Cuando hablamos de oración, pensamos
en la recitación de fórmulas, palabras y asistencia a ceremonias. Pero la
verdadera espiritualidad nos pide que transformemos toda nuestra vida en una
oración. Nos pide que oremos la vida.
Esto nos exige, por un lado, buscar
momentos para interiorizar lo que vivimos. Momentos de reflexión y de
contemplación. Y por otro lado, mirar con otros ojos lo que nos ocurre y lo que
pasa a nuestro alrededor. Leer la vida a la luz de lo que hemos interiorizado
en nuestros momentos de contemplación.
Y sobre todo, esto nos pide actuar.
Si queremos cambiar este mundo, debemos empezar por cambiar nosotros y nuestro
alrededor más cercano. No oramos la vida si somos incapaces de adecuar nuestra
vida a lo que meditamos, si todo se nos queda en palabras y buenas intenciones.
Orar la vida es hacer cada uno de
nuestros instantes, una donación, una entrega. Porque vivir para Dios es vivir
para los demás. Si nuestra oración no se traduce luego en algo concreta, en una
acción, no hemos rezado. Simplemente hemos hablado con nosotros mismos.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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