COMO ELLA MISMA FUE
UNA PERSONA DIFÍCIL, LA “PEQUEÑA FLOR” DOMINABA EL ARTE DE LA EMPATÍA.
Santa Teresa de Lisieux tiene
reputación de haber sido una mujer tranquila y modesta. Esta descripción se
ajusta perfectamente a ella: después de todo, no se apoda “pequeña flor” a alguien que difunde insultos por
Twitter o que reparte críticas con ligereza contra los demás.
No, santa Teresita desarrolló
la habilidad de tratar con gente desagradable con tanta dulzura que estas
personas pensaban, erróneamente, que ella les tenía un cariño especial. Todos
tenemos personas antipáticas en nuestras vidas con las que, sencillamente, no
nos llevamos bien, que quizás nos dan la impresión de que solo existen para
molestarnos o que nos hacen rechinar los dientes.
Siempre está esa persona que
nos hace resoplar cuando nos enteramos de que estará en la misma fiesta que nosotros
o con quien evitamos cualquier contacto visual cuando nos cruzamos con ella y
sacamos de repente nuestro teléfono para fingir que miramos unos mensajes
importantísimos.
No podemos escapar
completamente de esas personas porque, como muestra la experiencia de santa
Teresa, están por todas partes, incluso en conventos llenos de monjas. Santa
Teresa dominó rápidamente el arte de tratar con estas personas difíciles y
aprendió a mostrar empatía por ellas. Tal vez fue porque la propia Teresita fue
una persona difícil en su juventud.
Contrariamente a su
reputación, santa Teresa de Lisieux nació con una naturaleza violenta. Su madre
decía de ella: “coge unas rabietas terribles cuando
las cosas no salen a su gusto y se revuelca por el suelo como una desesperada
pensando que todo está perdido. Hay momentos en que es más fuerte que ella, y
se le corta la respiración”.
Ella misma asegura en su
autobiografía Historia de un alma que, de no haber tenido unos padres tan buenos
que la ayudaron a remediar este defecto de carácter, fácilmente podría “salido muy mala”.
Cuando hacía poco que era
religiosa, escribió: “Todo en este convento me ha
encantado”, pero rápidamente aprendió que, al igual que tenía tendencias
antipáticas y debía progresar, pasaba lo mismo con las otras mujeres con las
que vivía.
Sobre todo, tuvo problemas con
su nueva superiora, la priora, que era severa con ella. “No podía cruzarme con ella sin tener que besar el suelo”, cuenta
Teresa, que afirma que el simple acto de hacer la limpieza se convertía en una
ocasión para ser humillada: “Una vez, recuerdo que
había dejado en el claustro una telaraña y me dijo delante de toda la
comunidad: ‘¡Pensaba que nuestros claustros los había barrido una niña de
quince años!’”.
Esta humillación pública es
parte de una larga serie de acusaciones de pereza, y la priora a menudo
proclamaba: “¡Esta niña no hace absolutamente
nada!”. Sin embargo, Teresa tuvo que aprender a vivir con la priora
porque, para bien o para mal, pasaron la mayor parte de sus vidas la una junto
a la otra. Antes de que la situación mejorara, empeoró, y santa Teresa dice que
las cosas empeoraron tanto que le preocupaba tener un problema imposible de
resolver. Con el tiempo, se dio cuenta de que el problema no era su culpa y que
tendría que aprender a vivir con una persona antipática en su vida. Aquí están
sus consejos.
BUSCA TU AUTÉNTICA VALÍA
Las personas antipáticas son
incansablemente negativas. Encuentran algo que no les gusta, sea cierto o no, y
se concentran en ello. La priora, por ejemplo, había decretado que Teresa era
perezosa y se lo recordaba continuamente. Después de algún tiempo, es imposible
no preguntarse si todas estas críticas estarán justificadas, porque se repiten
todo el tiempo, y aunque sean totalmente falsas, eres víctima de este constante
torrente de negatividad. Teresa resolvió este problema dejando de dar
importancia a lo que su detractora pensara y buscando su verdadera valía
interior.
Decidió hacer su trabajo
silenciosamente y sin llamar la atención, para satisfacer su propia estima y
honrar a Dios. En realidad, a menudo daba el crédito de su trabajo a otros
porque sabía que les alegraría. Cuando dejó de preocuparse por si la priora
había apreciado su trabajo o si la había calificado de vaga, de repente se
liberó de la negatividad.
NO DESPERDICIES TU ENERGÍA EN VANO
Con esto, Teresa no quiere
decir que debamos ser indolentes, sino que cuando nos acusan o encasillan
erróneamente, no debemos dejarnos atrapar en la batalla. Cuando la priora
constantemente acusaba a Teresita de ser perezosa, ella podría haber contestado
y comenzado un altercado verbal, pero sabía que nada de lo que podría haber
dicho cambiaría la situación.
Por ejemplo, cuenta la
anécdota de que apareció un vaso roto en el convento y que se le acusó
erróneamente de no haber recogido los pedazos. Se dio cuenta de que no
importaba quién lo había dejado allí en realidad y que no valía la pena el
esfuerzo de probar su inocencia por un vaso roto, así que no dijo nada y lo
recogió. Con el tiempo, las acciones dicen más que las palabras, e incluso las
personas antipáticas quedan persuadidas por la consistencia de una persona que
despliega su energía para desafiar las expectativas.
PERFECCIONA TU CAPACIDAD PARA AMAR
Es fácil amar a tu familia y
amigos, pero es difícil amar pase lo que pase a una persona que no parece tener
ninguna capacidad de redención. Teresa habla de una monja por la que sentía una
aversión natural y de cómo se dio cuenta de que, porque el amor es un acto y no
un sentimiento, esta monja iba a enseñarle a amar mejor. Recuerda, Teresa misma
había cambiado gracias al amor y la paciencia de sus padres, así que ella
conocía el poder de amar a alguien que parecía detestable.
Según dijo: “Trataba de prestarle todos los servicios que podía; y
cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a
dirigirle la más encantadora de mis sonrisas”. Después de cierto tiempo,
confiesa que sus sentimientos comenzaron a cambiar de verdad. En definitiva,
una persona difícil únicamente puede hacernos daño si nosotros se lo
permitimos. Como ha demostrado Teresa, siempre hay una alternativa. Quizás sea
difícil e incluso puede parecer imposible, pero su propio ejemplo nos revela
que incluso la persona más antipática tiene el potencial de convertirse en santa.
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