En el principio Dios existía en su Gloria rodeado
por los ángeles, espíritus puros creados como una emanación de su Presencia.
Existía uno que estaba adornado con atributos especiales y brillaba por encima
de los demás, su nombre era Lucifer, que quiere decir lleno de luz o portador
de luz (Ezequiel
31:3-11) (Ezequiel 28:13-19)
Dios le anunció a los ángeles que iba a crear en el orden del tiempo criaturas
quienes también participarían en su Reino, y que también él iba a participar de
la naturaleza humana en la carne para ser su Amo y para liberarles de la
maldad.
Lucifer en su orgullo desafió la Voluntad Divina y junto con una tercera
parte de todos los ángeles desaprobó la creación del hombre, rehusando darle
adoración a Dios en forma humana y a la Mujer que tendría el privilegio de ser
exaltada por encima de toda la raza humana volviéndose su Madre y la Reina de
toda la creación. (La Virgen María)
Una gran batalla espiritual comenzó entre aquellos ángeles fieles a
Dios, guiados por El Arcángel Miguel, quienes en humildad sintieron vergüenza
por el desafío de Lucifer y comenzaron a adorar a Dios diciendo “¿Quién puede ser como Dios?”
Lucifer fue arrojado del Cielo como relámpago (Ezequiel 28:17) (Lucas
10:18), y recibió
su castigo volviéndose el monarca de la oscuridad por haberse opuesto a Dios
quien es Luz. (Isaías 14:12-15)
Dios permitió que la creación humana existiera al lado de los ángeles de
la oscuridad para poder ponernos a la prueba y de cierta manera para llenar en
el Cielo los puestos vacantes de los ángeles reprobados por aquellos seres
humanos que consiguen la Salvación Eterna.
El nombre Satanás quiere decir obstáculo, también se conoce en Hebreo
como Abadón, en Griego como Apolión que quiere decir destructor. Otros nombres
que se le dan son príncipe de la oscuridad,
adversario, acusador, engañador, dragón, mentiroso, leviatán, asesino,
serpiente, atormentador y dios de este mundo.
En la batalla final de los ángeles como está revelado en el Apocalipsis,
San Miguel Arcángel derrotará a Satanás para siempre, quien será arrojado al
lago eterno de fuego con todos sus ángeles malignos y sus seguidores.
Como seres humanos nuestra pelea con estos espíritus es muy desigual
puesto que nosotros caemos fácilmente en el pecado y automáticamente ya le
damos territorio al enemigo. Para poder luchar contra él, tenemos que ser gente
de Dios, vencerle primero personalmente como lo hizo Jesús en el desierto y
después junto con el resto de la Iglesia luchar espiritualmente a través de
nuestra oración para poder ser liberados de este enemigo mortal.
San Pablo nos habla de la batalla espiritual en
Efesios 6:12-18:
12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,
15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz,
16 embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
17 Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios;
18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.
12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,
15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz,
16 embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
17 Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios;
18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.
San Pedro en su primera carta 5:8-9
8 Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.
9 Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos.
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