domingo, 11 de febrero de 2018

LA INCREÍBLE VIDA DE SANTA BERNARDITA, VIDENTE DE LA VIRGEN DE LOURDES, FRANCIA

Santa Bernadette Soubirous: nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia.
Su nombre era Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette.
Su familia fue de tradición molinera, pero se había empobrecido.
De tal modo que en el año de las apariciones la familia vivía en un lúgubre calabozo de una ex cárcel.
La familia Soubirous era muy pobre, a punto de faltarle la comida.
Bernardette apenas sabía leer y escribir y no hablaba francés sino el dialecto de la región.
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Recién había comenzado sus estudios de catequesis para tomar la comunión.
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Y lo hacía en el grupo de las niñas pobres.
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Ya que en la clasista sociedad de Lourdes de 1858 había clases para pobres y para ricos.

LA PIEDAD DE BERNARDETTE VENCE LAS PRUEBAS
Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia.
Para ser piadoso no es necesario ser sabio.
Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como orar y sin embargo pasaba largas horas en oración.
Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen como se habla con una persona cara a cara.
Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y eficaz.
Amaba la oración.
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Ella sabía muy bien como rezar el Santo Rosario el cual siempre llevaba en su bolsillo.
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Lo tenía en sus manos cuando se le apareció la Virgen.
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Su primer gesto en momentos de cualquier prueba o dificultad era siempre tomar su rosario y empezar a recitarlo.
La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos.
Pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje.
LA VALENTÍA Y EL DISCERNIMIENTO DE BERNADETTE
Esta niña de solo 14 años en 1858, tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente valiente y saber discernir.
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Para poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla para que contradijera sus declaraciones.
Pero ella se mantenía alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo había inventado todo.
Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio.
Sin embargo todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo.
Su voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que el mal genio del sacerdote.
Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de grandes obstáculos y de sus propias flaquezas.
Sobre el final, el 25 de marzo de 1858, la Virgen revela su identidad dándole a Bernardette la prueba que tanto pedía su párroco para creerle.
Las palabras de la Virgen, “Yo Soy la Inmaculada Concepción”, fueron las que derrumbaron de una vez por todas el muro de la incredulidad en el corazón de párroco.
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Quién se convirtió desde ese momento en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo temperamento contra los que atacaban a la niña.
A diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette fue la única vidente.
No tenía otros que corroborasen el testimonio y le sirviesen de apoyo.
Su única fuente de fortaleza era la misma Virgen Santísima. Pero esta era suficiente para ella.
Llegaría un tiempo donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas usadas para defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra.
Aquellos que la apoyaban sabían entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes defectos.
A su fortaleza interna le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban insolencia.
Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo y puso la marca del dedo en el centro del mismo y dijo: “Que el que no tenga amor propio ponga su dedo aquí” (indicando la marca del centro).

ÚLTIMOS AÑOS EN LOURDES
La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargo de conservarla sencilla, humilde y modesta.
No le gustaban el bullicio ni la popularidad.
Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los sufrimientos: de la incomprensión y burla.
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Casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda clase, recogida y resignada con paciencia.
Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron sordera, que esta se le quito hasta un poco antes de su muerte.
Bernardette no podía recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud y el gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga.
Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña.
En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular.
Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de nadie.
En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor.
Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860.
La superiora le dijo a la Hna. Elizabeth: “se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella”.
La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría: “Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor perfecto y un corazón exquisito”.
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Ella diría a la madre superiora: “Mi querida Madre, la han engañado.
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Bernardette es muy inteligente y asimila muy bien la doctrina que se le da.”
Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento elemental.
En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una niña de su edad.
Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear.
Muchas veces la ponían a cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardette se mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.
LA VOCACIÓN RELIGIOSA
La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida religiosa.
Parece que nunca Bernardette consideró en serio el matrimonio.
A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó claramente.
Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación.
Él le preguntó cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: “Señor Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva”
Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa como las hermanas a las que tan apegada estás?:
“Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo.
Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la dote necesaria”.

En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
“Madre mía, he orado mucho para saber si estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es “sí”.
Yo quisiera entrar en su congregación si soy aceptada.
Permítame pedirle que le escriba al Obispo”.
Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad.
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Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. “¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra”.
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Al día siguiente se despidió de su familia y en Julio 4 1866, Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.

SOR MARÍA BERNARDA
Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado.
Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían tan “ordinaria”, que tenían dificultad en ver santidad en ella.
Su idea de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia.
¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?
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Solo se puede encontrar respuesta en que era parte de la Providencia Divina para la santificación de Bernardette.
De manera particular la Maestra de Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos espirituales de Bernardette durante los 13 años que vivió en el convento.
La Madre María, quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de su divina voluntad, la cual formaba su vida interior.
PROFESIÓN ANTICIPADA
Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las otras novicias.
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Sus compañeras decían: “No es bueno ser Bernardette”.
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Pero ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de Dios.
Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años.
Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación.
Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo:
“¿Y la hermana Marie Bernard?, “Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para nada”.
Y prosiguió: “Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la enfermería”.
A lo cual el Obispo consintió.
La hermana Marie Bernard recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.
Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá.
Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto en la fe.
A Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874.
Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se disminuían.
Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento.
El cual era al mismo tiempo el más importante, y ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.
Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento.
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Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.
Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su salud constantemente empeoraba.
A partir de 1877 no es más que una inválida.
Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las prescripciones.
Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho.
Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma.
También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas.
Su pierna tuberculosa se le reventó.
Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por un tiempo.
Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba enferma.
Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía.
No perdió su fortaleza y su aceptación.
Bernardette padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879.
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El día 16 de Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor.
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Al acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió.
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Eran las 3:15 PM.
Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora….pecadora…”.
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Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento y la que estaba dedicada a San José.
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Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en Septiembre 22 de 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano.
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El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación.
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Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color.
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Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925.
Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933.
Y celebramos su fiesta el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de abril.
Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México.
Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas conversiones del corazón.
Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar dormida.
Su dulzura y paz aun toca los corazones.
UNA CARTA DE BERNADETTE SOUBIROUS AL PAPA
El 4 de noviembre de 1998 se publicó lo siguiente en una revista alemana:
En 1879 Bernadette escribió al Papa León XIII para presentarle los mensajes de Dios para el futuro.
De estas cinco profecías, cuatro ya se han cumplido.
La carta, considerada perdida durante 120 años, ha sido encontrada por el padre Antoine La Grande en el Vaticano cuando buscaba documentos sobre milagros de Lourdes.
Esta carta al Papa, escrita por Bernadette justo antes de su muerte, está formada por cinco mensajes de la Virgen sobre los acontecimientos de nuestro siglo y el venidero después del año 2000.
El contenido de la carta no ha sido publicado jamás, y las personas consultadas en el Vaticano afirmaron que se había extraviado.
El Padre La Grange ha descubierto este escrito en diciembre de 1997 en un armario metálico en el sótano de la biblioteca del Vaticano.
Se trata de cinco páginas distintas y en cada página figura una revelación.

1. La primera profecía habla principalmente del desarrollo del santuario de Lourdes después de la muerte de Bernadette.
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Describe la expansión de Lourdes como lugar de peregrinación y la eficacia de la célebre fuente de curación.
2. Este mensaje anuncia una serie de descubrimientos científicos importantes, como la explotación de la energía eléctrica, la bombilla, el gramófono y otros aparatos eléctricos.
3. La tercera profecía se refiere a la toma del poder en Alemania por Hitler y al nazismo, en los años 30, donde “se producirá un hecho terrible” y se terminará con una guerra en la que estarán implicadas casi todas las naciones.
4. Los esfuerzos de los hombres para volar en el espacio son anunciados en el cuarto mensaje (anunciado igualmente por la Virgen en Ámsterdam).
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Alrededor del año 1970 los americanos conseguirán el aterrizaje sobre la Luna, profecía cumplida en 1969 cuando el americano Neil Armstrong puso pie en la Luna.
5. La última y más tardía de las profecías dice así:
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…“La Santísima Virgen María me ha dicho que a finales del siglo XX llegará también el fin de la era de las ciencias.
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Una nueva era de fe comenzará sobre toda la Tierra.
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Se comprobará que es Dios quien ha creado el mundo y al hombre.
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Será el principio del fin de la ciencia en la que los hombres dejarán de creer.
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Millones de hombres se volverán de nuevo hacia Cristo y el poder de la Iglesia será mayor que nunca.
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La razón por la que muchos hombres se apartarán de los científicos será la actitud arrogante de los doctores que trabajan en la realización de una criatura producto de un cruce entre el hombre y el animal.
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Los hombres sentirán en lo más hondo de su corazón que esto es algo injustificable.
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En un primer tiempo no se sabrá impedir la creación de estos monstruos, pero los científicos serán finalmente cazados como una jauría de lobos.
En vísperas del año 2000 se asistirá a un choque entre los adeptos de Mahoma y las naciones cristianas.
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Tendrá lugar una horrible guerra en la que perderán la vida 5.650.451 soldados, y una bomba muy destructiva será lanzada sobre una ciudad de Persia.
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Pero al final vencerá el signo de la Cruz y todos los musulmanes se convertirán al cristianismo.
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Seguirá un siglo de paz y de bienestar, pues todas las naciones depondrán las armas.
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Seguirá una gran riqueza, pues el Señor derramará su bendición sobre los creyentes.
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En toda la Tierra no quedará ni una familia que viva en la pobreza y que sufra hambre.
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A un hombre de cada diez Dios le dará el poder de curar las enfermedades de los que piden ayuda.
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Después de estos milagros se escucharán los gritos de júbilo de un gran número de personas.
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El siglo XXI será denominado la “segunda Edad de Oro de la humanidad”.

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