Empecemos por
definir ¿qué es la fe?
Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx
La discusión entre
filosofía y teología acerca de la fe reside entre: a) creer racionalmente, o b)
activar la experiencia de vivir una relación cercana a Dios a través de la fe. Creer significa aceptar racionalmente algo como
cierto. Es una decisión que a menudo se basa en la evidencia. La fe, por su
parte, implica a la voluntad también, pero requiere de revelación y gracia.
El dilema entre si Dios existe o no es materia
humana. Creer en la existencia de Dios no es exactamente tener una fe
devotamente enfocada en los principios teológicos del cristianismo. Tener fe en Él significa incondicionalmente y
sin evidencia aceptar que Dios existe y, por lo tanto, seguir sus estatutos.
Si Dios es nuestro creador y tiene un plan para nosotros, no podemos
concebir entonces vivir independientemente de Él, como seres no creados.
Pero al tener fe la gracia
se ha manifestado, y el hombre espiritual es capaz de entender las cosas del
espíritu. En
toda la Escritura se muestra que el Espíritu Santo es el que enseña, guía,
revela, interpreta, aconseja y evidencia la existencia de Dios, su intervención
en la historia humana, su origen, su plan divino, su obra salvadora en la cruz,
y sus profecías.
Jesucristo es el hijo de Dios, es Dios mismo, y
es también el Salvador del mundo. El misterio de su naturaleza humana-divina es
complejo, pero en este se concentra el dilema entre creer o no creer. Si Jesús
es verdaderamente quien dijo que era, y quien la Biblia dice que es, toda
discusión acerca de la fe debería terminar, pues no hay argumento humano que
pueda rebasar a Dios.
Sin embargo, la voluntad humana a menudo se
opone a creer en los asuntos de la teología que no alcanza a comprender
mediante el raciocinio. Es
ahí donde se requiere la intervención divina para otorgarnos la gracia de creer
y así poder entender y aceptar los misterios de la fe.
No es lo mismo creer que
querer creer. La fe filosófica termina o se limita al ámbito de la reflexión,
mientras que la fe producto de la gracia es aquella que se somete a la
autoridad divina, su ordenanza y su doctrina. Es decir, que la filosofía se limita al
intelecto humano, mientras que la teología contiene la revelación del
conocimiento acerca de Dios, o sea, lo que Dios ha revelado acerca de sí mismo.
Es la fe, pues, el acto de la voluntad cuya
ignición es la gracia, la que conduce al hombre a encontrarse con Dios, no sólo
de manera reflexiva o contemplativa sino en una intimidad espiritual-orgánica
en la que la manifestación de Dios y su Reino se construye en la única verdad
no relativa, ya no a través de la creencia intelectual individual, sino de la
fe que se activa, se expande y se identifica con otros individuos de fe, en un
propósito universal.
Una cosa es creer en Dios, y otra cosa es
creerle a Dios. Mientras la filosofía se plantea la posibilidad de la
existencia de Dios desde la perspectiva humana, la teología nos enseña la
cosmovisión de la vida humana desde las verdades absolutas e inamovibles de
Dios. Pero nos toca a nosotros el someternos a la revelación del creador, o empeñarnos
en vivir en los límites de nuestra valiosa pero corta humanidad.
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