El sábado
5 de abril de 2014 fue bautizada en la catedral de Córdoba, Argentina, la
pequeña Umma Azul, de manos del padre Carlos Varas. El bautizo ha gozado de una
repercusión mediática verdaderamente internacional al grado de encontrar un
espacio incluso en las páginas de los periódicos de mayor alcance mundial y en
los noticieros de tv de mayor audiencia en el planeta. ¿La razón? La madre
biológica de la niña, Soledad Ortiz, está unida en gaymonio con otra mujer, de
nombre Karina Villarroel. Se trata, por tanto, de una bebé nacida por
inseminación artificial que es presentada como hija de una pareja de lesbianas.
Al hecho
se suma que la madrina de bautismo fue la presidenta de Argentina, Cristina
Fernández de Kirchner. La eligieron a ella –según consta por declaraciones
oficiales– porque a Cristina Fernández y a su difunto esposo se debe el
reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo en Argentina: «es
una manera de decirle gracias a ella y al ex presidente Néstor Kirchner por esa
ley que nos dio derechos». Pero como la madrina no pudo estar presente mandó
una edecana naval para representarla.
Luego del
bautismo, todavía en la catedral cordobesa, la pareja de lesbianas dijeron claramente
a los medios que se encontraban ahí que su siguiente paso era «celebrar nuestro
matrimonio por la iglesia y vamos a luchar por esto». Esta declaración
evidencia que el bautismo pedido para la pequeña Umma es más una reivindicación
ideológica que la búsqueda de un sacramento que, por su naturaleza propia, se
inserta en la vida de una persona de fe auténtica.
El obispo
del lugar, Mons. Carlos Ñáñez, ha subrayado que este caso ha sido ampliamente
manipulado por los medios. También ha mencionado que, contrariamente a lo que
declararon Soledad y Karina, la pareja de lesbianas, él nunca habló con ellas:
«Primero, yo no he hablado con estas personas. Segundo, de ninguna manera yo he
dado alguna autorización con respecto a la Confirmación. Tercero, que ellas
vinieron por acá, sin hablar conmigo, ya con indicaciones precisas fueron
encaminadas a una parroquia, donde tenían que hacer los requisitos necesarios
para la preparación del Bautismo. Su madre y los padrinos elegidos. Y punto»
(cf. Arzobispo argentino explica por qué pareja de lesbianas podrá bautizar a
su “hija”, ACI prensa, 04.04.2014).
La prensa
ha presentado el bautismo como una «apertura» en la praxis de la Iglesia
católica recordando una y otra vez las palabras del Papa Francisco en la
entrevista con los periodistas a su regreso de Río de Janeiro a Roma: «Quién
soy yo para juzgar a los gays».
¿QUÉ DECIR ANTE ESTE ESPECTÁCULO DEL QUE,
CIERTAMENTE, LA NIÑA NO TIENE LA CULPA?
1. El
bautismo es un derecho de la niña, no de la mamá y menos de la pareja de la
mamá de Umma. No se administró este bautismo en consideración de la
homosexualidad de las dos mujeres sino en atención a la niña.
2. Es de
suponer que el obispo del lugar consideró todos los elementos necesarios para
autorizar este bautismo. Sin embargo, todo apunta a que haberlo autorizado en
un lugar menos visible e incluso de una forma más bien privada era una opción
más prudente.
3.
Curioso que la madrina (a quien compete garantizar la educación cristiana de la
niña) no haya estado presente.
4. Es
verdad que el Papa Francisco dijo en el vuelo de regreso a Roma tras la JMJ de
Río de Janeiro 2013 eso del «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene
buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Pero con regularidad culpable se
olvida lo que dijo inmediatamente después: «El Catecismo de la Iglesia Católica
explica esto de una manera muy hermosa […]: “No se debe marginar a estas
personas por eso, deben ser integradas en la sociedad”. El problema no es tener
esta tendencia; no, debemos ser hermanos, porque éste es uno, pero si hay otro,
otro. El problema es hacer el lobby de esta tendencia: lobby de avaros, lobby
de políticos, lobby de los masones, tantos lobby. Éste es el problema más grave
para mí».
La
doctrina completa del Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2357-2459) a la que
alude el Papa en esta materia es ésta:
La homosexualidad designa las
relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual,
exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy
variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen síquico permanece
ampliamente inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta
como depravaciones graves (cf Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), la
Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son
intrínsecamente desordenados" (CDF, decl. "Persona humana" 8).
Son contrarios a la ley natural.
Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una complementariedad
afectiva y sexual verdadera. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante las virtudes de dominio, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante las virtudes de dominio, educadoras de la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
5.
Finalmente, precisamente basados en esa doctrina definitiva de la Iglesia en
materia de homosexualidad, esta pareja de lesbianas –y ninguna otra– no podrán
casarse nunca en una iglesia católica. Al menos lícita y válidamente.
Jorge Enrique Mújica,
LC
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