El niño judío Edgardo Mortara,
adoptado por Pío IX, al cine.
¿Casualidad?
Dicen que Steven Spielberg filmará una historia polémica de Pío IX... y se
anuncia en vísperas de la canonización de los dos papas.
Este fin de semana serán canonizados dos Papas: Juan Pablo II y Juan XXIII. El último en realizar algo similar fue el propio Juan Pablo II que beatificó conjuntamente a Pío IX y a Juan XXIII el 3 de septiembre del simbólico año 2000.
Ese año 2000 se puso en marcha una gran campaña de prensa por parte de sectores anticatólicos y progresistas, hostiles a Pío IX, último Papa soberano de los Estados Pontificios y pontífice durante un larguísimo y complejísimo reinado de 32 años.
EL NIÑO "SECUESTRADO"
Acusaban a Pío IX de oscurantista y de antisemita, recordando un episodio peculiar: cómo la policía pontificia “secuestró” a un niño judío de 6 años, llamado Edgardo Mortara, bautizado cristiano de bebé, súbdito de los Estados Pontificios, separándolo de sus padres y llevándolo a Roma con el Papa.
Ahora, según la revista Variety, el director de cine judío Steven Spielberg anuncia que entre sus muchos proyectos estaría realizar una película sobre esta historia, adaptando el libro de 1997 de David I. Kertzer “El secuestro de Edgardo Mortara” (en español en el 2000 en Plaza y Janés, a tiempo para la beatificación).
El guión correría a cargo de Tony Kusher (Lincoln, Munich) lo que parece disminuir (algo, quizá no mucho) el riesgo de una película maniquea sobre un episodio complejo. Spielberg producirá la película con idea de dirigirla bajo la producción de Dreamworks y los hermanos Weinstein
¿UN RUMOR PARA FASTIDIAR?
Pero, ¿de verdad Spielberg va a filmar sobre esta historia? Actualmente está trabajando en Jurassic World (2015), Real Steel 2, la serie de televisión Halo (2014) y una segunda película sobre Tintín, además de otro proyecto sobre un apocalipsis de robots que destruyen a la humanidad y una posible película épica sobre Moctezuma y Hernán Cortés. ¿Cómo puede tener tiempo y recursos también para contar la historia de Edgardo Mortara?
No es absurdo sospechar que alguien ha querido, simplemente, aprovechar la semana de canonización de dos pontífices para “aguar la fiesta” recuperando un nombre, el de Edgardo Mortara, que ya los anticlericales del s.XIX enarbolaron contra el Papado.
La realidad es que Edgardo siempre quiso cariñosa y respetuosamente a Pío IX, fue católico convencido, sacerdote y predicador itinerante, con facilidad para las lenguas (Unamuno le escuchó predicar en vasco en su paso por España) y que su relación con sus padres judíos fue humana y familiarmente buena, con trato respetuoso y cariñoso, regalos, abrazos, devoción filial, etc… pero con tiranteces por razones espirituales: él se empeñaba en seguir siendo católico devoto, y ellos se empeñaban en ser judíos.
LA HISTORIA DE UN ALMA... Y UNA ÉPOCA CONVULSA
La historia de Edgardo Mortara es la historia de su alma, la de su familia judía, la de la política de la unificación de Italia y el anticlericalismo del siglo XIX, la desaparición de los Estados Pontificios y la personalidad de Pío IX, un monarca absoluto en época de revoluciones, pero también un hombre afable y cercano, que jugaba con el pequeño Edgardo, gustaba de competir al billar con los miembros de la Guardia Suiza y era más accesible que muchos pontífices anteriores.
Pío IX fue Papa durante 32 años
Pío IX fundó la Acción Católica, convocó el Concilio Vaticano I y proclamó los dogmas de la Inmaculada concepción y de la infalibilidad papal. Eliminó la vieja concepción que se tenía en los Estados Pontificios de que los judíos del territorio eran extranjeros, considerando que eran súbditos y nacionales del lugar, como todos los otros. Eliminó en 1848 las puertas y reglamentos del gueto judío de Roma. Cuando elementos antijudíos de la población quisieron asaltar el gueto o molestar a sus habitantes, puso guardias a vigilar y patrullar las calles.
INTENTOS PREVIOS, SIEMPRE FALLIDOS
La historia de Mortara no es una historia fácil de filmar. El escritor teatral y guionista judío de Broadway Alfred Fox Uhry (famoso por “Paseando a Miss Daisy”) escribió una obra sobre el asunto para teatro, “Edgardo Mine”, que se estrenó en dos ciudades de EEUU en 2002 y en 2006. Una ópera, "Il Caso Mortara", de Francesco Cilluffo, se estrenó el 25 de febrero 2010, en la Dicapo Opera en Nueva York.
En 2002 la productora Miramax planeaba empezar a rodar una película en Irlanda titulada “Edgardo Mortara”, basada en el libro de Kertzer, con Anthony Hopkins haciendo de Papa, pero al final –sorprendentemente- faltó el dinero. Intentos no han faltado. Y tampoco esta vez parece que el anuncio de Spielberg pase de ser un amago.
La historia es interesante, aunque difícil de narrar: lo fácil es convertirla en una pieza de propaganda anticatólica y antipapista, que es lo que se hizo en el s.XIX. La realidad es más humana y sorprendente que la propaganda. Y precisamente ya en su época fue noticiosa por insólita e infrecuente.
MORTARA EN PRIMERA PERSONA... SIN TRADUCIR
Es asombroso que 12 años después de la campaña contra la beatificación de Pío XII, el detallado testimonio que Edgardo relató en primera persona sobre su trato con el difunto pontífice al iniciarse la Causa de beatificación de Pío IX sólo figure en Internet en inglés (Zenit lo publicó íntegro en 2000 y la web de la EWTN lo mantiene en: www.ewtn.com/library/issues/ZMORTARA.HTM).
Mortara explica en primera persona su historia.
»Nací en una familia judía. A los 16 meses, sufrí una grave enfermedad- neuritis- que redujo severamente mis fuerzas. El doctor, que creo que ya murió, clasificó mi caso como muy grave. Cuando la criada, Anna Morisi, una buena chica cristiana de 16 o 18 años, a quienes mis padres tenían a su servicio pese a las leyes de entonces de los Estados Pontificios, oyó el peligro, decidió bautizarme. En un momento que mi madre me dejó solo en la cuna, vino con un poco de agua y me bautizó salpicándome pronunciando la fórmula sacramental. Tras esto, llegó mi madre sin saber nada de ello. […]
»Los hechos los mantuvo en secreto Morisi, sorprendida por mi rápida recuperación. Seis años después, uno de mis hermanos pequeños, llamado Aristide, cayó gravemente enfermo. Cuando una amiga animó a Morisi a bautizar al niño “in extremis”, ella se negó, dando como razón el hecho de que yo había vivido tras el bautismo, y así se reveló el secreto. Cuando la noticia de mi bautismo llegó a la autoridad eclesiástica ordinaria, este organismo determinó que el caso era demasiado serio para ser de su competencia, y fue remitido directamente a la Curia Romana. Como resultado de este proceso- y no conozco otro- el Santo Padre, a través de una congregación romana, encargó a Feletti separarme de mi familia.
[La ley de los Estados Pontificios prohibía que un niño cristiano fuese educado en un hogar no cristiano. Si los Mortara se hubiesen convertido al catolicismo Edgardo habría seguido con ellos].
»Esto tuvo lugar con ayuda de las autoridades civiles, es decir, los oficiales de la Inquisición, el 24 de junio de 1858. Los oficiales me llevaron a Roma y me presentaron a Su Santidad Pío IX que me recibió con gran amabilidad y se declaró mi padre adoptivo, y realmente lo fue, incluso preocupándose de mi educación y asegurando mi futuro. Me encomendó al canónigo Enrico Sarra, rector del Instituto de Neófitos en Santa María de las Montañas”.
Las primeras semanas la familia tenía permiso para ver al niño y hablar con él, pero según cuenta el mismo Mortara, él mismo mostraba cierto distanciamiento hacia ellos. Los padres usaron todo tipo de contactos, lloros, argumentos y negociaciones para intentar que el niño volviera con ellos fuera de Roma, y en cierto momento las autoridades, temiendo que se lo llevasen a la fuerza, cortaron el contacto físico.
Más adelante permitirían el contacto por carta, pero Mortara escribía con devoción de su fe cristiana y ellos pensaban que eran cartas falsas.
Aún más tarde, ya adulto, recién cumplidos los 19 años, se vio con su padre en un encuentro “extremadamente afectuoso”, le expresó su devoción y respeto filial, le dio regalos y cartas para sus hermanos y se mantuvo firme en su fe católica y su vocación religiosa.
CAEN LOS ESTADOS PONTIFICIOS
Por ese entonces era 1870: las tropas nacionalistas italianas ocuparon los Estados Pontificios y Roma. Para los ocupantes liberales, “devolver” al “joven Mortara”, o “liberarlo”, era de la máxima importancia simbólica.
El nuevo jefe de la policía, el señor Berti, fue a buscar a Mortara, “insultándome y pidiéndome que satisficiera al público, que estaba irritado por los ‘excesos de poder teocrático, para devolverme a mi familia. Le dije que ese no era el lugar para tal satisfacción y que ya había dado a mi padre en Roma todas las pruebas del más tierno afecto filial”.
- Sea como sea, por tu propio bien y el de tu comunidad te ordeno que vuelvas con tu familia –dijo el nuevo jefe de policía.
» La Policía [liberal, italiana] seguía todos mis pasos, y cada noche ponían guardias cerca del convento para impedir que me escapase. Se me aconsejó visitar a su excelencia el general Lamarmora, entonces lugarteniente del Rey Victor Manuel en Roma. Su excelencia me recibió con la máxima educación. Después de explicarle mi caso, me dijo:
- Pero, entonces, ¿qué quieren de usted?
- La policía –respondí- quiere forzarme a volver con mi familia.
- Pero ¿cuántos años tiene usted?
- Diecinueve, excelencia.
- Entonces, usted es libre. ¡Haga lo que quiera!
- Pero, excelencia, me amenazan con represalias.
- En ese caso, venga a verme y le protegeré
Al final, sus superiores consiguieron enviarle al norte de Italia. Edgardo también escribió una carta a los diarios católicos negando estar retenido contra su voluntad y refutando otras acusaciones siniestras que la prensa anticlerical difundía sobre su situación, que querían convertir en un ejemplo de oscurantismo medieval en la época del tren a vapor.
PREDICADOR AGUSTINO Y POLÍGLOTA
Su padre murió en 1871, un año después de sus encuentros en Roma. A los 23 años, Edgardo fue ordenado sacerdote en la orden de los agustinos. Fue misionero en Munich, Mainz y Breslau, buscando siempre predicar a los judíos, pero con poco éxito. En Italia visitó mucho a sus hermanos y sobrinos, y en 1895 acudió al funeral de su madre que conducía el rabino de Bolonia.
Predicó por todo el mundo en varios idiomas. En 1897 predicó en Nueva York, aunque sin el apoyo del arzobispo local que no veían bien el anuncio del evangelio a los judíos como él hacía. Mortara murió en 1940 en la abadía de Bouhay en Bressoux, cerca de Lieja en Bélgica, después de haber pasado sus últimos años allí. Tenía 88 años.
El filósofo vasco Miguel de Unamuno, hombre de espiritualidad complicada pero intensa, en su libro “Contra esto y aquello” cuenta como el padre Mortara pronunció, en su presencia "un sermón predicado en vascuence en Guernica", y también lo retrata recogiendo donativos en el balneario de Cestona para el seminario agustino de Oñate.
Unamuno explica que "rodando el tiempo", aquel niño famoso "fue a parar a mi tierra vasca convertido en padre Mortara". "Era un genuino israelita y un israelita italiano, vivo y sagaz, ingenioso y emprendedor". "Era un verdadero políglota y en llegando a mi país se propuso hablar vascuence, y llegó a conseguirlo. Yo le oí un sermón predicado en vascuence, en Gernika, y os digo que se sufría oyendo a aquel hombre intrépido", concluye.
Este fin de semana serán canonizados dos Papas: Juan Pablo II y Juan XXIII. El último en realizar algo similar fue el propio Juan Pablo II que beatificó conjuntamente a Pío IX y a Juan XXIII el 3 de septiembre del simbólico año 2000.
Ese año 2000 se puso en marcha una gran campaña de prensa por parte de sectores anticatólicos y progresistas, hostiles a Pío IX, último Papa soberano de los Estados Pontificios y pontífice durante un larguísimo y complejísimo reinado de 32 años.
EL NIÑO "SECUESTRADO"
Acusaban a Pío IX de oscurantista y de antisemita, recordando un episodio peculiar: cómo la policía pontificia “secuestró” a un niño judío de 6 años, llamado Edgardo Mortara, bautizado cristiano de bebé, súbdito de los Estados Pontificios, separándolo de sus padres y llevándolo a Roma con el Papa.
Ahora, según la revista Variety, el director de cine judío Steven Spielberg anuncia que entre sus muchos proyectos estaría realizar una película sobre esta historia, adaptando el libro de 1997 de David I. Kertzer “El secuestro de Edgardo Mortara” (en español en el 2000 en Plaza y Janés, a tiempo para la beatificación).
El guión correría a cargo de Tony Kusher (Lincoln, Munich) lo que parece disminuir (algo, quizá no mucho) el riesgo de una película maniquea sobre un episodio complejo. Spielberg producirá la película con idea de dirigirla bajo la producción de Dreamworks y los hermanos Weinstein
¿UN RUMOR PARA FASTIDIAR?
Pero, ¿de verdad Spielberg va a filmar sobre esta historia? Actualmente está trabajando en Jurassic World (2015), Real Steel 2, la serie de televisión Halo (2014) y una segunda película sobre Tintín, además de otro proyecto sobre un apocalipsis de robots que destruyen a la humanidad y una posible película épica sobre Moctezuma y Hernán Cortés. ¿Cómo puede tener tiempo y recursos también para contar la historia de Edgardo Mortara?
No es absurdo sospechar que alguien ha querido, simplemente, aprovechar la semana de canonización de dos pontífices para “aguar la fiesta” recuperando un nombre, el de Edgardo Mortara, que ya los anticlericales del s.XIX enarbolaron contra el Papado.
La realidad es que Edgardo siempre quiso cariñosa y respetuosamente a Pío IX, fue católico convencido, sacerdote y predicador itinerante, con facilidad para las lenguas (Unamuno le escuchó predicar en vasco en su paso por España) y que su relación con sus padres judíos fue humana y familiarmente buena, con trato respetuoso y cariñoso, regalos, abrazos, devoción filial, etc… pero con tiranteces por razones espirituales: él se empeñaba en seguir siendo católico devoto, y ellos se empeñaban en ser judíos.
LA HISTORIA DE UN ALMA... Y UNA ÉPOCA CONVULSA
La historia de Edgardo Mortara es la historia de su alma, la de su familia judía, la de la política de la unificación de Italia y el anticlericalismo del siglo XIX, la desaparición de los Estados Pontificios y la personalidad de Pío IX, un monarca absoluto en época de revoluciones, pero también un hombre afable y cercano, que jugaba con el pequeño Edgardo, gustaba de competir al billar con los miembros de la Guardia Suiza y era más accesible que muchos pontífices anteriores.
Pío IX fue Papa durante 32 años
Pío IX fundó la Acción Católica, convocó el Concilio Vaticano I y proclamó los dogmas de la Inmaculada concepción y de la infalibilidad papal. Eliminó la vieja concepción que se tenía en los Estados Pontificios de que los judíos del territorio eran extranjeros, considerando que eran súbditos y nacionales del lugar, como todos los otros. Eliminó en 1848 las puertas y reglamentos del gueto judío de Roma. Cuando elementos antijudíos de la población quisieron asaltar el gueto o molestar a sus habitantes, puso guardias a vigilar y patrullar las calles.
INTENTOS PREVIOS, SIEMPRE FALLIDOS
La historia de Mortara no es una historia fácil de filmar. El escritor teatral y guionista judío de Broadway Alfred Fox Uhry (famoso por “Paseando a Miss Daisy”) escribió una obra sobre el asunto para teatro, “Edgardo Mine”, que se estrenó en dos ciudades de EEUU en 2002 y en 2006. Una ópera, "Il Caso Mortara", de Francesco Cilluffo, se estrenó el 25 de febrero 2010, en la Dicapo Opera en Nueva York.
En 2002 la productora Miramax planeaba empezar a rodar una película en Irlanda titulada “Edgardo Mortara”, basada en el libro de Kertzer, con Anthony Hopkins haciendo de Papa, pero al final –sorprendentemente- faltó el dinero. Intentos no han faltado. Y tampoco esta vez parece que el anuncio de Spielberg pase de ser un amago.
La historia es interesante, aunque difícil de narrar: lo fácil es convertirla en una pieza de propaganda anticatólica y antipapista, que es lo que se hizo en el s.XIX. La realidad es más humana y sorprendente que la propaganda. Y precisamente ya en su época fue noticiosa por insólita e infrecuente.
MORTARA EN PRIMERA PERSONA... SIN TRADUCIR
Es asombroso que 12 años después de la campaña contra la beatificación de Pío XII, el detallado testimonio que Edgardo relató en primera persona sobre su trato con el difunto pontífice al iniciarse la Causa de beatificación de Pío IX sólo figure en Internet en inglés (Zenit lo publicó íntegro en 2000 y la web de la EWTN lo mantiene en: www.ewtn.com/library/issues/ZMORTARA.HTM).
Mortara explica en primera persona su historia.
»Nací en una familia judía. A los 16 meses, sufrí una grave enfermedad- neuritis- que redujo severamente mis fuerzas. El doctor, que creo que ya murió, clasificó mi caso como muy grave. Cuando la criada, Anna Morisi, una buena chica cristiana de 16 o 18 años, a quienes mis padres tenían a su servicio pese a las leyes de entonces de los Estados Pontificios, oyó el peligro, decidió bautizarme. En un momento que mi madre me dejó solo en la cuna, vino con un poco de agua y me bautizó salpicándome pronunciando la fórmula sacramental. Tras esto, llegó mi madre sin saber nada de ello. […]
»Los hechos los mantuvo en secreto Morisi, sorprendida por mi rápida recuperación. Seis años después, uno de mis hermanos pequeños, llamado Aristide, cayó gravemente enfermo. Cuando una amiga animó a Morisi a bautizar al niño “in extremis”, ella se negó, dando como razón el hecho de que yo había vivido tras el bautismo, y así se reveló el secreto. Cuando la noticia de mi bautismo llegó a la autoridad eclesiástica ordinaria, este organismo determinó que el caso era demasiado serio para ser de su competencia, y fue remitido directamente a la Curia Romana. Como resultado de este proceso- y no conozco otro- el Santo Padre, a través de una congregación romana, encargó a Feletti separarme de mi familia.
[La ley de los Estados Pontificios prohibía que un niño cristiano fuese educado en un hogar no cristiano. Si los Mortara se hubiesen convertido al catolicismo Edgardo habría seguido con ellos].
»Esto tuvo lugar con ayuda de las autoridades civiles, es decir, los oficiales de la Inquisición, el 24 de junio de 1858. Los oficiales me llevaron a Roma y me presentaron a Su Santidad Pío IX que me recibió con gran amabilidad y se declaró mi padre adoptivo, y realmente lo fue, incluso preocupándose de mi educación y asegurando mi futuro. Me encomendó al canónigo Enrico Sarra, rector del Instituto de Neófitos en Santa María de las Montañas”.
Las primeras semanas la familia tenía permiso para ver al niño y hablar con él, pero según cuenta el mismo Mortara, él mismo mostraba cierto distanciamiento hacia ellos. Los padres usaron todo tipo de contactos, lloros, argumentos y negociaciones para intentar que el niño volviera con ellos fuera de Roma, y en cierto momento las autoridades, temiendo que se lo llevasen a la fuerza, cortaron el contacto físico.
Más adelante permitirían el contacto por carta, pero Mortara escribía con devoción de su fe cristiana y ellos pensaban que eran cartas falsas.
Aún más tarde, ya adulto, recién cumplidos los 19 años, se vio con su padre en un encuentro “extremadamente afectuoso”, le expresó su devoción y respeto filial, le dio regalos y cartas para sus hermanos y se mantuvo firme en su fe católica y su vocación religiosa.
CAEN LOS ESTADOS PONTIFICIOS
Por ese entonces era 1870: las tropas nacionalistas italianas ocuparon los Estados Pontificios y Roma. Para los ocupantes liberales, “devolver” al “joven Mortara”, o “liberarlo”, era de la máxima importancia simbólica.
El nuevo jefe de la policía, el señor Berti, fue a buscar a Mortara, “insultándome y pidiéndome que satisficiera al público, que estaba irritado por los ‘excesos de poder teocrático, para devolverme a mi familia. Le dije que ese no era el lugar para tal satisfacción y que ya había dado a mi padre en Roma todas las pruebas del más tierno afecto filial”.
- Sea como sea, por tu propio bien y el de tu comunidad te ordeno que vuelvas con tu familia –dijo el nuevo jefe de policía.
» La Policía [liberal, italiana] seguía todos mis pasos, y cada noche ponían guardias cerca del convento para impedir que me escapase. Se me aconsejó visitar a su excelencia el general Lamarmora, entonces lugarteniente del Rey Victor Manuel en Roma. Su excelencia me recibió con la máxima educación. Después de explicarle mi caso, me dijo:
- Pero, entonces, ¿qué quieren de usted?
- La policía –respondí- quiere forzarme a volver con mi familia.
- Pero ¿cuántos años tiene usted?
- Diecinueve, excelencia.
- Entonces, usted es libre. ¡Haga lo que quiera!
- Pero, excelencia, me amenazan con represalias.
- En ese caso, venga a verme y le protegeré
Al final, sus superiores consiguieron enviarle al norte de Italia. Edgardo también escribió una carta a los diarios católicos negando estar retenido contra su voluntad y refutando otras acusaciones siniestras que la prensa anticlerical difundía sobre su situación, que querían convertir en un ejemplo de oscurantismo medieval en la época del tren a vapor.
PREDICADOR AGUSTINO Y POLÍGLOTA
Su padre murió en 1871, un año después de sus encuentros en Roma. A los 23 años, Edgardo fue ordenado sacerdote en la orden de los agustinos. Fue misionero en Munich, Mainz y Breslau, buscando siempre predicar a los judíos, pero con poco éxito. En Italia visitó mucho a sus hermanos y sobrinos, y en 1895 acudió al funeral de su madre que conducía el rabino de Bolonia.
Predicó por todo el mundo en varios idiomas. En 1897 predicó en Nueva York, aunque sin el apoyo del arzobispo local que no veían bien el anuncio del evangelio a los judíos como él hacía. Mortara murió en 1940 en la abadía de Bouhay en Bressoux, cerca de Lieja en Bélgica, después de haber pasado sus últimos años allí. Tenía 88 años.
El filósofo vasco Miguel de Unamuno, hombre de espiritualidad complicada pero intensa, en su libro “Contra esto y aquello” cuenta como el padre Mortara pronunció, en su presencia "un sermón predicado en vascuence en Guernica", y también lo retrata recogiendo donativos en el balneario de Cestona para el seminario agustino de Oñate.
Unamuno explica que "rodando el tiempo", aquel niño famoso "fue a parar a mi tierra vasca convertido en padre Mortara". "Era un genuino israelita y un israelita italiano, vivo y sagaz, ingenioso y emprendedor". "Era un verdadero políglota y en llegando a mi país se propuso hablar vascuence, y llegó a conseguirlo. Yo le oí un sermón predicado en vascuence, en Gernika, y os digo que se sufría oyendo a aquel hombre intrépido", concluye.
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