Te ayudará a
encontrar el perdón interior que sane tus propias heridas.
Perdonarse a uno mismo a veces
resulta mucho más difícil que perdonar a alguien más. Cuando llevamos algún
sentimiento de culpa por algo que ha sucedido en el pasado, sentimos
profundamente, por lo general, una horrible sensación de infelicidad.
Es importante para todos, que
nos podamos perdonar para poder avanzar y liberarnos de esas angustias que
desestabilizan todos nuestros sentidos. Perdonarse a sí mismo, también ayuda a
mejorar la salud
Primero que nada, te invitamos
a leer uno de los Salmos, que a muchos nos trae la alegría. Se trata de un
Salmo que es una acción de gracias a Dios por el perdón que ha otorgado
“¡Feliz el que
ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien
el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los
ardores del verano. Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa,
pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!”
(Salmo
32(31),1-5)
Te presentamos a continuación,
una oración de sanación y liberación sobre el perdón, en la que puedes recurrir
a diario, si es necesario, en tus momentos de debilidad o de oscuridad, que
puede ayudarte a encontrar ese perdón interior que sane tus propias heridas.
ORACIÓN DEL PERDÓN
Mi amado Jesús,
he venido hasta Ti en este momento porque sé que sólo Tú me puedes ayudar,
quiero contarte ahora lo que hay en mi corazón.
Sé que Tú me
puedes llenar de bendición, por eso, te entrego todo lo que soy, toma mi vida,
toma el desierto de mi vida y hazlo florecer. Tú me has dicho que no me vas a
abandonar y yo confío en esa palabra, creo en ella, creo que es una promesa de
amor.
Quiero pedirte
perdón por mis pecados. Derrama tu sangre bendita sobre mí, perdóname, Señor
mío, por todo aquello que no he hecho bien, por todo el mal que he hecho
queriendo hacer el bien. No he actuado como corresponde.
Reconozco mis
faltas, muchas veces, a diario, me olvido de Ti, me he olvidado de tu amor, de
tu misericordia, por las veces que he transformado mi vida en algo sin norte,
sin rumbo.
Muchas veces he
creído en muchas cosas fuera de Ti y no en tu amor sincero, por eso, Padre mío,
a Ti que me amas incondicionalmente, te pido perdón por mis pecados, por conservar
también rencor en mi corazón, por no perdonarme a mí mismo el daño que he
causado, por las veces que he creído en maleficios, en embrujos, en esoterismos
y cosas sin sentido que me han alejado de tu bondad.
Rompe Señor, con
todas esas cadenas que me han atado a vivir una vida llena de dolor y
sufrimiento.
A veces pienso
que es tan grave mi falta que no soy digno de tu perdón, por ello, te ruego, te
imploro, te suplico, que siembres en mi alma, la humildad, el amor, la
confianza para poder perdonarme esas heridas que me dejaron los vacíos de no
tenerte y de apartarte de mí.
Te pido perdón,
Jesús mío, por todas las faltas cometidas contra mis hermanos, he caído en las
habladurías y he hablado mal de ellos, he actuado mal y no he sabido vivir el
servicio de la generosidad, solidaridad y amabilidad con ellos, he actuado
cegado por la rabia, por la ira, perdón Señor, perdón.
Perdóname por
los momentos en que he querido lanzar la toalla, que no he valorado que soy
hechura tuya. Perdóname cuando he gritado al mundo entero que no puedo más, que
ya no puedo seguir.
Perdóname por
los momentos en que no me he valorado, en que he pensado que de nada sirvo en
este mundo. Quiero sentir que limpias mi corazón, que me liberas.
Quiero saber que
Tú estás conmigo y que toda frustración y todo deseo de miseria que habita en
mí, quede destruido por el poder de tu Cruz.
Sólo Tú, Señor
de la historia, me das vida en abundancia, por eso me retiro confiado de
saberme perdonado, sano y liberado por tu amor.
Lléname de tu
fuerza de ahora en adelante, necesito siempre de tu amor, de tu perdón, de tu
alegría para vivir. Quiero sentir tu presencia, tu paz, tu gozo en cada
circunstancia de mi vida.
Lléname de tu
poder, lléname de fortaleza y por sobre todo, envíame tu Espíritu Santo, el
gran Consolador, para que guíe mis pasos y pueda caminar hacia Ti, sintiéndome
perdonado y amado por Ti.
Me perdono, me
perdono, me perdono por tu amor y por tu bondad, me perdono por tu Cruz y por
tu Palabra que todo lo sana y todo lo renueva.
Amén
Autor: Padre
Pedro Guerra, Sacerdote Eudista
Artículo
publicado por Pildorasdefe.net
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