Eres Capaz de Renunciar a la Comodidad....y al
desprendimiento de las cosas, y a una disponibilidad completa al querer divino
o sea de «Dios»
«Mientras
iban de camino, uno le dijo: «Te
seguiré a donde quiera que vayas».
Jesús le dijo: «Las zorras tienen sus guaridas y
los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde
reclinar su cabeza».
A otro le
dijo:«Sígueme».
Pero éste contestó: «Señor permíteme primero ir a enterrar a mi padre».
Y Jesús le dijo:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú
vete a anunciar el Reino de Dios».
Y otro le dijo:
«Te seguiré, Señor, pero primero permíteme
despedirme de los de mi casa».
Jesús le dijo: «Nadie que pone su mano en el arado
y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
(Lucas 9, 57-62)
La virtud de la Pobreza la debemos vivir todos los cristianos. Revisa hoy tus posesiones para que vayas descartando lo que esté de sobra y así puedas favorecer más a los necesitados.
La virtud de la Pobreza la debemos vivir todos los cristianos. Revisa hoy tus posesiones para que vayas descartando lo que esté de sobra y así puedas favorecer más a los necesitados.
Jesús expone en breves palabras el panorama para
los que quieren seguirlo: La renuncia a la comodidad, el desprendimiento de las
cosas, una disponibilidad completa al querer divino. Las
raposas tienen sus madrigueras y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo
del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza, (Lucas 9, 57-62) dice el Señor.
Pide a sus discípulos un desasimiento habitual: la costumbre firme de estar por encima de las
cosas que necesariamente hemos de usar, sin que nos sintamos atados por ellas.
Para los que hemos sido llamados a permanecer en el
mundo, requerimos una atención constante para estar desprendido de las cosas.
Una de las manifestaciones de la pobreza evangélica
es utilizar los bienes como medios para conseguir un bien superior, no como
fines en sí mismos. Tanto si tenemos muchos bienes,
como si no tenemos ninguno, lo que el
Señor nos pide, es estar desprendido de ellos, y poner nuestra seguridad y
nuestra confianza en Él.
Nuestro corazón ha de estar como el del Señor:
libre de ataduras. La verdadera pobreza cristiana es incompatible, no sólo con
la ambición de bienes superfluos, sino con la inquieta solicitud por los
necesarios.
Uno de los aspectos de la pobreza cristiana se
refiere al uso del dinero. Hay cosas que son objetivamente
lujosas, y desdicen de un discípulo de Cristo, y no deberían entrar en sus
gastos ni en su uso.
El prescindir de esos lujos o caprichos chocará quizá con el ambiente y puede ser en no pocas ocasiones que muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento.
El prescindir de esos lujos o caprichos chocará quizá con el ambiente y puede ser en no pocas ocasiones que muchas personas se sientan movidas a salir de su aburguesamiento.
Los gastos motivados por el capricho son lo más
opuesto a la mortificación aun si los pagara el Estado, la empresa o un amigo, y el corazón seguiría a ras
de tierra, incapaz de levantar el vuelo hasta los bienes sobrenaturales.
Pobres, por amor a Cristo, en la abundancia y en la escasez.
Un aspecto de la pobreza que el Señor nos pide es
el de cuidar, para que duren, los objetos que usamos: la ropa, los instrumentos de trabajo..., no tener
nada superfluo, no crearse necesidades. No quejarnos cuando algo nos falte, al
mismo tiempo que luchamos para salir de la difícil situación, con la alegría
profunda de quien se sabe en manos de Dios.
Jesús, nos cuenta el caso de tres personas que se
enfrentan ante la vocación. Los dos que llamas a seguirte
dejándolo todo reaccionan con condiciones; y al que no llamas, ése quiere
seguirte a «donde quiera que vayas».
Esta misma situación se sigue dando en la historia:
a algunos que no tienen vocación,
pero tienen buena voluntad, hay que frenarlos un poco; mientras que otros, sí
tienen vocación, pero buscan excusas para no entregarse.
Jesús, Tú
me has enseñado que hay una vocación universal -la llamada a la santidad, a la perfección cristiana- que se
concreta en distintas vocaciones específicas. Desde el camino de los religiosos
-con las muchas variantes que hay- hasta el camino del matrimonio, verdadera
vocación cristiana de apóstol. Lo que esperas de mí, Jesús, es que no me tape
los oídos a tu llamada, que busque sinceramente tu voluntad, que sea un alma de
oración. Y que no ponga condiciones a lo que me pidas.
Que no me engañe diciendo: de acuerdo, «pero
primero permíteme» que acabe la carrera, o que encuentre trabajo, o que me case,
o que disfrute de la vida un poco, o que...
«Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia
atrás es apto para el Reino de Dios».
«El
Señor, cuando prepara a los hombres para el Evangelio, no quiere que
interpongan ninguna excusa de piedad temporal o terrena, y por eso dice:
Sígueme y deja a los muertos que entierren a sus muertos» (San Agustín).
«Después del entusiasmo inicial, han comenzado las
vacilaciones, los titubeos, los temores.
-Te preocupan los estudios, la familia, la cuestión
económica y, sobre todo, el pensamiento de que no puedes, de que quizá no
sirves, de que te falta experiencia de la vida.
Te daré un medio seguro para superar esos temores: -¡tentaciones
del diablo o de tu falta de generosidad!- «desprécialos», quita de tu
memoria esos recuerdos.
Ya lo
predicó de modo tajante el Maestro hace veinte siglos: «¡no vuelvas la cara atrás!».
Jesús, al principio seguirte era sencillo. Rezar un poco más, ofrecer el estudio o el
trabajo, ser más servicial... Pero, después del entusiasmo inicial, todo me parece más difícil: parece que
no avanzo, las cosas cuestan más de lo previsto, y el mundo a mi alrededor
sigue tan indiferente hacia Ti como al principio.
Entonces, si me descuido, viene la tentación de que
no puedo... o de que quizás no sirvo para ser apóstol tuyo.
Jesús,
cuando aquel discípulo que te venía siguiendo en tus viajes por ciudades y
aldeas, quiere volver con su familia, le respondes -tal vez con dolor, por la
falta de generosidad de aquella persona: «¡no vuelvas la cara atrás!»
No es que la familia no sea importante; es que aún más importante es servir a Dios. Y si
Tú me pides abandonarlo todo y seguirte, nada -los estudios, la familia, o la
cuestión económica- debe hacerme cambiar de parecer.
Jesús, Tú eres el primero que te ocupas de mi
familia, y de que salga adelante en mi
vida profesional. Por eso, cuando me pides algo, me das también las gracias
necesarias para cumplir mis deberes familiares y profesionales, aunque a veces
cueste y requiera un poco más de paciencia y sacrificio.
En esos momentos, he de saber actuar con fe y
esperanza. Ayúdame a serte fiel en lo que
me vas pidiendo cada día.
Hoy Te pido Señor: que nunca te abandone por miedo, cansancio o falta
de generosidad.
La Virgen nos ayudará a no poner el corazón en nada caduco y a imitar a
Cristo que se hizo pobre por nosotros.
Al copiar este artículo favor conservar o citar la Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
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1 comentario:
Gracias, me da la alegría y esperanza de ser entendidos, y sentirnos mas confiados y seguros, que está animándonos a seguir por medio de esta meditación. Gracias nuevamente!
Roxana
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