La Eucaristía
(Acción de Gracias en griego) es la única Acción de Gracias verdaderamente
digna del don recibido.
Por: Bruno M. | Fuente: InfoCatolica.com
Por: Bruno M. | Fuente: InfoCatolica.com
Los norteamericanos
celebran el cuarto jueves de noviembre su Día de Acción de Gracias, una
de las principales fiestas del país, que junto con Todos los Santos y Navidad,
configura todo el calendario de la última parte del año. Es una festividad
entrañable, en la que las familias suelen reunirse, se preparan buenas
comilonas con platos que nadie prepara durante el resto del año, se tienen las
peleas y discusiones propias de estas reuniones, muchos regalan pavos de
peluche a los niños o ponen enormes pavos inflables en el jardín y todo el
mundo se felicita y se divierte.
Como sabrán los lectores, la festividad recuerda
a los puritanos del Mayflower,
que se habían establecido en Massachusetts huyendo de la persecución de otros
protestantes (anglicanos) en Inglaterra. Estos puritanos, que en Estados Unidos
se conocen como los pilgrim fathers,
los padres peregrinos, pasaron muchas penalidades. Cuando por fin recogieron su
primera cosecha en 1621, se reunieron, acompañados por los indios del lugar,
para comer los frutos y dar gracias a Dios por ellos.
Por supuesto, como ha sucedido con tantas otras
fiestas, Acción de Gracias está secularizándose
a pasos agigantados. La bonita costumbre de dar gracias a Dios en
familia antes de la comida por las gracias regaladas durante el año, se está
sustituyendo cada vez más por la extraña práctica de decir cosas por las que
uno está agradecido, así en general, omitiendo
a quién se le agradece todo eso, como si tuviera algún sentido dar
gracias sin dárselas a nadie. Cuando veo escenas como esa en la televisión,
siempre me da la impresión de estar contemplando a alguien que, en medio de una
calle desierta y gris, rodeada por rascacielos y azotada por el gélido viento
neoyorquino otoñal, dice hablando solo y mirando al vacío: “¡Muchas gracias, señor! Muy amable por su parte. Se lo
agradezco de verdad”.
Me gusta pensar que, a pesar de todo, Dios escucha sus acciones de gracias y las tiene
en cuenta. Ni una sola oración se pierde, incluso si es tan confusa, incompleta
y agnóstica como esa. Además, estoy convencido de que ese sentimiento de
agradecimiento es una praeparatio evangelica,
que va disponiendo las almas que han abandonado la fe para recibirla de nuevo,
a poco que escuchen la predicación de la Buena Notica.
Conviene señalar que esta secularización de la
fiesta es la consecuencia lógica de la
secularización que ya sufrió el Acción de Gracias original. Los
puritanos, como todos los protestantes, son los primeros secularizadores, que
abandonaron una gran parte de la fe y la mundanizaron, dejando por el camino
sacramentos, purgatorio, oraciones por los difuntos, libros de la Biblia,
Tradición, magisterio, a los santos y a nuestra Señora. En ningún sitio se ve
eso con más claridad que en la acción
de gracias de los pilgrim fathers que, entre cristianos no secularizados (es decir,
católicos) habría sido una Misa.
Los puritanos cambiaron la Acción de Gracias
sobrenatural y con mayúsculas por una acción de gracias meramente humana,
porque eso es lo que significa
Eucaristía en griego, Acción de Gracias. Los pobres peregrinos del Mayflower hicieron lo que pudieron, pero ya
habían perdido la capacidad de ofrecer a Dios la única Acción de Gracias
verdaderamente digna del don recibido, porque en ella se entrega a Dios ese
mismo don que nos dio: Jesucristo, su Hijo amado.
En ese sentido, el verdadero Día de Acción de Gracias debería ser el 8 de septiembre, la
fecha en la que se celebró la primera Misa en lo que hoy es Estados Unidos.
Medio siglo antes de la llegada del Mayflower a Massachusetts, los españoles
llegaron a la Florida, capitaneados por Pedro Menéndez de Avilés. Como
avistaron tierra el 28 de agosto, fiesta de San Agustín, dieron ese nombre a la
primera ciudad fundada en norteamérica: San Agustín
de la Florida. El día 8 de septiembre desembarcaron y, enseguida, construyeron
un altar, lo decoraron y celebraron la Santa Misa, acompañados por los indios
timuacanes del lugar.
Los españoles también tuvieron su comida
después, como los puritanos, y también comieron acompañados por los indios,
pero lo importante había sucedido antes. El Santo Sacrificio, la Pascua del
Señor, se había celebrado por primera vez en tierras norteamericanas y ya nada sería igual. Los españoles
eran pecadores como los demás (las luchas contra los franceses que intentaban
establecerse en América, en algunos casos ferocísimas, comenzaron casi
enseguida), pero de sus manos había llegado al nuevo continente la medicina de
inmortalidad, el centro y culmen de la vida cristiana, el banquete celestial y
prenda de la vida eterna.
A veces me gusta imaginar que el arzobispo de
Santo Domingo y Primado de América pide solemnemente al Papa que instaure una
nueva fiesta para todo el continente americano: el
verdadero Día de Acción de Gracias de toda América, en recuerdo de la primera
Eucaristía celebrada en tierras americanas. El 6 de enero de 1494, ciento veinticinco años antes del banquete de
los puritanos ingleses, se celebró la primera Misa en La Isabela, en lo que hoy
es la República Dominicana. Se encargó de celebrarla el P. Bernardo
Boil, nombrado legado por el Papa para la evangelización del nuevo continente,
acompañado por cuatro franciscanos, un mercedario y un jerónimo.
Sería fantástico contar con esa nueva fiesta que
resaltara lo más valioso que llevaron
los españoles a América: la Misa. Si se
celebrara en todo el continente, quizá los hispanoamericanos recordarían de
nuevo lo que verdaderamente los une, más allá de fronteras y por encima incluso
de la lengua y la cultura: la fe en Cristo, cuya crucifixión y resurrección se
hacen presentes todos los días sacramentalmente en América desde hace más de
520 años. Laus Deo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario