De siempre se nos ha
dicho, porque era cierto, que una de
las características del catolicismo era su unidad en la fe, en la
doctrina, en la moral, en los sacramentos.
Pues bien, hoy es el día en
que se puede observar como una cosa es
el catolicismo en Alemania y otra muy distinta en Polonia. Uno el
catolicismo en la archidiócesis de Chicago y otro en la de Filadelfia. Y por no salir de España, uno es el catolicismo
en la archidiócesis de Granada, donde el arzobispo permite a comunión de
quienes viven en adulterio, y otro en
la diócesis de Alcalá de Henares, donde el obispo no para de recordar la
vigencia del magisterio bimilenario de la Iglesia.
Los obispos alemanes vuelven a
demostrar que se creen absolutamente independientes del resto de la Iglesia y
han decidido, sin pedir permiso a Roma, que los protestantes que estén casados
con católicos pueden comulgar. Dicen que para ello han de creer lo mismo que la
Iglesia cree sobre la Eucaristía. Pero, ¿de
qué tipo de fe eucarística estamos hablando si uno puede profesarla y seguir
siendo protestante? No, desde luego, de la fe católica. Y pretender que
es legítimo separar la fe eucarística del resto de la fe de la Iglesia es no
profesar la fe de la Iglesia.
Lo que están haciendo los
obispos “católicos” alemanes es como si en
tiempos de la crisis arriana se hubiera
admitido que arrianos, seminarrianos y católicos pudieran comulgar bajo la
excusa de que todos creían lo mismo sobre la Eucaristía. Semejante
barbaridad habría sido rechazada por todos. Hoy, la tenemos delante de nuestras
narices sin que parezca que nadie va a mover un dedo para impedirlo.
Cuando el Beato Newman se
convirtió a la fe católica, descartó por completo la legitimidad del
anglicanismo como vìa media entre el protestantismo y el catolicismo. Sin
embargo, hoy la Iglesia Católica se
parece mucho más al anglicanismo que Newman abandonó que al catolicismo de los
veinte siglos precedentes. Por supuesto, se trata de mera apariencia humana, porque la Iglesia siempre sigue
siendo la misma: una, santa, católica y apostólica. Los miembros muertos
y alejados de su fe, sin embargo, hacen tanto ruido que oscurecen a la vista
del mundo la esencia indestructible del Cuerpo de Cristo.
¿Queda catolicismo hoy en el
mundo? Por supuesto que sí. Pero se le obliga a convivir con un modernismo al que se da carta de
naturaleza oficial. Y sin embargo, sigue siendo verdad lo que enseñaba San
Pablo:
¿Y qué armonía
cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel?
2Co 6:15
2Co 6:15
Hoy, como durante la revuelta de Lutero, el objetivo a batir de los
enemigos de la Iglesia es la Eucaristía. El heresiarca alemán consideraba que la doctrina católica sobre la Misa
era blasfema. Si sus hijos espirituales son hoy admitidos a la comunión, es que
esa doctrina ha desaparecido, al menos en Alemania. Y sin Eucaristía no hay
Iglesia.
No dudemos ni por un instante
que el avance de la apostasía tiene
precisamente como fin la abolición del sacrificio perpetuo. Quieren cargarse la
doctrina de la transubstanciación, la doctrina del sacrificio eucarístico.
Lo de Alemania es solo un paso más en esa dirección. Lo que ha pasado en Brasil, con “obispas” protestantes consagrando con obispos “católicos”, es otro ejemplo más de la deriva
infernal en la que estamos inmersos. Si Dios no lo remedia, vendrán más pasos.
Todo en nombre de un ecumenismo que sirve más a Satanás, padre de toda mentira,
que a la voluntad del Señor. Cristo pidió por la unidad de los cristianos. Pero
no al precio de negar la fe que Él nos regaló.
Quiera Dios darnos la gracia
de estar entre los elegidos para ser parte del remanente fiel en un tiempo de
tinieblas y confusión.
Luis Fernando
Pérez
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