El joven seguidor llegó a casa malhumorado. El
Anacoreta, que se dio cuenta, le preguntó qué le ocurría. El joven respondió:
- Alguien me ha dicho que la autoestima no es un
valor cristiano. Que lo propio del cristiano es la humildad.
Rió el Anacoreta. Hizo sentar al joven seguidor y
le explicó:
- Hace ya unos años alguien me dijo lo mismo.
Estaba en contacto esos días con una muchacha drogadicta, con tres intentos de
suicidio a sus espaldas, porque se consideraba una miseria y que no merecía
vivir. Pensar en ella hizo que reaccionara demasiado violentamente a esta
afirmación. Con más malhumor del que tú tienes ahora.
Guardó silencio pensando lo que iba a decir. Luego
continuó:
- Quienes piensan así olvidan que Jesús tenía en
cuenta por encima de todo a las PERSONAS. Valoraba a cada uno como alguien
único. Y los cristianos debemos hacer lo mismo. Tenemos un concepto falso de
humildad. La humildad no es rebajarse, considerarse nada. La verdadera humildad
es aceptarnos tal cual somos. La autoestima es la clave para comprendernos y
para comprender a los demás.
Miró a los ojos del joven y concluyó:
- Sin autoestima fracasamos, porque olvidamos que
somos únicos a los ojos de Dios, que somos sus hijos, y que tenemos una misión
irrenunciable en este mundo: amar.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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