Hace unos días me
encontré un video que me pareció muy rico y movilizador. Es de un sacerdote que
analiza la película «John Wick» desde una perspectiva cristiana.
Relaciona esta
película con algunos aspectos de nuestra vida que nos hacen caer en pecado.
Como por ejemplo la pornografía, ya sé que suena confuso ¿qué tiene que ver
John Wick con la pornografía? Pero luego de que veas el video todo quedará más
claro.
El padre Xavier menciona
algunas frases que podemos conectar con esta adicción y que nos sirven para
reflexionar de manera más profunda sobre los efectos que tiene la pornografía
en nuestra vida a nivel espiritual y emocional.
1. «NUESTROS ACTOS TIENEN CONSECUENCIAS»
La frase completa dice: «Nuestros actos tienen consecuencias y aunque creamos que
ya están olvidados, si hemos hecho un pacto con quien no deberíamos,
terminaremos pagando las consecuencias».
Es una frase fuerte y que
puede generar un poco de dolor. Si bien es cierto que tenemos que aprender a
perdonarnos porque Dios ya nos perdonó, no podemos ser ingenuos.
Tenemos que aceptar que en el pasado «hemos hecho
un pacto con la pornografía».
Muchas personas en las
sesiones de coaching me preguntan por
cuánto tiempo tendrán esas imágenes en la cabeza. Muchos se sienten culpables,
otros no pueden manejarlas cuando vienen de improvisto. Las consecuencias
de la pornografía pueden quedar en nuestro
cerebro durante muchos años.
Es por eso que tenemos que ser
conscientes de que el demonio y nuestro hombre viejo van a querer hacernos
tentar con imágenes del pasado. Con ese «pacto» que
alguna vez hemos hecho, para convencernos de volver a saborear ese gustito
agradablemente amargo. Pero no te asustes, al contrario, si hay lucha y batalla
significa que estamos peleando. Lo complicado sería que siguiéramos atados a
ese pacto.
2. HAS HECHO UN «PACTO CON LA PORNOGRAFÍA»
Lo has hecho para que por unos
segundos sientas que tienes el control y que alguien, por lo menos en tu
imaginación, te desee ardientemente. Una vez más otra frase con mucha fuerza. A
veces no somos conscientes de esto y vale la pena traerlo frente a nuestros
ojos.
Quienes
hemos visto pornografía, deseamos ser amados ardientemente. Y me
pregunto: ¿Quién no? ¿quién no quiere ser amado?, ¿quién no disfruta sabiendo
que hay alguien que piensa en uno? Y aquí hay que darle un aplauso a la
pornografía. Porque miente tan bien, que nos hace creer una y otra vez que ella
nos ama ardientemente.
Y al mentirnos de esa manera, nos hace creer que nadie nos va a amar tanto como ella. Y así nos podemos ir
transformando en personas desconfiadas, lejanas, que muestran poco afecto.
¿POR QUÉ SUCEDE ESTO?
Porque la pornografía me
ha hecho creer que nadie me puede amar, que no soy digno o digna del amor de alguien, que no soy lo
suficientemente lindo, inteligente o interesante como para ser amado. Es ahí
cuando uno empieza a creerse la mentira de la pornografía y empieza a
preguntarse: ¿Acaso yo voy a quitarle el sueño a
alguien? ¿Acaso yo puedo ser capaz de enamorar a alguien?
Ante esta mentirosa y
agotadora certeza, quien mira pornografía solo confiará en sus momentos de
soledad y «control», porque es más fácil
quedarse con ella que hacer el esfuerzo por conocer a alguien y
correr el riesgo de ser rechazado.
O más confuso aún, «correr el riesgo» de que alguien se enamore de
nosotros. Pero hay esperanzas. Porque la pornografía no sabe que en el momento
de mayor dolor y soledad, es cuando brotará de ese corazón herido, la semilla
del amor de su Creador y Redentor.
Esa semilla que se
transformará en la loca y descabellada certeza de que sí soy amado más allá de
mi apariencia física, mi inteligencia o cualquier otra aptitud y mérito humano.
Eres amado gratuita y ardientemente por el hecho de que eres y existes, nada más.
Y a partir de ahí, puedes
aprender a amar como eres amado. Y me animo a terminar con un juego de
palabras: en la medida que te ames al saberte amado, alguien más se enamorará
ardientemente de ti, querido lector. Pero no desesperes, confía en el Señor y da
lo mejor de ti. ¡Ten los ojos abiertos al amor real!
Artículo elaborado por Matías Conocchiari.
Escrito por Autor invitado
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