Lo importante de
cada historia es lo que hace Dios.
Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net
Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net
Para muchos, la santidad es algo extraordinario, que muy pocos consiguen y que la
mayoría admira como un ideal irrealizable.
Pero si se entiende la santidad como don de Dios acogido, y si se descubre que Dios es bueno
y ya está vivo en cada bautizado, entonces la santidad resulta asequible para
muchos.
Porque la santidad consiste, simplemente, en
abrir el alma a la semilla que llegó con el don del bautismo, y en escuchar
continuamente la voz del Espíritu Santo.
Al ver las diferentes vidas de los santos,
descubrimos cómo lograron la santidad. Unos abren su alma desde niños, otros en
la edad adulta. Algunos, tras experiencias de pecado. Otros, después de
periodos de tibieza.
Lo
importante de cada historia es lo que hace Dios. Desde
luego, toca a cada uno abrirse. Pero si contemplamos lo mucho que nos ama, ¿no
resulta mucho más fácil?
Por eso, la
santidad empieza a ser fácil cuando recordamos que ya tenemos el bautismo, que
somos hijos del mismo Padre, que podemos acudir al sacramento del perdón y
recibir la Eucaristía, que tenemos miles de hermanos en la Iglesia.
Así vamos caminando, sostenidos por la fuerza
del Espíritu Santo y con la guía de nuestros obispos y sacerdotes buenos. Así
esperamos alcanzar el triunfo definitivo de la Pascua.
Cuando participemos aquí de la Muerte de Cristo,
que es entrega total de amor, también participaremos plenamente de su Victoria.
Entonces veremos que era sencillo y fácil ser santos: bastaba con dejarse amar
y con permitir que la Vida del Hijo corriese por nuestras venas...
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