jueves, 10 de abril de 2014

¿POR QUÉ LOS ADULTOS SE ACERCAN MÁS A LA IGLESIA? SEIS RAZONES


De todos los post publicados en este blog, hay uno que se lleva el premio de visitas, superando las 15.000: ¿Por qué los jóvenes dejan la Iglesia? Seis razones. El tema de las razones que llevan a muchos jóvenes a alejarse de la Iglesia es importante y relevante, pero hay otro que es complementario ¿Por qué los adultos se acercan a la Iglesia?

Lo primero que puedo decir es que la clasificación de las personas por su edad me parece inadecuada, ya que la edad no es más que un accidente dentro de lo que somos y la dignidad que Dios nos ha dado. Pero es cierto que en el flujo en entradas y salidas de la Iglesia, los jóvenes tienden a salir y los mayores a entrar. Pero hay que matizar.

No es totalmente cierto que los jóvenes dejen la Iglesia ya que la mayoría nunca han estado totalmente integrados. Los padres podemos bautizarlos, apoyarlos, formarlos e intentar que encuentren su sitio dentro de la comunidad, pero el sí es cosa de nuestros hijos y el Señor. De siempre, muchos jóvenes que deciden ver qué hay más allá de las puertas de la parroquia y sienten ganas de romper los lazos que les atan con algo que no han elegido por sí mismos. La simple curiosidad de vivir con una aparente libertad, atrae con fuerza. Recordemos que el Hijo Prodigo volvió transformado por su experiencia de la libertad.

Aunque nos alejemos, siempre existe un momento en que nos planteamos volver. Unas veces es el momento en que nos convertimos de repente en padres. Ese cambio de estatus produce consecuencias maravillosas, ya que empezamos a ver la vida desde un nuevo punto de vista. Ningún joven será capaz de ver la vida de forma similar a la que tendrá cuando sea padre. Hoy en día ocurren dos situaciones que distorsionan este momento de forma considerable. La primera es el hecho de casarnos más allá de los 30 años y empezar a tener hijos sobre los 35 años. El segundo es el artificial alargamiento de la adolescencia debido a los modelos sociales que aceptamos como ideales.

Otro momento de retorno se da cuando perdemos a nuestros padres. En ese momento sentimos que cambia toda nuestra perspectiva vital y buscamos reencontrarnos con esa solidez que admirábamos en ellos. Pero existen casos en que la vuelta se da por fracasos materiales o laborales, por problemas emocionales, por el tremendo vacío que sentimos en nosotros mismos.

Me voy a aventurar a sugerir seis razones por las que los adultos vuelve a la Iglesia, aunque tengo claro que hay tantas razones como personas:
Porque nos damos cuenta que nuestras fuerzas no lo pueden conseguir todo.

Porque nos damos cuenta que necesitamos de una comunidad donde vivir la trascendencia. Los amigos, asociaciones y grupos varios son entornos estupendos para divertirse, emprender proyectos o simplemente pasar el rato. Pero, en el fondo la necesidad de unirnos de forma profunda a una comunidad late con más fuerza según nos hacemos mayores.

Porque hemos perdido el miedo al “qué dirán”. Una vez nos damos cuenta que las apariencias son engaños más o menos bonitos, buscamos algo sólido en donde las apariencias dejen de tener relevancia. En una comunidad cristiana de verdad, todo lo aparente queda en la puerta y podemos sentimos nosotros mismos. Somos aceptamos tal como somos y apreciados como hijos de Dios.
Porque entendemos que Dios nos ama y espera a que volvamos. Se vive en carne real la parábola del hijo pródigo, porque todos somos hijos pródigos en mayor o menor medida.
 
Porque podemos haber crecido en muchos aspectos de la vida: familia, trabajo, estudios, amigos, etc., pero sentimos que hemos aparcado el crecimiento espiritual y nos acucia la necesidad de atender a esa demanda interior.
Porque la vida siempre tiene una proporción de sufrimiento y nadie mejor que la Iglesia puede ayudarnos a vivir, entender y aceptar nuestros límites humanos.

Lo cierto es que también existen prejuicios que nos impiden que demos el primer paso para volver. Algunos de ellos son:
Ver a quienes estamos dentro como hipócritas que queremos aparentar una santidad que no tenemos.

Porque confundimos la acciones de quienes han pertenecido a la Iglesia con la propia Iglesia. Miramos sesgadamente a la Iglesia desde todos aquellos que la ha utilizado para sus fines egoístas y criminales.

Porque sentimos que seremos despreciados y minusvalorados si se sabe que somos miembros activos y comprometidos de la Iglesia.

Porque sentimos vergüenza y culpa y no queremos que nadie lo conozca.

La gran pregunta que nos podemos hacer es ¿Por qué nos cuesta tanto volver? Y la respuesta es doble: soberbia y vergüenza. Soberbia porque no queremos aceptar que nos equivocamos. Vergüenza, de evidenciar que somos igual de falibles y limitados que las demás personas. Cuando nos damos cuenta que ambas posturas son simples excusas que no hacen más que dañarnos, es cuando el primer paso está cerca. Sólo hay que darlo.

Néstor Mora Núñez

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