jueves, 3 de abril de 2014

IGNORARTE, AMARTE Y ENTREGARSE A TU AMOR


Son tres las categorías…, en las que podemos clasificar a las personas por razón de su actitud con respecto al Señor. Estas tres categorías, admiten o tienen a su vez otras subcategorías dentro de ellas, pues la intensidad del amor al Señor en las personas no es siempre la misma. Somos criaturas distintas cuerpos y también en almas. No existen dos almas gemelas cada una de ellas tiene una distinta y especial relación con Dios y la intensidad de su amor a Él varía sustancialmente en cada alma. Nada hay más distinto, que el comportamiento de cada alma en su relación con Dios.

Todas las personas que hay en este mundo, es decir la totalidad de los que nos encontramos aquí tratando de superar una prueba de amor al Señor, podemos ser catalogadas en tres distintas categorías. Comenzando por la categoría de los que menos aman al Señor, tenemos primeramente a los que le ignoran. Hay aquí tres subcategorías, en esta primera categoría, en primer lugar tenemos, la de aquellos que por vivir al margen de la civilización, nunca ha tenido conocimiento de la existencia de Dios, pero si la intuyen. Todo ser humano porta dentro de sí una serie de improntas divinas, que adquirió al tiempo de su concepción, así tenemos por ejemplo el conocimiento de la ley natural, que perfectamente le dice que el robar o el matar no es admisible. En este sentido otra impronta o sello divino, le dice que existe un ser superior que ha creado todo lo que le rodea y el siente la necesidad de buscar a ese ser, a ese dios que desconoce, y abrumado por la naturaleza que le rodea, suele identificar a ese ser superior creador de todo con el sol, la luna, el mar, una montaña determinada o un río.

La segunda subcategoría la constituyen aquellas personas, que más instruidas y civilizadas que las anteriores, identifican a ese ser superior creador de todo, no con algo material de la creación, sino que le otorgan a este ser superior una entidad espiritual. En este caso, se acercan más a la realidad, pero equivocan el camino, es el caso del Islam. Para los creyentes islámicos su ser superior creador de todo es Alá y Mahoma su profeta. Los orígenes de esta religión, son recientes ya que nace en Arabia en el siglo VI de nuestra era. En síntesis esta religión es una amalgama del cristianismo y el judaísmo, hasta el punto de que se reconoce en su libro sagrado, en el Corán, a Jesucristo, como profeta de Dios, pero no como Hijo de Dios y mucho menos como Dios. Además del Islam, podemos encuadrar en esta categoría, al Judaísmo, el budismo, el hinduismo, el sintoísmo, y varias clases de religión más.

En la tercera subcategoría también podemos encuadrar a los cristianos protestantes o cismáticos. La diferencia fundamental, entre unos y otros, radica en que los primeros los protestantes, son herejes en cuanto no aceptan la recta interpretación de la doctrina de Cristo y se vuelven heterodoxos, en el siglo XVI, movidos más que nada por motivaciones políticas del poder temporal. En cuanto a los segundos, se separan de la Iglesia de Roma, no por cuestiones doctrinales, sino también con un trasfondo político del poder temporal en no reconocer la supremacía del obispo de Roma. Tanto los protestantes como los cismáticos, se olvidad intencionadamente de las palabras del Señor en la cueva de Banias en Cesárea de Filipo, donde le dijo a San Pedro: “13 Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” 14 Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas”. 15 Les dice él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” 16 Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.17 Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo”. (Mt 16,13-20).

La tercera subcategoría, la constituyen aquellos que teniendo conocimiento de la existencia de Dios, el tema les importa un comino, pues la intervención demoniaca en ellos es tan evidente, que solo piensan en satisfacer los deseos de sus cuerpos, pero no acaban de encontrar una felicidad que buscan y que aquí abajo no existe. En sus mentes sienten la necesidad de auto justificarse, y los recursos más socorridos son los de negar abiertamente la existencia de Dios o declararse agnósticos.

En el segundo grupo de los que te aman Señor, se encuentran los cristianos católicos, que podemos dividirlos entres subcategorías. La primera es la de los no practicantes, situación está que siempre me ha parecido absurda realmente esta afirmación me chirria, entre otras razones, porque encierra en sí un contrasentido. Pienso que el que así se manifiesta o no cree, o es un tonto. Para el que así habla, más lógica encontraría si de verdad cree, la afirmación de que: “soy creyente y trato de practicar", “o me cuesta practicar". Todos tratamos de practicar y todos caemos, precisamente ahí está nuestra grandeza, en que a pesar de nuestras caídas, nos levantamos y tratamos de seguir adelante.

En una segunda subcategoría, se encuentran los que se declaran creyentes y te aman, pero tibiamente. Habría que recordar aquí las palabras del Apocalipsis que dicen: "15 Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Ap 3,15-16). En esta categoría, se encuentran muchas personas, que por no vivir en amistad y gracia de Dios, el Espíritu Santo no inhabita en ellas, lo abandonó cuando mató su alma cometiendo un pecado mortal y el Señor espera pacientemente su arrepentimiento y que acuda al sacramento de la penitencia.

La tercera subcategoría la constituyen aquellas personas que habitualmente viven en gracia y amistad con el Señor, el Espíritu Santo mora en sus almas, cumplen con sus obligaciones por Dios establecidas, oran y reciben los sacramentos. Tal como hemos escrito al principio de esta glosa, todas las almas son distintas y distinto también es la intensidad del amor que estas almas tienen al Señor.

Y por último tenemos la tercera categoría, constituida por dos subcategorías. La primera integrada por aquellos hombres y mujeres que deciden consagrar sus vidas, al servicio del Señor, realizando funciones que ayudan a los demás sobre todo al cuidado de sus almas, pero también muchas veces de sus cuerpos. Son varias las modalidades en que estas personas pueden entregarse al Señor, desde el silencio y la soledad de una cartuja, u otro tipo de clausura monacal o contemplativa, hasta otras actividades más directamente relacionadas con el mundo. Entre estas personas consagradas al servicio del Señor, su amor a Él, que esencialmente se manifiesta en unos casos por una vida de oración y en otros por una vida de servicio y entrega a los demás, porque nuestro prójimo, está constituido para ellos como otros cristos.

Y una última subcategoría, constituida por seglares, generalmente de edad avanzada que se han sentido llamados a última hora a trabajar en la viña del Señor. Sus diversas situaciones personales no le permiten consagrarse formalmente, pero las gracias sacramentales, Dios las dona y distribuye según sus propios criterios, pero siempre hay una cosa muy clara en las personas que se entregan al amor del Señor, y es que a una gracia recibida y bien aprovechada inmediatamente la persona de que se trate, recibe otra en cuantía mayor que la primera. Recordemos la parábola de los talentos que termina diciéndonos: “29 porque al que tiene se le dará y abundara; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitara, 30 y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes”. (Mt 25,29-30). ¿A qué categoría pertenecemos cada uno de nosotros?

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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