Uno guardaba un prudente silencio
sobre el Papa Francisco. Silencio hecho de respeto, de admiración y de
obediencia. Es el Sumo Pontífice. Es el sucesor de San Pedro, aquel hombre
apasionado y vehemente; bravo y cobarde al mismo tiempo. Fiel y traidor: Judas
traicionó a Cristo una vez, el bueno de Pedro lo hizo por triplicado. El mismo
que desenvainó la espada casi sufre un cólico intestinal cuando una mujer le
pregunta si es galileo y seguidor del Nazareno. El mismo que en sus escritos
roza el Cielo, tiene que aceptar que San Pablo –otro temperamental- le enmiende
la plana con los judíos, y estuvo la cosa al borde del cisma. Pero Cefas era el
Papa. Y punto.
Con lo del Cardenal Kasper,
surgen ahora, cargados por el diablo – bien lo dice aquí Juan del Carmelo-,
todo tipo de comentarios críticos con la figura del Santo Padre. Oigan ustedes,
comentaristas: dediquen sus esfuerzos a mejores causas. Dedíquense a rezar más;
hagan más penitencia; castiguen un poquito al asno de su cuerpo, como dirían
San Francisco y Santa Margarita de Cortona; amen a sus enemigos; sonrían y
agradezcan al Señor que sus ojos ven y sus riñones funcionan; oren por los
sacerdotes y por las vocaciones; canten y bailen, aunque sea mentalmente,
porque se les ha concedido un nuevo día y una nueva noche para dormir, o para
tener insomnio –ofrézcanlo, hagan el favor-, o para leer, o para atender a su
hijo con fiebre; sean felices porque viven en la casa del Padre y todo lo Suyo
es de ustedes, y no esperen que la Iglesia, o Dios, les recompense porque son
ustedes TAN piadosos.
No. No lo esperen. ¿O lo hacen
por cumplir? ¿O lo hacen para que Dios les premie? Yo pensaba que rezaban, se
mortificaban y “cumplían” por amor a Cristo y por expiar sus pecados. ¿O se
creen TAN impecables? Dejen de hacer como el hijo mayor de la parábola, que
siente envidia de la fiesta que el Padre celebra cuando el pequeño regresa a
casa. No sean TAN fariseos y dejen en paz al buen Papa Francisco y a cualquier
Papa. Dios sabe más que ustedes, ¿no se dan cuenta? Miren al Crucificado y
lloren pensando en todo lo que Él sufrió por cada uno de ustedes. ¿Qué más
quieren que les regale? Se dio Él mismo. ¿No tienen suficiente? Cada crítica
que dirigen al Santo Padre o a cualquier miembro de la Iglesia es una espina
más, un latigazo más, un puñetazo más en el cuerpo de Cristo. Déjenlo ya. Dejen
en paz a Cristo, a su Iglesia y a sus Cardenales. O, se lo garantizo, no
obtendrán misericordia. ¿Qué más quiere esta generación malvada? No se refiere
Jesús a “los de fuera”, lo dice por nosotros.
Callen y
recen. Porque: “¿No observáis que somos gusanos nacidos para formar la angélica
mariposa que dirige su vuelo sin estorbo hacia la Justicia de Dios? ¿Por qué se
eleva soberbio vuestro ánimo, cuando sólo sois deformes insectos, como crisálidas
que no llegan a desarrollarse?” Esto lo dice el Dante, por si quieren saberlo.
Y tengan en cuenta que en el infierno hay vírgenes y piadosos cumplidores, pero
no hay humildes.
Paco Segarra
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