniciaba: «Desde los años de nuestra juventud, a menudo vuelve a
nuestro ánimo el grato recuerdo de aquellas Cartas encíclicas que nuestro
predecesor, de inmortal memoria, León XIII, siempre cerca del mes de octubre,
dirigió muchas veces al mundo católico para exhortar a los fieles,
especialmente durante aquel mes, a la piadosa práctica del santo Rosario:
encíclicas, varias por su contenido, ricas en sabiduría, encendidas siempre con
nueva inspiración y oportunísimas para la vida cristiana. (...) Este dulce
recuerdo de nuestra juventud no nos ha abandonado en el correr de los años, ni
se ha debilitado; por el contrario -y lo decimos con toda sencillez-, tuvo la
virtud de hacernos cada vez más querido a nuestro espíritu el santo Rosario,
que no dejamos nunca de recitar completo todos los días del año; y que
deseamos, sobre todo, rezar con particular piedad en el próximo mes de
octubre».
Una iniciativa que continuaron sus sucesores, en especial, Pablo VI y
Juan Pablo II. El Papa polaco citaba, en la Carta apostólica Rosarium
Virginis Mariae, al propio Juan XXIII y a Pablo VI entre los Papas que se
distinguieron por la promoción del Rosario. «Yo mismo, después, no he dejado
pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario. Esta oración ha
tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes»,
continuaba Wojtyla.
También Benedicto XVI y Francisco han recomendado con insistencia una
oración en la que -como decía hace un año el Papa Bergoglio- «somos conducidos
a contemplar los misterios de Jesús, es decir, a reflexionar sobre los momentos
centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el
centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones».
LA LUZ DE DIOS SOBRE EL MUNDO
Juan XXIII, el Papa bueno, sencillo, proclamó esta oración tan
arraigada como La Biblia de los pobres; la Oración para todo tipo de
gentes; la Síntesis de la Redención en 15 cuadros; el Evangelio
que revive; una Magnífica posibilidad de contemplación; Quince
ventanas a través de las cuales contemplo, a la luz de Dios, todo lo que sucede
en el mundo...
Roncalli recalca, en el rezo del Rosario, su conexión con la realidad de
la Iglesia y del mundo, con las preocupaciones de los hombres. Preocupaciones y
realidades que podrían ser las de hoy, aunque quizá más urgentes. Así, en Grata
rercordatio, pide, entre otras cosas, que el Rosario se ofrezca porque «los
hombres responsables del destino así de las grandes como de las pequeñas
naciones, cuyos derechos y cuyas inmensas riquezas espirituales deben ser
escrupulosamente conservados intactos, sepan valorar cuidadosamente su grave
tarea en la hora presente».
«Rogamos, pues, al Señor para que ellos se esfuercen por conocer a fondo
las causas que originan las pugnas y, con buena voluntad, las superen: sobre
todo, valoren el triste balance de ruinas y de daños de los conflictos armados
-¡que el Señor mantenga lejos!- y no pongan en ellos esperanza alguna; ajusten
la legislación civil y social a las necesidades reales de los hombres, sin
olvidarse en ello de las leyes eternas que provienen de Dios y son el
fundamento y el quicio de la misma vida civil; no olviden asimismo el destino
ultraterreno de cada una de las almas, creadas por Dios para alcanzarle y
gozarle un día», recuerda el Papa Juan.
Hoy, sigue siendo necesario que se eleve esta oración mariana hasta el
cielo por tantos desafíos -guerra, pobreza, enfermedad, soledad,
secularismo...- a los que se enfrenta el ser humano; y sigue vigente, aunque
alguien pueda considerarla antigua y aburrida, pues, como repite san Juan
XXIII, «es el Evangelio del pueblo y de los pobres».
Fran Otero Fandiño








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