Reliquias, letanías y un guiño a
los cristianos de Ucrania.
La ceremonia de canonización de
Juan XXIII y Juan Pablo II, que muchos recordarán como "el día de los
cuatro Papas", empezó a generar imágenes memorables con la llegada de Benedicto XVI, el Papa emérito, que se
sentó, vestido como un obispo más, entre la multitud de obispos bajo unos
techos de lona que les protegían de la llovizna que empapaba a la
multitud de peregrinos entusiastas.
Varias personalidades civiles y eclesiásticas se dirigieron al obispo emérito de Roma para saludarle personalmente.
Con la presencia de 150 cardenales y 1.000 obispos, poco antes de las 10 de la mañana empezó a resonar la letanía de los santos, y por las puertas de la Basílica salió la procesión a la Plaza de San Pedro: detrás de la cruz, los Patriarcas de las iglesias orientales encabezaban la marcha, y entre ellos, el primero, el arzobispo mayor de los ucranianos grecocatólicos, Sviateslav Shevchuk) todo un símbolo de apoyo a la población de Ucrania y la iglesia grecocatólica, la más numerosa de las iglesias católicas orientales, ya que Shevchuk ni por edad (es, con mucho, el más joven), ni por honores (no es Patriarca ni cardenal) parece que debiera protocolariamente encabezar la marcha.
Varias personalidades civiles y eclesiásticas se dirigieron al obispo emérito de Roma para saludarle personalmente.
Con la presencia de 150 cardenales y 1.000 obispos, poco antes de las 10 de la mañana empezó a resonar la letanía de los santos, y por las puertas de la Basílica salió la procesión a la Plaza de San Pedro: detrás de la cruz, los Patriarcas de las iglesias orientales encabezaban la marcha, y entre ellos, el primero, el arzobispo mayor de los ucranianos grecocatólicos, Sviateslav Shevchuk) todo un símbolo de apoyo a la población de Ucrania y la iglesia grecocatólica, la más numerosa de las iglesias católicas orientales, ya que Shevchuk ni por edad (es, con mucho, el más joven), ni por honores (no es Patriarca ni cardenal) parece que debiera protocolariamente encabezar la marcha.
A las 10 en punto el Papa
Francisco cruzó las puertas en la procesión. La letanía de los santos acabó
mencionando a una española, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia cuyo
aniversario de beatificación se celebraba esta semana.
Después de inciensar el altar, el
Papa Francisco bajó un momento a saludar
a Benedicto XVI con un abrazo emocionante; el único precedente en una
ceremonia solemne de un abrazo entre dos papas en un gran encuentro litúrgico
fue en el pasado consistorio de cardenales de febrero de 2014. En ambos casos,
el Papa emérito acudía respondiendo a una invitación expresa del Papa
Francisco.
Después se procedió a la petición
ritual de permiso al Papa Francisco para canonizar a los santos; dos peticiones,
seguidas del canto del "Veni
Creator Spiritus" y ya con el Espíritu Santo invocado, una tercera
petición para inscribir "a estos
hijos de la Iglesia en el Libro de los Santos".
"En honor de la Santísima Trinidad, por la
exaltación de la fe cristiana", "después de una larga
reflexión, invocada la ayuda de la Trinidad y con el apoyo de nuestros hermanos
en el episcopado"... así el Papa Francisco declaró los santos: San Juan
Pablo II y San Juan XXIII.
La gente aplaudió y vitoreó antes de que Francisco acabase de pronunciar las palabras.
Mientras se cantaba un solemnísimo "Jubilate Deo" se presentaron las reliquias de los nuevos santos ante el altar. La costarricense Floribeth Mora, la "milagrada" que se curó sin explicación el día de la beatificación de Juan Pablo II en 2011 llevó su reliquia, acompañada de su esposo. Se trataba de una ampolla con sangre del Papa polaco.
Las de Juan XXIII las llevaban parientes del "papa bueno" y personalidades de su región. A las 10.25 el cardenal prefecto le dio las gracias al Papa, de parte del pueblo cristiano, por la canonización. Y se cantó el "Gloria". Después, prosiguió la Eucaristía solemne.
La gente aplaudió y vitoreó antes de que Francisco acabase de pronunciar las palabras.
Mientras se cantaba un solemnísimo "Jubilate Deo" se presentaron las reliquias de los nuevos santos ante el altar. La costarricense Floribeth Mora, la "milagrada" que se curó sin explicación el día de la beatificación de Juan Pablo II en 2011 llevó su reliquia, acompañada de su esposo. Se trataba de una ampolla con sangre del Papa polaco.
Las de Juan XXIII las llevaban parientes del "papa bueno" y personalidades de su región. A las 10.25 el cardenal prefecto le dio las gracias al Papa, de parte del pueblo cristiano, por la canonización. Y se cantó el "Gloria". Después, prosiguió la Eucaristía solemne.
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