No derivar hacia el ataque personal. Siempre es mejor, por ejemplo, decir un "me ha molestado que llegues tarde y no me hayas avisado", que soltar un "eres un desconsiderado y un egoísta".
Por: Alfonso
Aguiló | Fuente: interrogantes
Para establecer una relación positiva con los
demás, y poder así decirse las cosas de forma fluida y sin acritud, es preciso
cultivar toda una serie de capacidades destinadas a combatir la negatividad y a
establecer una relación no defensiva con los demás.
El principal obstáculo es que probablemente en nuestro interior tenemos
grabadas unas respuestas emocionales negativas que no es fácil cambiar de la
noche a la mañana. Por eso hemos de poner esfuerzo en familiarizarnos con
respuestas emocionales más positivas, de modo que, con el tiempo, las vayamos
evocando de forma más natural y espontánea, en la medida que las incorporemos
más a nuestro repertorio emocional. Algunos ejemplos de esas capacidades
emocionales pueden ser los siguientes:
Tranquilizarse a uno mismo, pues al enfadamos
perdemos bastante de nuestra capacidad de escuchar, pensar y hablar con
claridad, y la excitación del enfado tiende a generar un enfado mayor si uno no
se da un tiempo muerto hasta lograr tranquilizarse.
Desintoxicarse de pensamientos negativos hipercríticos, que suelen ser los
principales desencadenantes de conflictos. Cuando logramos darnos cuenta de que
nos embargan pensamientos de ese tipo, y nos decidimos a hacerles frente, el
problema suele estar ya casi resuelto.
Escuchar y hablar de modo que nuestras palabras no despierten la defensividad
del interlocutor, es decir, que no las perciba como críticas u hostiles. De
modo análogo, hemos de esforzarnos en escuchar a los demás sin interpretar como
un ataque lo que quizá es una simple queja o una observación bienintencionada.
Detectar temas, momentos o situaciones de hipersensibilidad. Si observamos una
actitud de defensividad en una determinada persona, será una manifestación
clara de que el tema que se está tratando reviste importancia para ella (y que
por tanto conviene andarse con especial tacto), o que en ese momento está
alterada por algo, o que hay alguna razón por la que nuestra relación con esa
persona se ha dañado, en poco o en mucho. Por ejemplo, si observamos que le ha
contrariado que interrumpamos una explicación suya, podemos terciar, sin
acritud, diciendo: "perdona, que te he
interrumpido; di lo que ibas a decir".
Centrarse en los temas, sin enredarse en detalles nimios o en cuestiones
colaterales que entorpecen el diálogo.
No derivar hacia el ataque personal. Siempre es
mejor, por ejemplo, decir un "me ha molestado
que llegues tarde y no me hayas avisado", que soltar un "eres un desconsiderado y un egoísta".
Disculparnos cuando advirtamos que nos hemos equivocado, y asumir con sencillez
la responsabilidad que nos corresponda por nuestros errores.
Procurar reflejar el estado emocional del interlocutor. Si, por ejemplo, alguien nos
expresa una queja o una preocupación que le cuesta manifestar, hemos de
procurar reflejar que nos hacemos cargo de lo que siente en ese momento.
Ser generosos en el reconocimiento de los méritos de
los demás, y no escamotear, cuando sea oportuno, los elogios razonables que
destaquen y alaben explícitamente las cualidades del otro.
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