Son tres
las categorías…, en las que podemos clasificar a las personas por razón de su
actitud con respecto al Señor. Estas tres categorías, admiten o tienen a su vez
otras subcategorías dentro de ellas, pues la intensidad del amor al Señor en
las personas no es siempre la misma. Somos criaturas distintas cuerpos y
también en almas. No existen dos almas gemelas cada una de ellas tiene una
distinta y especial relación con Dios y la intensidad de su amor a Él varía
sustancialmente en cada alma. Nada hay más distinto, que el comportamiento de cada
alma en su relación con Dios.
Todas las
personas que hay en este mundo, es decir la totalidad de los que nos
encontramos aquí tratando de superar una prueba de amor al Señor, podemos ser
catalogadas en tres distintas categorías. Comenzando por la categoría de los
que menos aman al Señor, tenemos primeramente a los que le ignoran. Hay aquí
tres subcategorías, en esta primera categoría, en primer lugar tenemos, la de
aquellos que por vivir al margen de la civilización, nunca ha tenido conocimiento
de la existencia de Dios, pero si la intuyen. Todo ser humano porta dentro de
sí una serie de improntas divinas, que adquirió al tiempo de su concepción, así
tenemos por ejemplo el conocimiento de la ley natural, que perfectamente le
dice que el robar o el matar no es admisible. En este sentido otra impronta o
sello divino, le dice que existe un ser superior que ha creado todo lo que le
rodea y el siente la necesidad de buscar a ese ser, a ese dios que desconoce, y
abrumado por la naturaleza que le rodea, suele identificar a ese ser superior
creador de todo con el sol, la luna, el mar, una montaña determinada o un río.
La
segunda subcategoría la constituyen aquellas personas, que más instruidas y
civilizadas que las anteriores, identifican a ese ser superior creador de todo,
no con algo material de la creación, sino que le otorgan a este ser superior
una entidad espiritual. En este caso, se acercan más a la realidad, pero
equivocan el camino, es el caso del Islam. Para los creyentes islámicos su ser
superior creador de todo es Alá y Mahoma su profeta. Los orígenes de esta
religión, son recientes ya que nace en Arabia en el siglo VI de nuestra era. En
síntesis esta religión es una amalgama del cristianismo y el judaísmo, hasta el
punto de que se reconoce en su libro sagrado, en el Corán, a Jesucristo, como
profeta de Dios, pero no como Hijo de Dios y mucho menos como Dios. Además del
Islam, podemos encuadrar en esta categoría, al Judaísmo, el budismo, el
hinduismo, el sintoísmo, y varias clases de religión más.
En la
tercera subcategoría también podemos encuadrar a los cristianos protestantes o
cismáticos. La diferencia fundamental, entre unos y otros, radica en que los
primeros los protestantes, son herejes en cuanto no aceptan la recta
interpretación de la doctrina de Cristo y se vuelven heterodoxos, en el siglo
XVI, movidos más que nada por motivaciones políticas del poder temporal. En
cuanto a los segundos, se separan de la Iglesia de Roma, no por cuestiones
doctrinales, sino también con un trasfondo político del poder temporal en no
reconocer la supremacía del obispo de Roma. Tanto los protestantes como los
cismáticos, se olvidad intencionadamente de las palabras del Señor en la cueva
de Banias en Cesárea de Filipo, donde le dijo a San Pedro: “13 Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta
a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” 14 Ellos
dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o
uno de los profetas”. 15 Les dice él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” 16
Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.17 Replicando
Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha
revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y
yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré
las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en
los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. 20
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo”.
(Mt 16,13-20).
La
tercera subcategoría, la constituyen aquellos que teniendo conocimiento de la
existencia de Dios, el tema les importa un comino, pues la intervención
demoniaca en ellos es tan evidente, que solo piensan en satisfacer los deseos
de sus cuerpos, pero no acaban de encontrar una felicidad que buscan y que aquí
abajo no existe. En sus mentes sienten la necesidad de auto justificarse, y los
recursos más socorridos son los de negar abiertamente la existencia de Dios o
declararse agnósticos.
En el
segundo grupo de los que te aman Señor, se encuentran los cristianos católicos,
que podemos dividirlos entres subcategorías. La primera es la de los no
practicantes, situación está que siempre me ha parecido absurda realmente esta
afirmación me chirria, entre otras razones, porque encierra en sí un
contrasentido. Pienso que el que así se manifiesta o no cree, o es un tonto.
Para el que así habla, más lógica encontraría si de verdad cree, la afirmación
de que: “soy creyente y trato de practicar", “o me cuesta practicar".
Todos tratamos de practicar y todos caemos, precisamente ahí está nuestra
grandeza, en que a pesar de nuestras caídas, nos levantamos y tratamos de
seguir adelante.
En una
segunda subcategoría, se encuentran los que se declaran creyentes y te aman,
pero tibiamente. Habría que recordar aquí las palabras del Apocalipsis que
dicen: "15 Conozco tu conducta: no
eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien,
puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
(Ap 3,15-16). En esta categoría, se encuentran muchas personas, que por no
vivir en amistad y gracia de Dios, el Espíritu Santo no inhabita en ellas, lo
abandonó cuando mató su alma cometiendo un pecado mortal y el Señor espera
pacientemente su arrepentimiento y que acuda al sacramento de la penitencia.
La
tercera subcategoría la constituyen aquellas personas que habitualmente viven
en gracia y amistad con el Señor, el Espíritu Santo mora en sus almas, cumplen
con sus obligaciones por Dios establecidas, oran y reciben los sacramentos. Tal
como hemos escrito al principio de esta glosa, todas las almas son distintas y
distinto también es la intensidad del amor que estas almas tienen al Señor.
Y por
último tenemos la tercera categoría, constituida por dos subcategorías. La
primera integrada por aquellos hombres y mujeres que deciden consagrar sus
vidas, al servicio del Señor, realizando funciones que ayudan a los demás sobre
todo al cuidado de sus almas, pero también muchas veces de sus cuerpos. Son
varias las modalidades en que estas personas pueden entregarse al Señor, desde
el silencio y la soledad de una cartuja, u otro tipo de clausura monacal o
contemplativa, hasta otras actividades más directamente relacionadas con el
mundo. Entre estas personas consagradas al servicio del Señor, su amor a Él,
que esencialmente se manifiesta en unos casos por una vida de oración y en
otros por una vida de servicio y entrega a los demás, porque nuestro prójimo,
está constituido para ellos como otros cristos.
Y una
última subcategoría, constituida por seglares, generalmente de edad avanzada
que se han sentido llamados a última hora a trabajar en la viña del Señor. Sus
diversas situaciones personales no le permiten consagrarse formalmente, pero
las gracias sacramentales, Dios las dona y distribuye según sus propios
criterios, pero siempre hay una cosa muy clara en las personas que se entregan
al amor del Señor, y es que a una gracia recibida y bien aprovechada
inmediatamente la persona de que se trate, recibe otra en cuantía mayor que la
primera. Recordemos la parábola de los talentos que termina diciéndonos: “29 porque al que tiene se le dará y
abundara; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitara, 30 y a ese
siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de
dientes”. (Mt 25,29-30). ¿A qué categoría pertenecemos cada uno de
nosotros?
Mi más cordial saludo lector y el
deseo de que Dios te bendiga.
Juan del
Carmelo
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