En Italia y Francia se veneraba ya a San Roque en el siglo XV, poco después de su muerte.
San Roque
era hijo del gobernador de Montepellier, lugar donde nació en 1378, y a la edad
de 20 años quedó huérfano de ambos padres. Durante la epidemia de peste que se
desató por aquella época en Italia, el santo se dedicó a asistir a los enfermos
y consiguió curar a muchos más tan sólo con hacer sobre ellos la señal de la
cruz.
Estando
en Piacenza, trabajando en uno de los hospitales, el santo contrajo la mortal
enfermedad. Como no quiso ser una carga para ningún hospital, decidió
trasladarse a las fueras de la ciudad, instalándose en una caverna. Sin
embargo, un perro lo alimentó milagrosamente, y el amo del animal acabó por
descubrir a San Roque brindándole cuidados y atención.
Cuando
recobró las fuerzas, el santo volvió a la ciudad donde curó milagrosamente a
muchas personas y numerosas cabezas de ganado. Retornó a Montepellier donde su
tío no lo reconoció y lo dejó en el abandono. San Roque fue arrestado,
probablemente porque fue confundido erróneamente por un espía, permaneciendo en
la cárcel por cinco años donde finalmente falleció.
La
popularidad y rápida extensión del culto a San Roque fue verdaderamente
extraordinaria. En su tumba se obraron muchos milagros, y son miles los que lo
han invocado contra la peste.
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