La ruta de la vida es larga y diversa, llena de obstáculos que tratan de quitarnos a Dios de nuestro corazón
Por: Oscar Schmidt | Fuente: reinadelcielo.org
En mi país existe una costumbre popular bastante difundida: muchos camiones y vehículos de carga tienen escritas
frases en su parte trasera, ideadas para demostrar el ingenio del conductor a
quienes se topan con estos obstáculos en la ruta. De este modo, mientras
volvía de un viaje de algunas horas por la llanura pampeana me encontré con una
frase delante de mi vista que llamó mi atención. Decía así:
“NO SOY EL DUEÑO DEL
MUNDO, PERO SOY EL HIJO DEL DUEÑO”.
Mi primera reacción fue negativa: ese señor se me
estaba presentando como dueño ya no sólo de la ruta, impidiendo mi paso, sino
mucho más: ¡como hijo del propio dueño del mundo! Entonces comprendí de
inmediato cuanto amor cristiano había en esa frase. ¡Era
verdad! Este hombre me daba una lección de inmensa sabiduría: me había topado nada menos con que un orgulloso hijo de
Dios, que me lo decía con toda claridad y sencillez. Y me lo hacía notar
poniendo en claro que su Padre era absolutamente dueño de todo lo Creado, ya no
sólo el camión y la ruta, sino de mi auto y de los que íbamos en él también.
Pero eso me hacía a mi también hijo del mismo Dueño de la Creación, por lo que
éste hombre pasó de ser un estorbo a mi paso, ¡a ser mi propio hermano!
Puestas así las cosas, yo sonreía mientras le agradecía a Dios por poner
pequeñas muestras de Su Sabiduría en lugares tan sencillos y cotidianos. ¡Qué poco hace falta para testimoniar el amor por Dios,
mostrándolo en la herramienta de trabajo, como lo hizo aquel conductor de
camión!
Somos los hijos del Creador de todas las cosas, qué duda cabe. Somos dignos
herederos del Reino que nos espera, también. Muchas veces recorremos la vida
sin siquiera darnos cuenta de nuestro destino de grandeza, un destino
espiritual que trasciende todas las miserias que rodean muchas veces a nuestra
vida. Testimoniar ser hijos de Dios nos hace recordar a los demás cuan
intrascendentes son los obstáculos de nuestro día, si los ponemos a la Luz de
la vista de Cristo. Claro que no somos los dueños del mundo, aunque a veces
actuemos como pavos reales, como si realmente lo fuéramos. Pero somos los hijos
del Dueño, por lo que debemos actuar honrando su Santo Nombre en todo momento.
Nuestros actos deben demostrar quién es nuestro Padre, de tal modo que logremos
invitar a los demás hijos del mismo Padre a reconocerse también miembros del
Reino de Dios.
La ruta de la vida es larga y diversa, llena de obstáculos que tratan de
quitarnos a Dios de nuestro corazón. Pero siempre encontramos letreros que nos
indican el trayecto correcto, el camino a Dios, aunque a veces aparezcan en el
lugar menos esperado. Como aquel camión que un día me recordó que por encima,
muy por encima de las superficialidades de este mundo, está nuestro Padre
Celestial cuidándonos y abrigando nuestro corazón con sus caricias y muestras
de amor.
Padre, que elegiste a la Criatura más Perfecta para ser el Arca que recree
la Nueva Alianza, que a través de su Seno Virginal enviaste a Tu Hijo a
derramar Su Sangre por nosotros, y que derramas Tu Santo Espíritu como ola que
barre este mundo, abre nuestros corazones y sonroja nuestros rostros con una
santa emoción, la emoción de reconocernos amados y esperados por Vos en Tu
Casa, cuando el tiempo sea el indicado por tu Santa Voluntad.
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