domingo, 25 de mayo de 2014

MÁS CURIOSIDADES DE LA LENGUA ESPAÑOLA...



Dada la buena acogida que brindaron Uds. hace unos días al artículo que colgamos (que puede Ud. consultar pinchando aquí) sobre algunas pequeñas cuestiones que todos nos hemos preguntado alguna vez sobre el idioma que hablamos, esa lengua universal que es el español, les traigo hoy aquí una nueva entrega, referida esta vez a un tema que a lo mejor ha podido llamar la atención de algunos de Vds., porque se trata de una de esas señas de identidad de nuestra lengua: la llamada “doble negación”.

Nos dice al respecto la Real Academia:

“En español existe un esquema particular de negación, que permite combinar el adverbio “no” con la presencia de otros elementos que tienen también sentido negativo. Los adverbios “nunca”, “jamás”, “tampoco”, los indefinidos “nadie”, “nada”, “ninguno”, la locución “en la/mi/tu/su vida” y los grupos que contienen la palabra “ni” aparecen siempre en oraciones de sentido negativo. Si estos elementos van antepuestos al verbo, este no va acompañado del adverbio de negación “no”: “Nunca voy al teatro”; “el tampoco está de acuerdo”; “jamás lo haré”; “nadie lo sabe”; “nada de lo que dice tiene sentido”; “ninguno de ellos es actor”; “en su vida lo conseguirá”; “ni su padre lo perdonaría”. Pero si van pospuestos al verbo, este debe ir necesariamente precedido del adverbio no: “no voy nunca al teatro”; “él no está de acuerdo tampoco”; “no lo haré jamás”; “no lo sabe nadie”; “no tiene sentido nada de lo que dice”; “no es actor ninguno de ellos”; “no lo conseguirá en su vida”; “no lo perdonaría ni su padre”. La concurrencia de esas dos “negaciones” no anula el sentido negativo del enunciado, sino que lo refuerza”.

Por cierto, que todas las comillas del texto las he puesto yo. Prueben a leerlo sin comillas y verán que “ninguno de Vds. lo va a tener fácil”, o, en otras palabras, “no lo va a tener fácil ninguno de Vds.”. A lo mejor resulta que hasta hay que darles un coscorrón a nuestros sapientes académicos, aunque no seré yo el que lo haga vaya a ser que alguna de las reglas sobre las que sesudamente elucubran se refiera precisamente a las comillas en un texto como el que nos ocupa.

Si sí como si no, no me resisto a terminar sin contarles una anécdota que viene bien a cuento cuando de esta doble negación hablamos. Una anécdota con la que, además, se demostrará que esta complejidad del español no redunda siempre en un refuerzo del significado, como sostiene el texto de la Academia, sino que a veces lo atenúa y hasta casi lo anula.

Hace casi un siglo ya, mi abuelo fue comisionado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para cumplimentar en la estación del tren ni más ni menos que al Dictador Primo de Rivera, el cual, sin embargo, había dado instrucciones claras de que no acudiera nadie a recogerle (exactamente igual que ahora ¿verdad? ¿Se ha topado alguien alguna vez con la escolta del Rey o del Presidente del Gobierno?).

Cuando Primo de Rivera vio que mi abuelo, entonces un joven muchacho, se le acercaba, imagino que todo lo afable y servicial que la ocasión requería, le espetó en tono agresivo:

- ¿Pero no dije bien claro que no viniera nadie?

A lo que mi ingenioso abuelo respondió:

- Yo no soy nadie, Señor.

Una respuesta sutil y al tiempo irreprochable, que precisamente perdió parte de su fuerza, su intencionalidad y su doble sentido a causa de la doble negación que acabamos de comentar. Sólo a modo de ejemplo, en inglés, donde dicha doble negación no existe, habría sonado, literalmente traducido a nuestra lengua, más o menos así:

- ¿Pero no dije claramente que viniera nadie?

A lo que mi abuelo habría respondido:

- [Precisamente] yo soy “nadie”.

¿A que tiene mucha más fuerza?

Luis Antequera

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