miércoles, 19 de febrero de 2020

EL CIEGO QUEDÓ CURADO Y VEÍA TODO CON CLARIDAD


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

La esperanza es algo constitutivo en el ser humano. El hombre vive caminando hacia un futuro; su vida es siempre búsqueda de algo mejor. No puede vivir sin esperanza; dejaría de ser hombre. Necesita un aliento de esperanza que anime su vida. El hombre no sólo tiene esperanza, sino que vive en la medida en que está abierto a la esperanza y es movido por ella. La oscuridad cierra nuestros caminos y nos llena de angustia. Cuando se logra vencer el miedo a la oscuridad, aunque no se vea, se tiene la esperanza de seguir caminando, pero cuando la oscuridad atenaza nuestro corazón la vida pierde su sentido.

Hay quienes no ven físicamente, pero tienen su corazón lleno de luz, y hay quienes viendo, viven en oscuridad. Hoy al acercarme a Jesús lo hago con la misma fe y la misma sencillez de aquel ciego, le pido que me toque y que clarifique mi vista. También yo muchas veces camino en oscuridad, también he perdido con frecuencia la esperanza, también me encuentro tambaleante en el camino. Señor, toca mis ojos, sácame de en medio de mis preocupaciones y angustias, lléname de tu luz.

No quisiera mirar erróneamente a los hombres, ni como árboles, ni como negocio, ni como objetos, quiero verlos como tú los ves: como hijos de Dios, como mis hermanos, como miembros de un mismo cuerpo. Quiero que me duela su dolor, que me alegren sus contadas alegrías, que me compartan sus penas. No quiero vivir en oscuridad.

Señor, tócame, ábreme los ojos, que pueda contemplar tu luz y tu claridad, que pueda andar por tus caminos.

Señor, que como el ciego del camino pueda empezar a descubrir a todos los hombres y mujeres, no como árboles, no como cosas, no como negocio, sino como hijos de mi Padre Dios, como mis hermanos y pueda amarlos y servirlos. Amén.

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