'El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha
ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" Lc 4 18-19).
Con estas palabras, proclamadas en la sinagoga de
Nazaret inmediatamente después de su bautismo en el Jordán, Jesús inauguró el
primer jubileo cristiano de la historia: un año de gracia del Señor.
El jubileo se enraíza en el Espíritu Santo.
Hasta el año 1300, el año que Bonifacio VIII instituyó el jubileo en su manera actual, se consideró Pentecostés como el jubileo anual de la Iglesia, porque sucedió en el día cincuenta, lo mismo que lo hacía el jubileo cada cincuenta años (Origen).
Un himno medieval para Pentecostés dice: "¡Descubre el misterio! / Y verás / que esta fiesta santa / alcanza el jubileo" (Adán de San Víctor).
Hasta el año 1300, el año que Bonifacio VIII instituyó el jubileo en su manera actual, se consideró Pentecostés como el jubileo anual de la Iglesia, porque sucedió en el día cincuenta, lo mismo que lo hacía el jubileo cada cincuenta años (Origen).
Un himno medieval para Pentecostés dice: "¡Descubre el misterio! / Y verás / que esta fiesta santa / alcanza el jubileo" (Adán de San Víctor).
Todos los
beneficios que asociamos, con la idea
de jubileo. Remisión del pecado, Rescate
de la esclavitud, Vista para los ciegos, Sanación de los corazones rotos,
Reconciliación con Dios -
Todo, después de la Pascua, se contiene en una sola frase: ¡el Espíritu Santo!
Todo, después de la Pascua, se contiene en una sola frase: ¡el Espíritu Santo!
El
verdadero jubileo es, ante todo, un don gratuito de Dios, un "año de gracia del
Señor".
Recuerdo un incidente que sucedió al final de la última guerra, el día en que los alemanes empezaron a retirarse de mi ciudad. Se extendió el rumor de que los almacenes militares estaban abiertos y cualquiera podía ir y coger lo que necesitara.
Recuerdo un incidente que sucedió al final de la última guerra, el día en que los alemanes empezaron a retirarse de mi ciudad. Se extendió el rumor de que los almacenes militares estaban abiertos y cualquiera podía ir y coger lo que necesitara.
¡Imaginad la reacción de la gente que había sufrido
una hambruna terrible y que había carecido de las cosas
más básicas! Todavía puedo recordar las colas de gente que llegaban desde el
campo, alentándose unos a otros para seguir, y luego la vuelta a casa, algunos
llevando comida, otros mantas u otros suministros.
¡Este Gran jubileo debería ver lo mismo! ¡Los
almacenes de la misericordia y la gracia de Dios están abiertos!
A todos la Iglesia repite la invitación que leemos en Isaías: "¡Oh, todos los sedientos, id por agua y los que no tenéis plata venid, comprad y comed, sin plata y sin pagar vino y leche1" (Is 55, 1)
A todos la Iglesia repite la invitación que leemos en Isaías: "¡Oh, todos los sedientos, id por agua y los que no tenéis plata venid, comprad y comed, sin plata y sin pagar vino y leche1" (Is 55, 1)
Todos
hemos experimentado lo que Isaías describe en estas palabras. Sabemos lo que
significa "no tener plata",
ser pobres, miserables, completamente indignos, y a pesar de todo ello, recibir el agua viva, el vino nuevo, la leche
y la miel del Espíritu Santo.
Hoy Los Invito en este momento para el
discernimiento. En este momento, nuestra mayor
aspiración es ser reconocidos y aceptados por la Iglesia de Dios en la tierra.
en Rimini: Laeti bibamus sobriam profusionem
Spiritus, bebamos con alegría de la sobria abundancia del Espíritu.
Ha llegado el momento de preguntamos: ¿Cuál es el servicio que yo le presto y que estamos
llamados por Dios a dar a la Iglesia, y cual es la la razón por la que el Señor
hizo surgir la nuestra Fe a Iglesia Católica?
Aquí debo abrir mi corazón a todos como hermanos.
Aquí debo abrir mi corazón a todos como hermanos.
Todos
nosotros amamos a la Iglesia y deseamos servirla: sobre este punto no hay
discusión.
La pregunta es: ¿Qué servicio estamos llamados a dar a la Iglesia? Es el "servicio de las mesas", como se dice en los Hechos de los Apóstoles, o es la "oración y el ministerio de la Palabra" (Hch 6, 2-4)?
La pregunta es: ¿Qué servicio estamos llamados a dar a la Iglesia? Es el "servicio de las mesas", como se dice en los Hechos de los Apóstoles, o es la "oración y el ministerio de la Palabra" (Hch 6, 2-4)?
Muchos
laicos han abrazado felices, el
Espíritu Santo, para que al fin podamos contribuir todos Juntos, a
construir la Iglesia haciendo algo más que simplemente, ayudar al párroco a
hacer fiestas y las rifas parroquiales y cosas así.
El servicio que damos a la Iglesia es un servicio
profético. Sin él, ya no tendríamos razón de
existir. Hay innumerables cosas que otra gente hace, y lo hace bien. El nuestro
es un servicio humilde, pero indispensable.
Sin profecía, la Iglesia languidece, su mensaje no
puede penetrar el corazón.
¿Qué quiero decir con profecía? Quiero decir lo que
Pablo quería decir cuando escribió: "Por el contrario, si todos
profetizan y entra un infiel o un no iniciado, será convencido por todos,
juzgado por todos. Los secretos de su corazón quedarán al descubierto y,
postrado rostro en tierra, adorará a Dios confesando que Dios está
verdaderamente entre vosotros' ( 1 Co 14, 24-25).
¿Es esto lo que queremos ser?
La pregunta es: ¿lo utilizaremos para volvernos cada vez más una levadura profética, una presencia carismática, en la Iglesia?
"¡Devolverle el poder a Dios!"
Es una definición que necesitamos recordar hoy, más que nunca.
Hoy les comparto lo siguiente : Alguien me dijo "Bendígame, Padre del cielo: ¡quiero ser profeta de Dios!"
Me dio un escalofrío, podía ver que iba en serio y que Dios realmente le estaba llamando.
Le bendije y se marchó en silencio.
Llevad Siempre, esta misma decisión en vuestro corazón: ¡Quiero ser profeta de Dios!
Que Así sea y nos suceda a todos.
Al copiar este artículo favor conservar o citar este link. Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
www.iterindeo.blogspot.com
Publicado por Wilson f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario