Consejos prácticos,
concretos y simples.
Comparto aquí algunas
sugerencias que hizo una mamá de dos bebés que me pidió ayuda, pues pueden ser
útiles para alguien más. Los niños de la mamá en cuestión tienen poca
diferencia de edad y el más grande ha exigido mucha atención.
1 – “En
primer lugar, prioriza a los niños: la casa no es más importante en ese
instante, ésta puede limpiarse en otro momento, los niños necesitan de ti
ahora, en este instante.
2 – Cuando el más chico esté
dormido, dale atención al más grande: cárgalo, bésalo, habla con él, juega.
3 – Cuando sea oportuno, tal vez
después de comer, duérmanse los tres: tú y los bebés. Sin el descanso, tu leche
puede disminuir y puedes terminar debilitándote física y emocionalmente, y sólo
se empeorará todo.
4- No te preocupes por la opinión
de los demás. Quien se preocupa de la verdad intenta ayudar en lugar de estar
criticando.
5 – A veces el más grande
necesitará llorar un poco. No te sientas mal. Eres una sola persona y
simplemente no llegas a todo al mismo tiempo con dos bebés en los brazos. Pero
recuerda priorizar a los niños.
6 – Intenta dejar algunas comidas
listas al final de la semana para no necesitar cocinar todos los días.
Necesitas alimentarte bien para tener leche y cuidar de los dos.
7 – Recuerda:
por más difícil que sea, ese tiempo pasa deprisa y es muy importante
para tu santificación, por eso intenta no desesperarte, no murmurar, ni sentir
pena de ti misma. Dios sabe lo que eres capaz de
soportar y está controlando todo”.
Abordar la cuestión de llevar
a los niños a la Iglesia siempre es una tarea delicada. Hay quien se ofende porque
los niños hacen ruido. Hay quien se ofende con quien se ofende a causa de eso.
Pero por encima de las justificaciones, melindres y los no me toques, una cosa es cierta: Dios no nos
da hijos para que nos apartemos de Él, para acabar con nuestra vida espiritual.
Al contrario.
Ahora, más que nunca, estamos
llamadas a ser ejemplo y a vivir aquello que alabamos. Así pues, el hijo chico
no es ni puede ser un impedimento a la comunión. El hijo ruidoso y sin respeto
tampoco. Enséñale a estarse quieto, a ser reverente, a observar en silencio. “Ah, pero es muy fácil hablar”. Si la cuestión
fuera fácil, la mejor salida para todos los problemas seria morir de una vez,
porque la vida es trabajo, es dificultad, y el paraíso sólo lo conquista quien
persevera. Es decir, la tarea más difícil es la que jamás es enfrentada, pero
si te esfuerzas por tu hijo, con la gracia de Dios, lo conseguirás.
Al principio, es normal que el
niño haga berrinche, desobedezca, o simplemente no tenga la noción de cómo
comportarse, y es exactamente ahí que entran los límites y la imitación. Aquí
en casa, por ejemplo, la cosa funciona así: Nathaniel, que es el más agitado,
ha pasado buena parte de su vida en los brazos de su papá durante la misa,
ahora, que está más grandecito, sabe, por las muchas veces que nos ha visto,
cómo proceder, al punto de pedir ir a la iglesia. Repito: los hijos no sólo ni
pueden ser un obstáculo para la vivencia de la fe, ni en el esfera pública, ni
en la esfera privada.
Ellos son los primeros
perjudicados cuando la mamá se debilita espiritualmente, así como son los
primeros beneficiados cuando ella se fortalece. Dios nos llama a sí en todas
las situaciones de nuestra vida: en la tranquila vida de soltera, en la
insegura vida de recién casada, en la inexperta vida de madre primeriza, en la
atribulada vida de madre de muchos hijos. Él nos llama porque nos ama y porque
sabe que necesitamos, más que todas las cosas, de Él mismo.
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