Abundan los motivos para pensar que la sociedad está socavando los cimientos de la familia o al menos debilitándolos de modo alarmante.
ASOCIACIÓN DE EDUCADORES
FAMILIARES
Jesús
Prieto, Presidente,
Eusebio
González, Vicepresidente,
Abilio
Gregorio, Vicepresidente.
El
académico y catedrático José Luis Pinillos, ha hablado y escrito acerca de la
esperanza, pero también del riesgo que se cierne sobre la familia. "Se ha
repetido hasta la saciedad, y espero que pueda seguir repitiéndose por los
siglos de los siglos -aunque muchos lo dudan-, que hay que cuidar de la familia
porque es la unidad básica de la sociedad, la más importante y fundamental de
todas las instituciones sociales (…).
Sin
embargo -advierte el ilustre académico-, "abundan los motivos para pensar
que la sociedad industrial, o posindustrial, está socavando los cimientos de la
familia, o al menos debilitándolos de un modo alarmante. Es más: no faltan
personas y grupos influyentes que opinan que la familia ha pasado a ser ya una
polvorienta reliquia del pasado, una institución anacrónica, que en realidad
constituye una rémora, un estorbo, un peso muerto para la marcha ascendente del
progreso y que, en consecuencia, debe desaparecer, o poco menos (…) Y no sólo
eso, sino que lo que hay que hacer es acabar de una vez por todas con la
familia: Delenda est familia!. Está claro, nos dicen, que la realización
personal pasa por la superación de las constricciones familiares; por la
emancipación de los hijos, por que tanto éstos como la mujer se liberen finalmente
de la tiranía del cabeza de familia; por terminar con la esclavitud de los
hijos (…) Dicho de otra forma, la familia sería una más de las cosas que se
hunden en el naufragio de la sociedad insdustrial o de la modernidad para dar
paso a la posfamilia".
El
profesor Pinillos no está de acuerdo con los agoreros de turno: "yo no
opino así, dice. La familia es una de las formas permanentes de la vida humana,
cimiento de la sociedad, crisol donde se forjan las líneas maestras del
carácter, lugar de las relaciones sexuales plenas y de la realización
espiritual de la pareja. La familia es una forma consustancial de la vida
humana, cuyo fallecimiento se ha exgerarado en los últimos tiempos, igual que
la muerte de Mark Twain.
"A
pesar de los agoreros, la familia superará esta crisis, está superándola ya,
porque la historia nos enseña que siempre renace de sus cenizas, que es la
institución que ha sobrevivido al mayor número de calamidades posibles.
Cuando no
queden ni los ecos de las voces que anuncian su destrucción, la familia seguirá
intentando hacer personas libres de los niños que trajo al mundo" (1)
MOTIVOS DE ESPERANZA
Estamos
convencidos: a pesar del grito de guerra – delenda est familia!- que, como
advierte José Luis Pinillos, no pocos lanzan al viento, con hechos y palabras
disolventes, procurando arrasar hasta los más fundamentales valores éticos, la
familia seguirá siendo la célula primera y vital de la sociedad (2). Así lo
creemos, ante todo porque se trata de una institución que obedece a un designio
divino. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y "nuestro Dios -como
enseña Juan Pablo II-, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una
familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la
familia que es el amor" (3) .
SIGNOS DE PREOCUPANTE DEGRADACIÓN
No
obstante, no puede ocultarse que la batalla contra la familia está causando
estragos, en una pluralidad de frentes realmente impresionante. No faltan en el
seno mismo de bastantes familias "signos de preocupante degradación de
algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de
la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la
relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con
frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número
cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más
frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia
mentalidad anticoncepcional" (4).
JUSTA, GRAVE Y AUTORIZADA VOZ DE
ALARMA
Estas
palabras de Juan Pablo II, son una justa y grave voz de alarma ante una
enfermedad maligna que amenaza a toda una sociedad; más aún, a toda una
civilización, famélica de valores éticos, que se bambolea sobre cimientos
carcomidos por un subjetivismo relativista que prolifera en toda suerte de
-sutiles y agresivas- especies.
Muchos
padecen la enfermedad letal sin sentirla, sin advertir su gravedad, o
asumiéndola con actitud fatalista, como si no tuviese remedio o como si la
enfermedad fuese el estado normal de una persona sana; como si la carencia de
brújula y de sentido de la orientación, la niebla y la noche fuesen las
condiciones ideales, ¡liberadoras!, del caminante. Como si lo normal fuese
andar a tientas, dando tumbos, sin norte ni guía, hacia los abismos, la
angustia, la náusea, el vértigo de una existencia que viaja en el vacío, sin
nada firme donde aferrarse, sin una verdad que sea un punto cierto de
referencia; como si Dios no existiera, como si no existiese naturaleza humana:
il n"hi ha pas de nature humane!, han dicho no sólo existencialistas
ateos, sino moralistas cristianos, desde ediciones de nombre católico.
El
relativismo subjetivista se ha infiltrado hasta en inteligencias encumbradas por
títulos académicos e incluso en cátedras de Universidades o Escuelas de título
católico. La Santa Sede ha tenido que emanar dolorosos documentos y medidas
para impedir que se propague la epidemia del error desde sus mismas
instituciones.
El hombre
suplanta a Dios, se erige absurdamente en señor del bien y del mal, de la vida
y de la muerte, como si en ello conquistara su libertad y plenitud existencial.
Pero al desconectar su inteligencia de la verdad divina, su libertad pierde el
norte, se sustrae al dominio de la razón, y los sentidos y las más bajas
pasiones se rebelan frente al señorío del intelecto. El hombre sin Dios se
convierte en el animalis homo, de que habla San Pablo. Sin Dios, sin piedad,
sin corazón, sin familia, solo. Se cumple de nuevo lo acontecido en la sociedad
pagana del tiempo de Pablo: "habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron
como a Dios ni le dieron gracias, sino que se ofuscaron en sus vanos
razonamientos y se oscureció su corazón insensato. Presumiendo de sabios, se hicieron
necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen semejante a
la de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual, Dios
los entregó a pasiones deshonrosas; pues sus mujeres invirtieron el uso natural
por el que es contra la naturaleza. Igualmente, también los hombres,
abandonando el uso natural de la mujer, se inflamaron en deseos de unos por los
otros, hombres con hombres, praticando la infamia y recibiendo en sí mismos el
pago merecido por su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero
conocimiento de Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir para hacer lo que no
se debe: repletos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes
de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad; chismosos,
calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, soberbios, vanidosos,
inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, sin
compasión y sin piedad" (5).
ABRIR LOS OJOS
Este
impresionante relato de hace veinte siglos es actual. Lo sobrenatural es
suplantado por lo meramente humano; lo humano por lo animal; lo espiritual por
lo material. Lo económico se pone en lo más alto de la escala de valores. El
placer sensible se erige en criterio de felicidad: "nada hay mejor que la
sensualidad", se ha llegado a leer en anuncios cinematográficos. Su dios
es el vientre, el sexo y el dinero.
Todo esto
incide en los más jóvenes: el abuso del sexo desde la pubertad, el uso
frecuente de drogas blandas; el miedo a todo lo que conlleva sacrificio, por
bello y grande o necesario que sea, están ahí. No sólo hay cizaña, sino
abundancia de cizaña. No sólo en una familia, sino prácticamente en todas las
familias. Esta es la realidad que los padres ven con justa preocupación; y si algunos
no lo ven, están ciegos, han de abrir los ojos, despertar, porque está en juego
la felicidad temporal y la eterna de sus hijos, y la de tantos otros. No cabe
huir de responsabilidad tan seria.
Algunos
aspectos del síndrome de vacuidad personal:
1. Tener
de todo. Muchos niños, desde pequeños ya tienen de todo, incluso repetido. Toda
suerte de juguetes, televisión, videos, tocadiscos, ordenador personal, trajes,
zapatos, chandals, etcétera. De este modo pierden hasta la ilusión por las
cosas materiales. Los juguetes más sofisticados ya no les dicen nada (o los
absorben hasta el embotamiento mental).
2.
Hipnosis televisiva. El uso indiscriminado de la televisión impide ver la
realidad tal como es. Excita los sentidos y la parte menos creadora de la imaginación.
Deforma fácilmente la conciencia de los niños. Impide la auténtica vida de
familia. Por eso, la destruye.
3. La
desvergüenza, es decir, la falta del sentido del pudor, que es la salvaguarda
de la pureza. Minifaldas extremosas, vestidos ceñidos hasta la asfixia,
top-less y hasta nudismo en las playas: son, obviamente, ocasión próxima y
voluntaria de pecar, caída del espíritu a la altura de la planta de los pies.
Lenguaje pobre y soez.
4. Nevera
superllena. La nevera "cargada", al alcance de los hijos en cualquier
momento, fomenta la gula, el egoísmo, la destemplanza, la pérdida del sentido
del orden y la disciplina.
PATERNIDAD RESPONSABLE
"En
la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la
idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de
realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino
como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en
orden al propio bienestar egoísta" (6).
A los
padres de familia, especialmente, se dirigen hoy, quizá con mayor urgencia que
nunca, las palabras del Espíritu Santo: Custos, quid de nocte! (7): ¡Centinela,
alerta!¿te das cuenta de la situación?¿tienes los ojos abiertos? ¿te preparas
para el combate como un verdadero soldado de Cristo?
FORMAR PARA SER LIBRES
No se
puede abandonar a los hijos, no se les puede dejar a la intemperie. "Si
alguno no se cuida de los suyos, principalmente de los de su casa, ha renegado
de la fe y es peor que un infiel" (8). Tampoco se les puede meter en un
"invernadero", ni negarles la libertad que Dios les ha dado, ni es
buen sistema la discusión acalorada. Es preciso formarles para que puedan
ejercer cuanto antes -gradualmente, sin prisas, pero sin demoras- del modo más
pleno posible la libertad.
Y para
fomarles, formarse. Para exigir amablemente, exigirse reciamente. Si se puede
adquirir una preparación profunda, incluso científica para realizar la más
importante de las tareas humanas en las que cabe pensar -formar hombres y
mujeres sanos y cristianos-, no es posible conformarse con menos.
MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA
FAMILIAR
Los
tiempos reclaman mejorar la calidad de vida familiar, para que los hijos
encuentren en el seno del hogar el alimento nutricio que necesitan para
crecerse ante las amenazas contra su salud espiritual. Por eso ha surgido la
necesidad de una nueva ciencia: la que se refiere a la Educación Familiar.
Por eso
también, en esta sección de ESCRITOS ARVO -y de otras publicaciones-, nos
proponemos sumar nuestro esfuerzo al de todas las personas e instituciones de
buena voluntad, para aportar o difundir ideas que favorezcan el mejoramiento de
la calidad de vida familiar y el arte -siempre arriesgado, pero también gozoso
y apasionante-, de la educación de los hijos.
En el
número correspondiente a los meses de agosto y septiembre próximos,
publicaremos una interesante conversación con la doctora Ana María Navarro,
investigadora de larga experiencia en estos asuntos, que tratará de la
educación que los mismos cónyuges deben prestarse entre sí. Nos parece un buen
punto de partida. Para mejorar la educación activa, nada mejor que mejorar las
disposiciones para una fecunda y continua educación pasiva. Ninguno estamos en
este mundo suficientemente formados. Siempre podemos mejorar nuestra conducta,
nuestro trabajo y nuestras relaciones familiares. Mejorar la familia es,
indiscutiblemente, mejorar la sociedad. Tanto más cuanto que no estamos solos.
Somos muchos los que nos damos cuenta de la gravedad de la situación y que
-lejos de lamentarnos estérilmente- estamos dispuestos a trabajar en la vida
personal, en la familiar y en la social para restaurar los valores
quebrantados, recuperar los perdidos y pontenciar los muchos que,
afortunadamente, tenemos en buen estado.
ASOCIACIÓN DE EDUCADORES
FAMILIARES
Jesús
Prieto , Presidente,
Eusebio
González, Vicepresidente,
Abilio
Gregorio, Vicepresidente.
(1) JOSE
LUIS PINILLOS, El eterno retorno de la familia, en "YA", 15 de enero
de 1989; Cfr. (2) ID., El mito del fin de la familia, en "NUESTRO
TIEMPO", octubre de 1986, págs. 74-79;
(3) JUAN
PABLO II, Homilía, 28-I-1979;
(4) JUAN
PABLO II, Familiaris Consortio, n. 6;
(5) Rom
1, 21-32;
(6)
Familiaris Consortio, n. 6;
(7)
Isaías 21, 11;
(8) 1 Tim
5, 8;
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