domingo, 9 de noviembre de 2014

DEFENDER A LA FAMILIA


Abundan los motivos para pensar que la sociedad está socavando los cimientos de la familia o al menos debilitándolos de modo alarmante.


ASOCIACIÓN DE EDUCADORES FAMILIARES

Jesús Prieto, Presidente,

Eusebio González, Vicepresidente,

Abilio Gregorio, Vicepresidente.

El académico y catedrático José Luis Pinillos, ha hablado y escrito acerca de la esperanza, pero también del riesgo que se cierne sobre la familia. "Se ha repetido hasta la saciedad, y espero que pueda seguir repitiéndose por los siglos de los siglos -aunque muchos lo dudan-, que hay que cuidar de la familia porque es la unidad básica de la sociedad, la más importante y fundamental de todas las instituciones sociales (…).

Sin embargo -advierte el ilustre académico-, "abundan los motivos para pensar que la sociedad industrial, o posindustrial, está socavando los cimientos de la familia, o al menos debilitándolos de un modo alarmante. Es más: no faltan personas y grupos influyentes que opinan que la familia ha pasado a ser ya una polvorienta reliquia del pasado, una institución anacrónica, que en realidad constituye una rémora, un estorbo, un peso muerto para la marcha ascendente del progreso y que, en consecuencia, debe desaparecer, o poco menos (…) Y no sólo eso, sino que lo que hay que hacer es acabar de una vez por todas con la familia: Delenda est familia!. Está claro, nos dicen, que la realización personal pasa por la superación de las constricciones familiares; por la emancipación de los hijos, por que tanto éstos como la mujer se liberen finalmente de la tiranía del cabeza de familia; por terminar con la esclavitud de los hijos (…) Dicho de otra forma, la familia sería una más de las cosas que se hunden en el naufragio de la sociedad insdustrial o de la modernidad para dar paso a la posfamilia".

El profesor Pinillos no está de acuerdo con los agoreros de turno: "yo no opino así, dice. La familia es una de las formas permanentes de la vida humana, cimiento de la sociedad, crisol donde se forjan las líneas maestras del carácter, lugar de las relaciones sexuales plenas y de la realización espiritual de la pareja. La familia es una forma consustancial de la vida humana, cuyo fallecimiento se ha exgerarado en los últimos tiempos, igual que la muerte de Mark Twain.

"A pesar de los agoreros, la familia superará esta crisis, está superándola ya, porque la historia nos enseña que siempre renace de sus cenizas, que es la institución que ha sobrevivido al mayor número de calamidades posibles.

Cuando no queden ni los ecos de las voces que anuncian su destrucción, la familia seguirá intentando hacer personas libres de los niños que trajo al mundo" (1)

MOTIVOS DE ESPERANZA

Estamos convencidos: a pesar del grito de guerra – delenda est familia!- que, como advierte José Luis Pinillos, no pocos lanzan al viento, con hechos y palabras disolventes, procurando arrasar hasta los más fundamentales valores éticos, la familia seguirá siendo la célula primera y vital de la sociedad (2). Así lo creemos, ante todo porque se trata de una institución que obedece a un designio divino. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y "nuestro Dios -como enseña Juan Pablo II-, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor" (3) .

SIGNOS DE PREOCUPANTE DEGRADACIÓN

No obstante, no puede ocultarse que la batalla contra la familia está causando estragos, en una pluralidad de frentes realmente impresionante. No faltan en el seno mismo de bastantes familias "signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional" (4).

JUSTA, GRAVE Y AUTORIZADA VOZ DE ALARMA

Estas palabras de Juan Pablo II, son una justa y grave voz de alarma ante una enfermedad maligna que amenaza a toda una sociedad; más aún, a toda una civilización, famélica de valores éticos, que se bambolea sobre cimientos carcomidos por un subjetivismo relativista que prolifera en toda suerte de -sutiles y agresivas- especies.

Muchos padecen la enfermedad letal sin sentirla, sin advertir su gravedad, o asumiéndola con actitud fatalista, como si no tuviese remedio o como si la enfermedad fuese el estado normal de una persona sana; como si la carencia de brújula y de sentido de la orientación, la niebla y la noche fuesen las condiciones ideales, ¡liberadoras!, del caminante. Como si lo normal fuese andar a tientas, dando tumbos, sin norte ni guía, hacia los abismos, la angustia, la náusea, el vértigo de una existencia que viaja en el vacío, sin nada firme donde aferrarse, sin una verdad que sea un punto cierto de referencia; como si Dios no existiera, como si no existiese naturaleza humana: il n"hi ha pas de nature humane!, han dicho no sólo existencialistas ateos, sino moralistas cristianos, desde ediciones de nombre católico.

El relativismo subjetivista se ha infiltrado hasta en inteligencias encumbradas por títulos académicos e incluso en cátedras de Universidades o Escuelas de título católico. La Santa Sede ha tenido que emanar dolorosos documentos y medidas para impedir que se propague la epidemia del error desde sus mismas instituciones.

El hombre suplanta a Dios, se erige absurdamente en señor del bien y del mal, de la vida y de la muerte, como si en ello conquistara su libertad y plenitud existencial. Pero al desconectar su inteligencia de la verdad divina, su libertad pierde el norte, se sustrae al dominio de la razón, y los sentidos y las más bajas pasiones se rebelan frente al señorío del intelecto. El hombre sin Dios se convierte en el animalis homo, de que habla San Pablo. Sin Dios, sin piedad, sin corazón, sin familia, solo. Se cumple de nuevo lo acontecido en la sociedad pagana del tiempo de Pablo: "habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se ofuscaron en sus vanos razonamientos y se oscureció su corazón insensato. Presumiendo de sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen semejante a la de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual, Dios los entregó a pasiones deshonrosas; pues sus mujeres invirtieron el uso natural por el que es contra la naturaleza. Igualmente, también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se inflamaron en deseos de unos por los otros, hombres con hombres, praticando la infamia y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir para hacer lo que no se debe: repletos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, soberbios, vanidosos, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, sin compasión y sin piedad" (5).

ABRIR LOS OJOS

Este impresionante relato de hace veinte siglos es actual. Lo sobrenatural es suplantado por lo meramente humano; lo humano por lo animal; lo espiritual por lo material. Lo económico se pone en lo más alto de la escala de valores. El placer sensible se erige en criterio de felicidad: "nada hay mejor que la sensualidad", se ha llegado a leer en anuncios cinematográficos. Su dios es el vientre, el sexo y el dinero.

Todo esto incide en los más jóvenes: el abuso del sexo desde la pubertad, el uso frecuente de drogas blandas; el miedo a todo lo que conlleva sacrificio, por bello y grande o necesario que sea, están ahí. No sólo hay cizaña, sino abundancia de cizaña. No sólo en una familia, sino prácticamente en todas las familias. Esta es la realidad que los padres ven con justa preocupación; y si algunos no lo ven, están ciegos, han de abrir los ojos, despertar, porque está en juego la felicidad temporal y la eterna de sus hijos, y la de tantos otros. No cabe huir de responsabilidad tan seria.

Algunos aspectos del síndrome de vacuidad personal:

1. Tener de todo. Muchos niños, desde pequeños ya tienen de todo, incluso repetido. Toda suerte de juguetes, televisión, videos, tocadiscos, ordenador personal, trajes, zapatos, chandals, etcétera. De este modo pierden hasta la ilusión por las cosas materiales. Los juguetes más sofisticados ya no les dicen nada (o los absorben hasta el embotamiento mental).

2. Hipnosis televisiva. El uso indiscriminado de la televisión impide ver la realidad tal como es. Excita los sentidos y la parte menos creadora de la imaginación. Deforma fácilmente la conciencia de los niños. Impide la auténtica vida de familia. Por eso, la destruye.

3. La desvergüenza, es decir, la falta del sentido del pudor, que es la salvaguarda de la pureza. Minifaldas extremosas, vestidos ceñidos hasta la asfixia, top-less y hasta nudismo en las playas: son, obviamente, ocasión próxima y voluntaria de pecar, caída del espíritu a la altura de la planta de los pies. Lenguaje pobre y soez.

4. Nevera superllena. La nevera "cargada", al alcance de los hijos en cualquier momento, fomenta la gula, el egoísmo, la destemplanza, la pérdida del sentido del orden y la disciplina.

PATERNIDAD RESPONSABLE

"En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta" (6).

A los padres de familia, especialmente, se dirigen hoy, quizá con mayor urgencia que nunca, las palabras del Espíritu Santo: Custos, quid de nocte! (7): ¡Centinela, alerta!¿te das cuenta de la situación?¿tienes los ojos abiertos? ¿te preparas para el combate como un verdadero soldado de Cristo?

FORMAR PARA SER LIBRES

No se puede abandonar a los hijos, no se les puede dejar a la intemperie. "Si alguno no se cuida de los suyos, principalmente de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que un infiel" (8). Tampoco se les puede meter en un "invernadero", ni negarles la libertad que Dios les ha dado, ni es buen sistema la discusión acalorada. Es preciso formarles para que puedan ejercer cuanto antes -gradualmente, sin prisas, pero sin demoras- del modo más pleno posible la libertad.

Y para fomarles, formarse. Para exigir amablemente, exigirse reciamente. Si se puede adquirir una preparación profunda, incluso científica para realizar la más importante de las tareas humanas en las que cabe pensar -formar hombres y mujeres sanos y cristianos-, no es posible conformarse con menos.

MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA FAMILIAR

Los tiempos reclaman mejorar la calidad de vida familiar, para que los hijos encuentren en el seno del hogar el alimento nutricio que necesitan para crecerse ante las amenazas contra su salud espiritual. Por eso ha surgido la necesidad de una nueva ciencia: la que se refiere a la Educación Familiar.

Por eso también, en esta sección de ESCRITOS ARVO -y de otras publicaciones-, nos proponemos sumar nuestro esfuerzo al de todas las personas e instituciones de buena voluntad, para aportar o difundir ideas que favorezcan el mejoramiento de la calidad de vida familiar y el arte -siempre arriesgado, pero también gozoso y apasionante-, de la educación de los hijos.

En el número correspondiente a los meses de agosto y septiembre próximos, publicaremos una interesante conversación con la doctora Ana María Navarro, investigadora de larga experiencia en estos asuntos, que tratará de la educación que los mismos cónyuges deben prestarse entre sí. Nos parece un buen punto de partida. Para mejorar la educación activa, nada mejor que mejorar las disposiciones para una fecunda y continua educación pasiva. Ninguno estamos en este mundo suficientemente formados. Siempre podemos mejorar nuestra conducta, nuestro trabajo y nuestras relaciones familiares. Mejorar la familia es, indiscutiblemente, mejorar la sociedad. Tanto más cuanto que no estamos solos. Somos muchos los que nos damos cuenta de la gravedad de la situación y que -lejos de lamentarnos estérilmente- estamos dispuestos a trabajar en la vida personal, en la familiar y en la social para restaurar los valores quebrantados, recuperar los perdidos y pontenciar los muchos que, afortunadamente, tenemos en buen estado.

ASOCIACIÓN DE EDUCADORES FAMILIARES

Jesús Prieto , Presidente,

Eusebio González, Vicepresidente,

Abilio Gregorio, Vicepresidente.

(1) JOSE LUIS PINILLOS, El eterno retorno de la familia, en "YA", 15 de enero de 1989; Cfr. (2) ID., El mito del fin de la familia, en "NUESTRO TIEMPO", octubre de 1986, págs. 74-79;

(3) JUAN PABLO II, Homilía, 28-I-1979;

(4) JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 6;

(5) Rom 1, 21-32;

(6) Familiaris Consortio, n. 6;

(7) Isaías 21, 11;

(8) 1 Tim 5, 8;

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