¿Tenemos una vida
fundada en la justicia y el amor?
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net
Apocalipsis
14, 14-19: El tiempo de la cosecha ha llegado ya; la mies de la tierra está
madura
Salmo: 95: Que todo se alegre ante el Señor
San Lucas 21, 5-11: No quedará piedra sobre piedra
Salmo: 95: Que todo se alegre ante el Señor
San Lucas 21, 5-11: No quedará piedra sobre piedra
Para el pueblo de Israel el templo era uno de
los signos más representativos de su religiosidad y de la presencia del Señor
en medio del pueblo. La gran construcción los hacía sentir seguros. Sus más
grandes desastres los vivieron cuando el templo fue destruido y la tristeza del
exilio consistía en no poder dar el culto al Señor.
Por eso miraban con orgullo la gran
construcción. Sin embargo Cristo les llama la atención, no sólo en
el pasaje que acabamos de escuchar, sino con mucha frecuencia, porque su
veneración por el templo no está respondiendo con la congruencia de una vida
recta en justicia y amor. Anunciarles que
será destruido el templo, es quitarles su mayor seguridad, pero es también
hacerlos reflexionar en lo que pide Dios para su culto. Es cierto que Dios ha
pedido el culto, pero un culto vivo que lleve al amor y al cumplimiento de sus
mandamientos.
Pero cuando el templo se transforma en
escaparate para esconder las injusticias, en lugar de ser una bendición está
llevando a la ruina. El mismo sentido tienen las palabras que Jesús dice a
continuación sobre los engaños de quien se quiere hacer pasar por el Mesías y
Señor.
En nuestros días muchos se han aprovechado de
los desastres ecológicos para anunciar un supuesto día final. Pero debemos
estar atentos y reconocer que el único que conoce el día final es el Señor
Jesús y que nosotros tendremos que tener una actitud de perseverancia, de
paciencia y de vigilancia. Nosotros también hemos puesto nuestras seguridades
en las cosas y los bienes, en el poder y la fama, y nos hemos alejado de
lo que busca el Señor.
Nosotros también hemos tomado una actitud de
despreocupación y de descuido frente a la venida del Señor. Tendremos que recuperar esa actitud que nos ayude a vivir plenamente
nuestros días como si fueran los últimos, no en el sentido de angustia, sino de rectitud, de vigilia y de
fraternidad. Si éste fuera nuestro último día ¿Cómo
lo viviríamos?
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