miércoles, 14 de mayo de 2014

ENVEJECIMIENTO CORPORAL HUMANO


En principio…, el envejecimiento corporal como su nombre nos indica, es al cuerpo a quien le afecta, pues él es materia mortal, mientras que el alma, como elemento espiritual, no le puede afectar porque ella es inmortal. Porque como sabemos todo lo materia fenece pero lo espiritual es inmortal. Nosotros somos seres con un alma, directamente creada por Dios e indirectamente, también nuestro cuerpo material, esta creado por Dios pero con la facultad de intervención que Dios le dio a nuestros padres. El alma y el cuerpo son dos distintas partes de nuestro ser personal, que están unidas pero no mezcladas, mientas estemos en este mundo, para cumplir la prueba de amor a Dios, que es la razón básica de nuestra estancia aquí abajo. Pero no es este mundo, en el que ahora vivimos nuestra patria definitiva.

Decíamos antes que las dos pares de nuestro ser personal, el alma que pertenece al orden del espíritu y el cuerpo que pertenece al orden de la material, están unidos pero no mezclados. Es imposible la mezcla pues cada uno de ellos pertenece a un orden distinto, es como si en un recipiente ponemos agua y aceite, por mucho que los agitemos nunca se unirán, el agua quedará en el fondo y el aceite en la superficie. La distinción fundamental que media entre los dos, es que lo material siempre fenece y lo espiritual es inmortal. Llegará un periodo de tiempo, que no es el mismo en cuento a su duración para cada persona, en que nuestro cuerpo se derrumbará totalmente y nuestra alma le abandonará. Mientras vivimos podemos observar este derrumbamiento del cuerpo humano. Los jóvenes no tienen las enfermedades y achaques que tienen los viejos. Con el paso del tiempo van aumentando los achaques y goteras que antes se tenía.

Pero al tiempo que el cuerpo va derrumbándose las almas se van fortaleciendo porque ellas siempre son jóvenes y nunca envejecen. El tiempo no hace mella en su funcionamiento del alma en sentido negativo como en el cuerpo, ella no se derrumba al contrario se fortalece en la misma medida en que se va derrumbándose el cuerpo, porque se va librando delos deseos y apetitos de este. El espíritu es siempre inmortal la mortalidad es cosa de la materia.

El dominio del cuerpo sobre nuestra alma, es de tal naturaleza, que nuestra alma, que siempre tiende hacia su Creador, tiene que luchar continuamente frente a las demandas y apetitos corporales, lo que da origen a la llamada lucha ascética de nuestra alma. Esta lucha dura toda la vida y acaba con la muerte del cuerpo, que poco a poco se va debilitando en misma medida en que se va fortaleciendo nuestra alma. Eh aquí, la razón por la que las personas mayores en genera suelen ser más piadosas.

La Constitución Gaudiun et spes, del Concilio del Vaticano II, nos dice que: “La semilla de eternidad que el hombre lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, se subleva contra la muerte”. Pero esta preocupación y miedo que el cuerpo tiene por su envejecimiento y sobre todo por su destino final, al cual más que miedo, muchos los que le tienen es terror. Pero este miedo o terror, no es igual en todas las personas, porque hay una relación directa, entre el envejecimiento y muerte del cuerpo y el grado o nivel de vida espiritual, que tenga la, persona de que se trate.

Cuando se es niño o adolescente, el grado de apego a esta vida es muy escaso, pues se piensa: ¡Es tanta la vida que tengo por delante! Es más, el niño siempre desea que pasen pronto los años, para llegar a ser mayor. Pero cuando se es mayor y avanzan los años, se empiezan a echar cuentas, y el ser humano empieza a apegarse a esta vida. Más tarde, cuando pasan más años, pueden ocurrir dos cosas, o bien que uno se muera completamente apegado a esta vida sin haberse preocupado de su nivel de vida espiritual, o que por el contrario, a la vista de lo que le espera, antes o después la persona de que se trate, si se haya ocupado de acercarse a Dios.

Poco dura, o muy poco dura lo que es o lo que sea la vida del hombre sobre la tierra; dura el tiempo que Dios ha considerado necesario para que se logre superar la prueba de amor a Él, a la que todos estamos aquí convocados, pero a la que muchos aún no se han enterado y lo que es aún más peor, es que se mueren sin enterarse. Desde el punto de vista humano el tiempo tiene un extraordinario valor. Este valor es mucho más importante para nuestra materia, es decir, para nuestro cuerpo que para nuestra alma, es decir para nuestro espíritu. En este mundo estamos sujetados por el dogal del tiempo, porque toda prueba necesita un periodo de desarrollo.

Ya hemos dicho que, en la medida que avanzan los años, el cuerpo se va derrumbando y cede en su presión sobre el alma que comienza a sentirse más libre. Y cuando el cuerpo humano envejece, le es más fácil madurar al alma. Conforme pasan los años y el cuerpo va perdiendo su fortaleza física inicial, y el alma se va rejuveneciendo y va aumentando el grado de vida espiritual de la persona.

Este grado de vida espiritual de una persona, varia siempre en función de varios parámetros, el principal de ellos, por supuesto es el grado de amor a Dios. Pero también es de tener presente, que el grado de apego a esta vida y a las cosas de este mundo, tiende a crecer en las personas de edad avanzada. Por ello es conveniente pedirle continuamente al Señor el desapego, contra todo aquello a lo que nos incita el maligno y la materia de este mundo. San Pablo manifestaba en su segunda epístola a los corintios, que: "16 Por eso no desfallezcamos. Aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. 17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, 18 en cuanto no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, más las invisibles son eternas”. (2Co 4,16-18).

Cuanto mayor es el nivel de vida espiritual del alma de una persona, en esta la fuerza de su cuerpo decrece y en esa medida de decrecimiento se va fortaleciendo más su alma, si se vencen los apegos mundanos y cualquiera de ellos, sean de la clase que sean, grandes o pequeños, porque ellos nos impiden dar el vuelo final hacia el Señor. San Juan de la Cruz nos dice: “Da lo mismo que un pájaro esté atado a un hilo delgado que a uno grueso si no lo rompe para volar. Cierto que el delgado es más fácil de romper; pero por fácil que sea, si no lo rompe no volará. Así es el alma que está apegada a alguna cosa, que por mucha virtud que tenga no llegará a la libertad de la divina unión”.

El hombre creyente y el no creyente, tienen ambos la necesidad de ser despojado de todo sistema de seguridad, que le ate a este mundo, si es que quieren salir de él en dirección a Dios. Cuando un hombre si no está plenamente entregado a la voluntad divina, se ha fabricado un sistema de seguridad, que le aparta de Dios, en cuanto es en Dios, donde él ha de encontrar su seguridad. Por ello para llegar a Dios, e hombre ha de ser despojado de cualquier sistema de seguridad que no sea Dios. Cuando el hombre es despojado de su sistema de seguridad material humana, este puede rebelarse contra Dios y se apartarse de Él, o por el contrario, adquiere una fe más dinámica y un mayor abandono en Dios.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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