VATICANO, 02 Ago. 17 / 05:20 am (ACI).- El Papa Francisco retomó las
Audiencias Generales de los miércoles tras un periodo de descanso y dedicó la catequesis al sacramento
del Bautismo.
En ella, el Santo Padre también explicó qué es ser cristiano: “Los cristianos no están eximidos de las tinieblas, externas
y también internas. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo
recibido en el Bautismo, son hombres y mujeres “orientados”: no creen en la
oscuridad, sino en el resplandecer del día; no sucumben en la noche, sino
esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino anhelan el resucitar;
no son doblegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas
posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana”.
A continuación, el texto completo de la catequesis
del Papa:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Existió un tiempo en el cual las iglesias estaban orientadas hacia el
este. Se entraba en el edificio sagrado por una puerta abierta hacia occidente
y, caminando en la nave, se dirigía hacia oriente. Era un símbolo importante
para el hombre antiguo, una alegoría que en el curso de la historia ha
progresivamente decaído. Nosotros hombres de la época moderna, mucho menos
acostumbrados a coger los grandes signos del cosmos, casi nunca nos damos
cuenta de un detalle particular de este tipo. El occidente es el punto cardinal
del ocaso, donde muere la luz. El oriente, en cambio, es el lugar donde las
tinieblas son vencidas por la primera luz de la aurora y nos recuerda al
Cristo, Sol surgido de lo alto al horizonte del mundo (Cfr. Lc 1,78).
Los antiguos ritos del Bautismo proveían que los catecúmenos emitieran
la primera parte de su profesión de fe teniendo la mirada dirigida hacia
occidente. Y en esa posición eran interrogados: “¿Renuncian
a Satanás, a su servicio y a sus obras?” – Y los futuros cristianos
repetían en coro: “¡Renuncio!”. Luego se
giraban hacia el ábside, en dirección de oriente, donde nace la luz, y los
candidatos al Bautismo eran nuevamente interrogados: “¿Creen
en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?”. Y esta vez respondían: “¡Creo!”.
En los tiempos modernos se ha parcialmente perdido el encanto de este
rito: hemos perdido la sensibilidad del lenguaje del cosmos. Nos ha quedado
naturalmente la profesión de fe, hecha según la interrogación bautismal, que es
propio de la celebración de algunos sacramentos. Esta
permanece de todos modos intacta en su significado. ¿Qué cosa quiere decir ser cristianos?
Quiere decir mirar a la luz, continuar a hacer la profesión de fe en la luz,
incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas.
Los cristianos no están eximidos de las tinieblas, externas y también
internas. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibido en
el Bautismo, son hombres y mujeres “orientados”: no
creen en la oscuridad, sino en el resplandecer del día; no sucumben en la
noche, sino esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino anhelan el
resucitar; no son doblegados por el mal, porque confían siempre en las
infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana. La luz
de Jesús, la salvación que nos trae Jesús con su luz y nos salva de las
tinieblas.
¡Nosotros somos aquellos que creen que Dios es Padre: esta es la luz! No
somos huérfanos, tenemos un Padre y nuestro Padre es Dios. ¡Creemos que Jesús
ha venido en medio de nosotros, ha caminado en nuestra misma vida, haciéndose compañero sobre todo de
los más pobres y frágiles: esta es la luz! ¡Creemos que el Espíritu Santo obra
sin descanso por el bien de la humanidad y del mundo, e incluso los dolores más
grandes de la historia serán superados: esta es la esperanza que nos vuelve a
despertar cada mañana! ¡Creemos que todo afecto, toda amistad, todo buen deseo,
todo amor, incluso aquellos más pequeños y descuidados, un día encontraran su
cumplimiento en Dios: esta es la fuerza que nos impulsa a abrazar con
entusiasmo nuestra vida todos los días! Y esta es nuestra esperanza: vivir en
la esperanza y vivir en la luz, en la luz de Dios Padre, en la luz de Jesús
Salvador, en la luz del Espíritu Santo que nos impulsa a ir adelante en la
vida.
Luego hay otro signo muy bello de la liturgia bautismal que nos recuerda
la importancia de la luz. Al final del rito, a los padres – si es un niño – o
al mismo bautizado – si es un adulto – se le entrega una vela, cuya llama es
encendida del cirio pascual. Se trata del gran cirio que en la noche de Pascua
entra en la iglesia
completamente oscura, para manifestar el misterio de la Resurrección de Jesús;
de este cirio todos encienden la propia vela y transmiten la llama a los
vecinos: en este signo esta la lenta propagación de la Resurrección de Jesús en
la vida de todos los cristianos. La vida de la Iglesia – diré una palabra un
poco fuerte – la vida de la Iglesia es contaminación de luz. Cuanta luz de
Jesús tenemos nosotros los cristianos, cuanta más luz existe en la vida de la
Iglesia más es viva la Iglesia. La vida de la Iglesia es contaminación de luz.
La exhortación más bella que podemos dirigirnos recíprocamente es
aquella de recordarnos siempre de nuestro Bautismo. Yo quisiera preguntarles:
¿Cuántos de ustedes se recuerdan la fecha de su Bautismo? No respondan porque
alguien se avergonzará. Piensen. Yo no lo recuerdo. Bien, hoy tienen una tarea
para la casa, ir donde la mamá, al papá, a la tía, al tío, a la abuela, al
abuelo y preguntarle: ¿Cuál es la fecha de mi bautismo? Y no olvidarlo nunca.
¿Está claro? ¿Lo harán? Hoy aprenderán a recordar la fecha del Bautismo, que es
la fecha del renacer, es la fecha de la luz, es la fecha en la cual – me
permito una palabra – en la cual hemos sido contaminados por la luz de Cristo.
Una tarea para la casa, recordar cual es la fecha del Bautismo. ¿Claro? Bien.
Nosotros hemos nacido dos veces: la primera a la vida natural, la segunda,
gracias al encuentro con Cristo, en la fuente bautismal. Ahí hemos muerto a la
muerte, para vivir como hijos de Dios en este mundo. Ahí nos hemos convertido
en humanos como jamás lo habríamos imaginado. Es por esto que todos debemos
difundir el perfume del Crisma, con el cual hemos sido marcados en el día de
nuestro Bautismo. En nosotros vive y opera el Espíritu de Jesús, primogénito de
muchos hermanos, de todos aquellos que se oponen a la inevitabilidad de las
tinieblas y de la muerte.
¡Qué gracia cuando un cristiano se hace verdaderamente un “cristóforo”, ¿qué quiere decir cristóforo? Quiere
decir, “portador de Jesús” al mundo! Sobre
todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación,
de oscuridad y de odio. Y esto se comprende de tantos pequeños detalles: de la
luz que un cristiano custodia en los ojos, de la serenidad que no es quebrada
ni siquiera en los días más complicados, del deseo de recomenzar a querer bien
y caminar incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones. En el
futuro, cuando se escribirá la historia de nuestros días, ¿Qué se dirá de
nosotros? ¿Qué hemos sido capaces de la esperanza, o quizás qué hemos puesto
nuestra luz debajo del celemín? Si seremos fieles a nuestro Bautismo,
difundiremos la luz de la esperanza, el Bautismo es el inicio de la esperanza,
esa esperanza de Dios y podremos transmitir a la generaciones futuras razones
de vida. Y para no olvidarme yo cual es la tarea para la casa, díganlo ustedes.
¡No escucho, recordar la fecha del propio Bautismo!
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