La pareja que ama y genera la
vida es la verdadera «escultura» viviente
—no aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al
Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las
realidades íntimas de Dios. A esto se debe el que la narración del Génesis,
siguiendo la llamada «tradición sacerdotal», esté
atravesada por varias secuencias genealógicas, porque la capacidad de generar
de la pareja humana es el camino por el cual se desarrolla la historia de la
salvación. — Amoris Laetitia, Punto 11.
Papa Francisco
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