domingo, 11 de mayo de 2014

¡QUIERO SER PROFETA DE DIOS!


'El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" Lc 4 18-19).

Con estas palabras, proclamadas en la sinagoga de Nazaret inmediatamente después de su bautismo en el Jordán, Jesús inauguró el primer jubileo cristiano de la historia: un año de gracia del Señor.

El jubileo se enraíza en el Espíritu Santo.

Hasta el año 1300, el año que Bonifacio VIII instituyó el jubileo en su manera actual, se consideró Pentecostés como el jubileo anual de la Iglesia, porque sucedió en el día cincuenta, lo mismo que lo hacía el jubileo cada cincuenta años (Origen).

Un himno medieval para Pentecostés dice: "¡Descubre el misterio! / Y verás / que esta fiesta santa / alcanza el jubileo" (Adán de San Víctor).

Todos los beneficios que asociamos, con la idea de jubileo. Remisión del pecado, Rescate de la esclavitud, Vista para los ciegos, Sanación de los corazones rotos, Reconciliación con Dios -

Todo,
después de la Pascua, se contiene en una sola frase: ¡el Espíritu Santo!

El verdadero jubileo es, ante todo, un don gratuito de Dios, un "año de gracia del Señor".
Recuerdo un incidente que sucedió al final de la última guerra, el día en que los alemanes empezaron a retirarse de mi ciudad. Se extendió el rumor de que los almacenes militares estaban abiertos y cualquiera podía ir y coger lo que necesitara.

¡Imaginad la reacción de la gente que había sufrido una hambruna terrible y que había carecido de las cosas más básicas! Todavía puedo recordar las colas de gente que llegaban desde el campo, alentándose unos a otros para seguir, y luego la vuelta a casa, algunos llevando comida, otros mantas u otros suministros.

¡Este Gran jubileo debería ver lo mismo! ¡Los almacenes de la misericordia y la gracia de Dios están abiertos!

A todos la Iglesia repite la invitación que leemos en Isaías: "¡Oh, todos los sedientos, id por agua y los que no tenéis plata venid, comprad y comed, sin plata y sin pagar vino y leche1" (Is 55, 1)

Todos hemos experimentado lo que Isaías describe en estas palabras. Sabemos lo que significa "no tener plata", ser pobres, miserables, completamente indignos, y a pesar de todo ello, recibir el agua viva, el vino nuevo, la leche y la miel del Espíritu Santo.

Hoy Los Invito en este momento para el discernimiento. En este momento, nuestra mayor aspiración es ser reconocidos y aceptados por la Iglesia de Dios en la tierra.

en Rimini: Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus, bebamos con alegría de la sobria abundancia del Espíritu.

 ¿A qué aspiramos? ¿Qué estamos buscando?

Ha llegado el momento de preguntamos: ¿Cuál es el servicio que yo le presto y que estamos llamados por Dios a dar a la Iglesia, y cual es la la razón por la que el Señor hizo surgir la nuestra Fe a Iglesia Católica?

Aquí debo abrir mi corazón a todos como hermanos.

Todos nosotros amamos a la Iglesia y deseamos servirla: sobre este punto no hay discusión.

La pregunta es: ¿Qué servicio estamos llamados a dar a la Iglesia? Es el "servicio de las mesas", como se dice en los Hechos de los Apóstoles, o es la "oración y el ministerio de la Palabra" (Hch 6, 2-4)?

Muchos laicos han abrazado felices, el Espíritu Santo, para que al fin podamos contribuir todos Juntos, a construir la Iglesia haciendo algo más que simplemente, ayudar al párroco a hacer fiestas y las rifas parroquiales y cosas así.

El servicio que damos a la Iglesia es un servicio profético. Sin él, ya no tendríamos razón de existir. Hay innumerables cosas que otra gente hace, y lo hace bien. El nuestro es un servicio humilde, pero indispensable.

Sin profecía, la Iglesia languidece, su mensaje no puede penetrar el corazón.

¿Qué quiero decir con profecía? Quiero decir lo que Pablo quería decir cuando escribió: "Por el contrario, si todos profetizan y entra un infiel o un no iniciado, será convencido por todos, juzgado por todos. Los secretos de su corazón quedarán al descubierto y, postrado rostro en tierra, adorará a Dios confesando que Dios está verdaderamente entre vosotros' ( 1 Co 14, 24-25).
 
¿Es esto lo que queremos ser?

La pregunta es: ¿lo utilizaremos para volvernos cada vez más una levadura profética, una presencia carismática, en la Iglesia?

"¡Devolverle el poder a Dios!"

Es una definición que necesitamos recordar hoy, más que nunca.

Hoy les comparto lo siguiente : Alguien me dijo "Bendígame, Padre del cielo: ¡quiero ser profeta de Dios!"

Me dio un escalofrío, podía ver que iba en serio y que Dios realmente le estaba llamando.

Le bendije y se marchó en silencio.

Llevad Siempre, esta misma decisión en vuestro corazón: ¡Quiero ser profeta de Dios!


Que Así sea y nos suceda a todos.

 
Al copiar este artículo favor conservar o citar este link. Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS

www.iterindeo.blogspot.com
 

Publicado por Wilson f.

No hay comentarios: