Este 24 de noviembre, en el marco de su visita a
Japón, el Papa Francisco dirigió un discurso en el Memorial de la Paz de
Hiroshima, la primera ciudad que en 1945 sufrió el golpe de una bomba atómica
con decenas de miles de muertos, pero donde también ocurrió un episodio
documentado por historiadores y médicos, y que es conocido como el Milagro
de Hiroshima.
Ese hecho, sucedido el 6 de agosto de 1945, fiesta de la
Transfiguración, consiste en la supervivencia de cuatro sacerdotes jesuitas
alemanes a la catástrofe ocasionada por la bomba "Little
Boy", pese a que explotó muy cerca de donde estaban; incluso la
radiación -que mató a otras miles de personas en los meses siguientes- no tuvo
efecto en ellos.
Los jesuitas Hugo Lassalle, superior en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm
Kleinsorge y Hubert Cieslik, se encontraban en la casa
parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los pocos edificios que resistió a la
bomba. En el momento de la explosión, uno de ellos se encontraba celebrando la
Eucaristía, otro desayunaba y el resto en las dependencias de la parroquia.
Según escribió el propio P. Hubert Cieslik en un diario, únicamente sufrieron daños menores
producto de cristales rotos, pero ninguno a consecuencia de la energía
atómica liberada por la bomba.
Los médicos que los atendieron tiempo después les advirtieron que la
radiación recibida les produciría lesiones graves, así como enfermedades e
incluso una muerte prematura.
El pronóstico nunca se cumplió. No desarrollaron ningún trastorno y en
1976, 31 años después del lanzamiento de la bomba, el P. Schiffer acudió al
Congreso Eucarístico de Filadelfia (Estados Unidos) y relató su historia,
confirmando que los cuatro jesuitas estaban aún vivos y sin ninguna dolencia.
Fueron examinados por decenas de doctores unas 200
veces a lo largo de los años posteriores y no se halló en sus cuerpos rastro
alguno de la radiación.
Los cuatro religiosos nunca dudaron de que habían gozado de la
protección divina y de la Virgen: “Vivíamos el
mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días”, explicaron.
El P. Schiffer escribiría “El Rosario de
Hiroshima”, un libro en el que cuenta todo lo que vivió.
Hace unos años, al celebrarse un aniversario más de la bomba de
Hiroshima, el Obispo de Niigata, Mons. Tarcisius Isao Kikuchi, difundió un
mensaje en el que subrayó que Japón puede contribuir a la paz “no con nuevas armas, sino con sus actividades de nobleza
y amplia historia en el crecimiento mundial, de modo particular en las
consideradas naciones en vía de desarrollo”.
El Prelado añadió que “con esta contribución
al desarrollo, que lleva al pleno respeto y a la realización de la dignidad
humana, sería muy apreciado y respetado por la comunidad internacional”.
Cada año, del 5 al 15 de agosto, el país celebra una Oración por la Paz.
En Hiroshima y Nagasaki murieron unas 246 mil personas, la mitad en el momento del impacto de las bombas
y el resto en las semanas posteriores por los efectos de la radiación.
La bomba de Hiroshima fue arrojada el día de la Solemnidad de la
Transfiguración del Señor y la rendición de Japón ocurrió el 15 de agosto,
cuando la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
POR ÁLVARO DE JUANA
| ACI Prensa
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