Sí, existen una
variedad de grupos que dicen ser católicos no romanos.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
PREGUNTA:
¿Existen Iglesias católicas no romanas?
RESPUESTA:
La aparición en algunos medios de comunicación
españoles de una mujer gallega que afirma ser “presbítera”
de la Iglesia católica y la natural respuesta oficial del arzobispado
que le corresponde, el de Santiago de Compostela, ha vuelto a poner sobre la
mesa no sólo la cuestión del sacerdocio femenino –algo definitivamente zanjado
en el catolicismo, como explica con claridad dicho arzobispado–, sino también
la existencia de una variedad de grupos que dicen ser “católicos
no romanos”.
Reproducimos a continuación
el artículo que ha escrito Luis Santamaría,
miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) en el portal Aleteia.
Se trata de una realidad que, si bien no abarca
un número grande de fieles, sí acapara la atención, en ocasiones como ésta, por
lo llamativo de sus planteamientos y, muchas veces, por lo estrafalario de sus
acciones. Asumiendo el riesgo que tiene simplificar un fenómeno tan complejo,
presentaremos los datos principales sobre estas corrientes cismáticas.
Su denominación es muy plural, según los autores
o las perspectivas de los diversos estudios. Se habla de pequeñas iglesias,
iglesias episcopales independientes, iglesias irregulares o no canónicas… Para
simplificar, podemos hablar de “iglesias católicas
no romanas”, formadas por creyentes que se confiesan católicos pero que
rechazan de forma grupal la autoridad jerárquica del obispo de Roma.
LOS
VETEROCATÓLICOS
El conjunto más significativo es el de los “viejos católicos” o veterocatólicos. Su origen
más actual está en el cisma que tuvo lugar en 1870 cuando rechazaron el dogma
de la infalibilidad papal, definido por el Concilio Vaticano I, afirmando que
estaba “en contradicción con la fe de la Iglesia
antigua”. Ya de paso, se rebelaron contra el dogma de la Inmaculada
Concepción de María y contra el Concilio de Trento. Fue un movimiento que tuvo
su importancia en algunos países europeos –sobre todo Alemania, Francia y
Suiza– y que cristalizó en la llamada “Unión de
Utrecht”, a partir de la redacción del manifiesto conocido como
Declaración de Utrecht, del año 1889. Se trata, pues, del último de los grandes
cismas o escisiones del cristianismo.
Cuando se produjo el cisma de 1870, a los
teólogos, sacerdotes y fieles principalmente alemanes que se separaron de Roma,
se adhirió después para conformar esa Unión de Utrecht un grupo de jansenistas
holandeses que en el siglo XVIII se habían separado de la Iglesia formando una
estructura eclesial paralela bajo la autoridad del arzobispo de Utrecht.
También se unieron algunos grupos de origen eslavo.
Entre otros elementos peculiares, destaca la
aceptación de las mujeres al ministerio ordenado en su triple configuración
(obispos-presbíteros-diáconos) desde 1996, decisión que motivó la salida de la
Iglesia Nacional Polaca de los Estados Unidos de América y Canadá, que
pertenecía hasta entonces a la Unión. Actualmente, 6 agrupaciones
veterocatólicas forman parte del Consejo Mundial de Iglesias.
OBISPOS
“INDEPENDIENTES” POR TODO EL MUNDO
Después de este grupo más destacado, podemos
encontrar diversas agrupaciones que, como afirma Manuel Guerra en su Diccionario
enciclopédico de las sectas, “son las
iglesias de los ordenados válida, pero ilícitamente; en algunos casos se han
separado de la Iglesia católica romana después de haber sido ordenados válida y
lícitamente”. Aquí se encontraría, en primer lugar por su importancia,
la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por el arzobispo Marcel Lefèbvre, que actualmente parece cada vez más cerca de
volver a la comunión católica.
Lo más habitual es encontrarnos con grupos que
dependen de obispos (ya que hay movimientos que proponen su propio “Papa”, pero que merecen un estudio aparte). Como
acabamos de ver, todos ellos habrían sido ordenados válidamente, pero en cuanto
a la licitud de su consagración episcopal, habría diferencias. Respecto a su
situación canónica, desde el punto de vista católico deberíamos hablar de episcopi vagantes,
prelados sin sede ni nombramiento, al estar fuera de la comunión con el obispo
de Roma.
En la mayor parte de los casos podemos trazar
una clara “genealogía episcopal”, ya que la
cuestión de la sucesión apostólica es fundamental en este tema, y ver unas
fuentes comunes de las que brotarían los diversos grupos cismáticos. En primer
lugar, las ordenaciones realizadas por obispos veterocatólicos, que mantienen
la sucesión apostólica. Se ha hecho muy común “invitar”
a un prelado viejo católico para “legitimar”
ordenaciones muy dudosas.
Otro modo de obtener una mitra es conseguir la
ordenación de manos de un obispo oriental u ortodoxo, cuyo ministerio también
es reconocido por la Iglesia católica. Así sucedió, por ejemplo, con el francés
Joseph René Vilatte (1854-1929),
que consiguió el presbiterado de los veterocatólicos y después logró la
consagración episcopal de unos obispos de rito siro-jacobita. A su vez, ordenó
a muchos obispos en todo el mundo, incluidos algunos de “Iglesias gnósticas”.
Una tercera fuente de “iglesias”
cismáticas es la ordenación realizada por obispos católicos en situación
irregular o, al menos, especial. Un paradigma fue el vietnamita Ngô-dinh Thuc (1897-1984),
conocido, entre otras cosas, por ordenar sacerdotes y después obispos a los
iniciadores de la secta española del Palmar de Troya (Carmelitas de la Santa
Faz). Se calcula en un centenar el número de personas ordenadas por monseñor
Thuc en todo el mundo. Y no ha sido el único que ha operado de esta manera. Hay
otros obispos a considerar en este apartado, como el peruano Cornejo Radavero (nacido en 1927).
ENTRE
EL TRADICIONALISMO Y EL PROGRESISMO
La seriedad de todo este panorama es diversa
según los grupos de los que hablemos. No es lo mismo pensar en movimientos más
asentados como los veterocatólicos o el lefebvrismo, por ejemplo, que pensar en
realidades en las que se pueden sospechar motivaciones más o menos explícitas
de buscar llamar la atención, alimentar el narcisismo o la egolatría de sus dirigentes
o trasladar una protesta contra la Iglesia católica.
Lo que sí está claro, en la mayor parte de los
casos, es que nos encontramos con grupos que se sitúan por lo general en los
dos extremos de un movimiento pendular. Unos consideran que la Iglesia católica
“Romana” se ha plegado al modernismo y ha
perdido su esencia, y defienden posturas tradicionalistas tanto en las formas
como en el fondo, aunque a veces se trata de un simple sentimiento nostálgico
de formas estéticas y litúrgicas antiguas.
Otros, situándose en el extremo contrario, miran
a una Iglesia anclada en el pasado con desdén y se creen con el derecho de
hacer avanzar el catolicismo tanto en cuestiones de exégesis bíblica y
dogmática como en aspectos más eclesiásticos y disciplinarios, y renovando ya
de paso lo tan manido de la moral sexual. Aquí se situaría la corriente a la
que supuestamente pertenece la española que ahora dice ser “presbítera”.
Si bien en España no se trata de una realidad
significativa, en Iberoamérica sí hay gran profusión de grupos que aparentan
ser católicos y se aprovechan de esta confusión para llegar a la gente. Ya sean
de tipo tradicionalista, ya progresista. En torno al año 2000, en el curso de
formación que impartía la Fundación SPES en Argentina, se señalaba como “el comienzo del verdadero derrotero de disidencias” la
excomunión del obispo Carlos Duarte,
sucedido en Brasil en 1945.
Según explicaba en este curso Alberto M. Dib, monseñor
Duarte fundó la Iglesia Católica Apostólica Brasileña, y de ahí nacieron la
Congregación Cristiana Católica Apostólica – Sacerdotes Obreros para la
Argentina, la Iglesia Católica Apostólica Argentina, la Iglesia Católica
Apostólica Ortodoxa Americana, la Iglesia Misionera de Evangelización –
Católica Apostólica Nacional – Orden del Espíritu Santo… que, a su vez,
comenzaron a relacionarse con la Santa Iglesia Católica Apostólica Mexicana y
otros grupos cismáticos de todo el continente.
LA
IGLESIA CATÓLICA PIDE CAUTELA
En 2012, el boletín informativo sobre sectas de
la diócesis católica de Dijon (Francia) ofrecía una reflexión sobre este tema.
Reconocía en primer lugar la seriedad de dos agrupaciones presentes en su país
–la “Pequeña Iglesia” y los veterocatólicos–,
con diálogo ecuménico en vigor con la Iglesia católica. Pero alertaba sobre
numerosos grupos que utilizan, como adjetivos, los de católica, apostólica,
galicana, tradicional, autocéfala, liberal… y que ni son reconocidas como
interlocutoras en el diálogo por la Iglesia católica, ni tienen el
reconocimiento de la Unión de Utrecht, que validaría la autenticidad de su
sucesión apostólica.
Además, muchas veces responden a una demanda de
sacramentos, ritos y fórmulas que algunas personas piden con una conciencia
claramente supersticiosa y mágica, sin fe cristiana ni sentido eclesial. En
esta línea tenemos que entender los avisos que han hecho algunos obispos
católicos sobre la realidad de los grupos “católicos
no romanos” en sus respectivas diócesis, incluso aunque se trate de
grupos serios, por el peligro de confusión para los fieles que pueden ser
engañados cuando no hay claridad por parte de los que usan nombres, títulos y
ritos católicos.
Por poner un ejemplo reciente, en 2013 tres
obispos argentinos avisaron de la presencia de veterocatólicos y “católicos disidentes” en su territorio, con un
comunicado en el que “se pide a los fieles de
nuestras diócesis que se abstengan de participar en las celebraciones que
realizan los ministros de dicha iglesia en casas de familias, a fin de que
permanezcamos unidos en la fe que nos transmitieron nuestros padres”.
Nada serio, por tanto, pero sí una llamada de
atención a la Iglesia católica y a sus pastores a preocuparse por estas
personas –no por sus fantasiosas pseudo-iglesias– y ofrecerles la puerta
abierta, que ellos un día aprovecharon para salir –y normalmente provocando un
escándalo–, también para el regreso a casa, en la comunión con los obispos
presididos por el de Roma.
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