Si Alves, el domingo en el campo del Villarreal, no
hubiera recogido el plátano del suelo y se lo hubiese comido, habría pasado
inadvertido como un objeto más de los que los estúpidos lanza a los campos de
fútbol. Alves fue inteligente y su gesto ha servido para que todo el mundo tome
conciencia de que el racismo sigue vivo en nuestra sociedad. Lo que no deja de
ser una anécdota, revela algo más profundo. Seguimos sin aceptar la diferencia.
Para algunos, el color de la piel sigue siendo un motivo de superioridad o de
inferioridad. Y, lo más grave, en los países europeos crecen los partidos
xenófobos y se sigue culpando a la inmigración de los males económicos. Los
arrancamos de sus países para convertirlos en esclavos y, ahora, cuando quieren
venir voluntariamente, los rechazamos. Fuimos un país de emigrantes y ahora no
aceptamos la inmigración.
Ojalá el plátano que se comió Alves ayude a que
todos reflexionemos sobre nuestra intolerancia y nuestra estupidez.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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