Cuando escribo estas
líneas es el 11 de Febrero, día de la Virgen de Lourdes, la Virgen de los
enfermos, día que para la Iglesia Católica es la Jornada Mundial del Enfermo;
precisamente el día en que nuestro Gobierno inicia los trámites para aprobar
por la vía exprés la Ley de la Eutanasia, coincidencia supongo que ignorada por
nuestros políticos, pero bien conocida por Satanás.
Cuando escribo estas líneas es
el 11 de Febrero, día de la Virgen de Lourdes, la Virgen de los enfermos, día
que para la Iglesia Católica es la Jornada Mundial del Enfermo; precisamente el
día en que nuestro Gobierno inicia los trámites para aprobar por la vía exprés
la Ley de la Eutanasia, coincidencia supongo que ignorada por nuestros
políticos, pero bien conocida por Satanás.
Ante todo, ¿qué es
la eutanasia?: Nos dice la
Declaración «Iura et Bona» de la Sagrada
Congregación de la Doctrina de la Fe del 5 de Mayo de 1980: «Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que
por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar
cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o de
los métodos usados».
Como católico me hago una
pregunta: ¿qué dice la Doctrina de la Iglesia sobre
la Eutanasia? : «Cuanto atenta contra la vida –homicidios de cualquier clase,
genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado-… deshonran más a
sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al
Creador» (Concilio Vaticano II, GS nº 27), doctrina confirmada en el Catecismo
de la Iglesia Católica: «la eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus
formas y motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la
dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador»
(nº 2324). Para san Juan Pablo II: «De acuerdo con
el Magisterio de mis Predecesores y en comunión con los Obispos de la
Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave
violación de la Ley de Dios, en
cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana
(Encíclica «Evangelium Vitae» nº 65).
Es decir, la eutanasia y el
suicidio, asistido o no, son homicidios. Como dicen nuestros Obispos en el documento «Sembradores de
esperanza» del 1-XI-2019: «La Tradición de la Iglesia
y su Magisterio han sido constantes en señalar la dignidad y sacralidad de toda
vida humana, así como la ilicitud de la eutanasia y del suicidio asistido».
La Eutanasia afecta
principalmente a dos profesiones: los Políticos, que la legalizan, y los
Médicos y demás personal sanitario. En cuanto a los Políticos, en su
Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis», Benedicto
XVI afirma: «En efecto, el culto agradable a Dios
nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales:
al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto
vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para
quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones
sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana,
desde su concepción hasta su fin natural… Estos valores no son negociables» (nº
83).
En Medicina, el rechazo a la
eutanasia se encuentra ya en el juramento hipocrático. Recientemente la
Asociación Médica Mundial (AMM), que representa a las organizaciones médica
colegiales de todo el mundo, afirmaba en su resolución adoptada en Octubre 2019
en su septuagésima Asamblea general: «La AMM se
opone firmemente a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica» («Sembradores
de esperanza, Introducción).
En su mensaje del día de hoy,
con motivo de la Jornada Mundial del enfermo, el Papa anima a médicos y
enfermeros a tener en cuenta siempre «la dignidad y
la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia,
al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea
irreversible… La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge
hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como
la fe en Dios, autor de la vida», precisa. El Pontífice advierte de que
en ocasiones la objeción de conciencia es una «elección
necesaria» para ser coherentes con el sí a la vida y a la persona.
Por supuesto, no me gusta el
crimen horrible del aborto (GS nº 52). Pero con la Ley de la Eutanasia, la
víctima del asesinato puedo ser yo, por lo que me opongo entre otras razones,
para defender mi vida.
Pedro
Trevijano
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