CULTURA DE PAZ
14 junio 2008
La responsabilidad social en la educación es la responsabilidad que se deriva de la fraternidad de todos los hombres en la existencia
La responsabilidad social en la educación es la responsabilidad que se deriva de la fraternidad de todos los hombres en la existencia
Por
Federico Mayor Zaragoza
La
educación supone formar ciudadanos del mundo para que no sean manipulados, que
sean seres únicos capaces de contar como voz que puede ser el espejo de lo que
piensa la mayor parte del pueblo. La educación puede dar esta independencia.
La Carta
de la Paz es una excelente iniciativa y tenemos que respaldarla; entre tanto
escándalo y acontecimientos que leemos en los diarios, que podamos siempre
tener tiempo para reflexionar y pensar. Esta Carta es muy importante para la
transición de la ley de la fuerza hacia la convivencia fraterna, que es el gran
objetivo.
La
responsabilidad social en la educación es la responsabilidad que se deriva de
la fraternidad de todos los hombres en la existencia. Este es el mensaje que
nos deja el Ámbito María Corral y que es el artículo primero de la Carta de los
Derechos Humanos. Y agrega: unos con los otros, precedida de la fraternidad.
Educación
es tener esta responsabilidad y no depender del dictado de nadie. La educación
es un proceso de liberación, de hacernos independientes, de hacernos únicos;
este es el misterio, la esperanza: ser capaz de inventar, pensar, crear… por
eso las proyecciones de este futuro no son fatalistas. El futuro es nuestra
esperanza.
Cada ser
humano, sea quien sea, independientemente de todo, es una maravilla, porque es
capaz de no hacer proyecciones lineales sino imprevisibles.
En África
del Sur, con un segundo presidente negro, un país con exclusión total, de
pronto un prisionero, con 27 de años en la prisión impuso amor, manos abiertas
y brazos abiertos, y encontró un complementario, Leclerc, que fomentó que el
presidente fuera un hombre negro. Un solo hombre, una persona que dice que la
igualdad es imprescindible pero no se puede hacer sin libertad.
A mí no
me preocupa el silencio de los silenciados, pero me preocupa el silencio de los
silenciosos, de los que pueden hablar y no hablan, de los que pueden expresarse
y no lo hacen, de las instituciones que tienen el deber de denunciar y que a
veces ya no hacen uso de la palabra, cuando tendrían que levantar la voz.
Educación,
¿por qué? Siempre se comienza hablando de cuando. Pero lo que importa es el por
qué. Siempre hay otras preguntas. Educar para hacer ciudadanos del mundo con
capacidad intelectual, con capacidad de intervención, de participación.
La mayor
parte de los problemas que hoy tenemos -drogas, tráfico de personas- no se para
en las fronteras. Son problemas supranacionales, no fronterizos. Como el clima.
La
educación es la que nos tiene que hacer ciudadanos de nuestro campo espiritual,
pero sobre todo nos tiene que hacer ciudadanos del mundo. Einstein decía que o
bien el mundo es uno, o no es mundo. Los problemas hoy en día son globales.
Los
primeros agentes educativos son la madre y el padre. Si no existen, los
tutores. Son los que están en todo momento desde el comienzo, con la pedagogía
del amor, del ejemplo. Más vale un buen ejemplo que otra cosa.
Como
profesor universitario la ilusión es que algún día nos digan: maestro.
Educación,
¿con quién? Se mira a la administración. Sí y no. Los que mandan son el
reflejo, la imagen de los ciudadanos, por tanto son sus portavoces. Eso de
sociedad civil no me gusta, no es la única sociedad. Todos somos sociedad.
Todos tenemos que ser actores.
Educación,
¿cuándo? Durante toda la vida, para todos. Cuántas más lenguas, más paz, más
lazos. Primero la lengua materna, la que hemos aprendido desde el comienzo.
Educación,
¿dónde? En las escuelas, claro. Pero en todo el mundo. Hay una gran parte de
gente que con Internet puede saltar obstáculos. Ahora se puede hacer educación
interactiva.
Instrumentos:
el mejor es el libro. Es fundamental para expresarnos, leer. Al leer somos
coautores, no sólo lectores y eso es muy ventajoso.
¿Globalización?
No hay que creer esto. Aún no estamos globalizados. Porque solo llega al 5% de
la humanidad. Con tener un teléfono móvil no basta. Hemos de mejorar los
contenidos. No bastan las herramientas fantásticas, faltan los contenidos.
Ya no
tenemos nuestras propias respuestas, cogemos las respuestas de otros y nos
vamos uniformando. Somos seis mil millones de personas diferentes y no puede
ser que todos digamos las mismas palabras.
Gastamos
en armamento dos mil millones de dólares cada día. Hemos creado una maquinaria
enorme de la guerra. Nos hemos dejado seducir por el proverbio que dice: si
quieres la paz prepara la guerra. En cambio tenemos niños en la calle, niños
abusados sexualmente. No tenemos dinero para dar a los enfermos del Sida en
Africa.
La
autoestima es fundamental. Recuerdo una mujer de las que diríamos ignorantes,
analfabetas, cerca de Quito, en Ecuador, que decía: no nos venga a imponer
conocimientos, lo que queremos al final del día es llegar a decir: hoy me han
ayudado a ser un ser humano, como lo hace el Ámbito María Corral.
Darnos,
siendo aprendices y educadores. De otra manera no se tiene el gozo de vivir que
es el objetivo del ser liberado. Si somos libres, no somos marionetas de nadie,
haremos democracias sólidas y poco a poco cambiaremos el curso de los
acontecimientos grises de hoy en día.
Hace poco
leía un cuento de un país centroamericano. Decía: el padre y la madre se han
afanado a trabajar para que no les falte nada a sus hijos, y les falta todo.
Antes tenía una muñeca y ahora tiene diez. Hay que diferenciar la posesión y el
gozo. Lo que no hemos pedido no nos hace falta y no nos hace gracia. Tenemos
que pensar en la capacidad de cada uno de inventarse el día de mañana.
Deber de
memoria: si no tenemos memoria y no es fidedigna, no sabremos aprender bien la
lección de la historia, es una historia deformada. La historia ya no se
escribe, se describe y debe de ser fidedigna. Hemos de procurar aprender de
esta lección.
Deber del
futuro: el futuro es nuestra esperanza. Aún no se escribe. O aún no lo está. Y
hay muchos intereses para que se comience a escribir y debemos de escribirlo
todos juntos en la medida de contribuir a escribir las páginas de los días que
vienen.
Los más
grandes deben de ganarse a los más pequeños. Así se escribe conjuntamente el
futuro. Todo lo otro ya está escrito, hecho, condicionado.
Nuestros
hijos deben de escribir su propio futuro, que se lo inventen ellos, que para
eso son creativos. La educación debe de ser liberadora y si no libera …. debe
dar alas, para que cada uno vuele a su manera.
La gente
joven dice: en esta sociedad ya no hay nada que hacer. Muchas semillas no dan
frutos, hay un fruto que nunca recogemos y es el que no se ha sembrado. Hemos
de tener la perseverancia de sembrar.
Pensé que
había una manera muy breve y muy positiva de expresar esta acción contraria a
‘si quieres la paz prepara la guerra’. Pensé que era la cultura de la paz, que
quiere decir que se ha de cultivar cada día esta cultura, ha de hacer crecer la
paz, que vaya contra la violencia y la imposición. Pero, ¿cómo se pone en
práctica? ¿Cómo se evita el horror de la violencia de la guerra? Lo he ido
haciendo con mucha gente, en muchos países.
Si no
cambiamos la dirección actual, veo muy difícil que estos caminos de nuestros
hijos y nietos sean fáciles, pues aún estamos en una cultura que utiliza la
fuerza y no la razón, que utiliza la imposición y no el diálogo. Tengo
esperanza porque cada ser humano es un misterio y puede ser un milagro.
Ponencia
de las Jornadas anuales Interdisciplinares del Ámbito de Investigación y
Difusión María Corral
El autor
es presidente de la Fundación Cultura de Paz. Presidente del Consejo Científico
Fundación Ramón Areces
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