La mentalidad progresista del
marxismo reconvertido a ecologismo ha contagiado de buenismo a algunos
clérigos. El programa de los más buenos que el pan se podría concretar en siete
medidas. Siete medidas que no he copiado (aunque lo parezca) del programa de
ningún partido concreto. Aunque varios tienen un programa muy parecido:
Primera
medida. Si por decreto anulamos todas
las deudas, ¡todo el mundo dejará de tener deudas! ¿Pero cómo esto no se le
habrá ocurrido antes a alguien?
Segunda
medida. He observado que a la gente le
gusta tener dinero. Pues demos al manubrio de la máquina para hacer dinero.
¿Por qué no dar cinco millones de las antiguas pesetas a cada ciudadano? ¿Sería
ilegal esa medida? ¿Acaso el gobierno no debe buscar el bienestar de los
ciudadanos? ¿No es bello darle al manubrio y ver la cara de felicidad de los
votantes?
Tercera
medida. Es muy feo y fascista eso de no
dejar entrar a la gente en un país. Mañana mismo hay que decir en el telediario
que todo el mundo puede entrar en el país a quedarse. El que se opone a esto es
una mala persona sin corazón. ¿Regulación? El que quiere regular es porque no
tiene sentimientos.
Cuarta
medida. Por eso, a partir de ahora, el
país se regirá no con la cabeza, sino con los sentimientos.
Quinta
medida. Ésta es para reactivar la
economía: quitar a los ricos para dárselo a los pobres. Esta medida siempre ha
probado ser muy incentivadora de la iniciativa privada. Yo la llamo la política
de podar a los ricos, para que después crezcan las ramas con más vigor.
Sexta
medida. Llama fascista a todo el que se
oponga a este programa. El verdadero progresismo tiene que saber llamar a sus
adversarios por su verdadero nombre. Encima si es una gorda con rulos y batín,
con el pan bajo el brazo, la que grita FASCISTA a un honrado y sensato senador
que entra a su coche, eso resulta muy convincente.
Séptima medida. Siempre que quieras que se hable de otra cosa en los telediarios,
invéntate algún conflicto con la Iglesia. Quítale un par de catedrales. O diles
que van a tener que pagar un impuesto por ayudar a los pobres. Impuesto de
caridad, por ejemplo. O presenta un proyecto de ley por el que los obispos
tendrán que hacer un juramento de buenos ciudadanos, o de respeto a la
Constitución, o de acatamiento de la democracia. También les puedes obligar a
pedir públicamente perdón por algo que ocurriera antes de que hayan nacido, o
por la cruzada albigense, o por la caída del Imperio Romano.
P.
FORTEA
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