Una sonrisa corrige muchos conflictos, porque en ella,está presente la suavidad del amor de Dios.
Por: Fernando de Navascués | Fuente: www.somosrc.mx
Con estas palabras: “el sacramento de la sonrisa”, el sacerdote y periodista José Luis Martín
Descalzo creaba un nuevo “sacramento” en la Iglesia hace ya unos cuantos años.
Obviamente
no estamos hablando de otra herejía, sino todo lo contrario: la posibilidad que tenemos todos los
cristianos, de cualquier condición, de hacer presente a Cristo ante el resto de
los hombres.
Es la
confirmación de que “tú me importas, porque si no
me importaras… me daría exactamente igual cómo decirte las cosas”. Una
sonrisa a tiempo corrige muchos conflictos, porque en ella, aunque no se note,
está presente la suavidad del amor de Dios. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.
Una sonrisa no es una risotada. Tampoco es una mueca hipócrita para
salir al paso en una situación compleja. Menos
aún una técnica profesional para liderar grupos de los que esperamos mayor
rendimiento laboral. Porque no es todo eso, la sonrisa es un “sacramento”.
La sonrisa es un fruto del corazón. Del corazón suave que sabe amar. No
del corazón adulador, no del corazón cobarde que no se enfrenta a los
problemas, tampoco del corazón que busca partidarios para una u otra causa (que
normalmente es la propia)… Por todo ello, la sonrisa es un “sacramento”.
Sonreír
es confiar. El confiar de mi corazón en tu corazón. Mi corazón descansa en Dios
y en ese descanso lleno mi alma. Y en mis labios rebosa lo que hay en mi alma,
y lo que hay en mi alma es la confianza de Dios en mí. Y por eso, justamente,
la sonrisa es otro “sacramento” que lleva a
Dios a los demás.
La
sonrisa de un niño alegra a cualquiera, pero fuera de esa ternura, ¿acaso no es más trascendente la sonrisa con la que una
esposa saluda al marido, o un padre perdona a un hijo, o un compañero de
trabajo agradece a otro la ayuda recibida? Sí, por eso, la sonrisa es un
“sacramento”.
Con la sonrisa sucede algo parecido a lo que pasa con la fe: para
mejorarla hay que compartirla. Y además, cuanto más sonreímos,
más se contagia. Cuanto más nos entregamos a hacer felices a los demás, aún en
las situaciones más complejas, mayor respuesta encontramos en quienes viven con
nosotros. La sonrisa cuando es honesta y sale de dentro, tiene un efecto multiplicador
y es capaz de conmover los corazones más duros. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.
La sonrisa tiene su origen en la alegría interior, y por eso también es
sanadora para quien la recibe, pues lo que le llega es una invitación a ser
feliz, a la conversión, a seguir creciendo. Titulábamos este artículo como “el
sacramento de la sonrisa”, quizá habría que titularlo también como “el apostolado de la sonrisa”.
Sea como
fuere, se trata de un “sacramento” que todos
podemos oficiar. Y a diferencia de otros, lo podemos ofrecer a quien no está en
gracia. ¡Es más, quizá quien no está en gracia es quien más
la necesita! ¿Seremos conscientes de que la primera sonrisa y la más contagiosa
es aquella que nace de un alma que está en gracia y amistad con Dios?
No hay comentarios:
Publicar un comentario