Durante el rezo del Ángelus este domingo 11 de febrero en la Plaza de
San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco se refirió a la Jornada Mundial del
Enfermo que se celebra este domingo y señaló que ninguna enfermedad puede
romper la relación con Dios, únicamente el pecado que es una enfermedad del corazón,
una lepra que puede purificarse con el sacramento de la confesión.
“Este domingo, el Evangelio, según San Marcos, nos
presenta a Jesús que cura a los enfermos de todo tipo. En ese contexto se sitúa
la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra precisamente hoy, 11 de febrero,
memoria de la Beata Virgen María de Lourdes”, señaló el
Santo Padre.
En ese sentido, el Papa explicó que “ninguna
enfermedad es causa de impureza: la enfermedad ciertamente toca a toda la
persona, pero de ningún modo afecta o le inhabilita para su relación con Dios.
Así, una persona enferma puede permanecer unida a Dios”.
Por el contrario, “el pecado sí que te deja
impuro. El egoísmo, la soberbia, la corrupción, esas son las enfermedades del
corazón de las cuales es necesario purificarse, dirigiéndose a Jesús como se
dirigía el leproso: ‘Si quieres, puedes purificarme’”.
El Santo Padre invitó a acudir al sacramento de la confesión para
purificar el alma: “Cada vez que acudimos al
sacramento de la Reconciliación con el corazón arrepentido, el Señor nos repite
también a nosotros: ‘Quiero, queda purificado’”.
Así, resaltó, “la lepra del pecado
desaparece, volvemos a vivir con alegría nuestra relación filial con Dio y
quedamos plenamente reintegrado en la comunidad”.
Francisco destacó luego que hoy, en el día de la Virgen de Lourdes y “con la mirada dirigida a la gruta de Massabielle,
contemplamos a Jesús como verdadero médico de los cuerpos y de las almas, que
Dios Padre ha enviado al mundo para curar a la humanidad, marcada por el pecado
y por sus consecuencias”.
El Papa explicó que “la página del Evangelio
de hoy nos presenta la curación de un hombre enfermo de lepra, patología que en
el Antiguo Testamento se consideraba una grave impureza y que implicaba la
marginación del leproso de la comunidad”.
“Su condición era realmente lamentable, porque la
mentalidad de aquel tiempo le hacía sentirse impuro ante Dios y ante los
hombres. Por eso, el leproso del Evangelio suplica a Jesús con estas palabras:
‘Si quieres, puedes purificarme’”.
El Papa señaló que “al oír aquello, Jesús
sintió compasión”. En este sentido, invitó a “fijar
la atención sobre esta resonancia interior de Jesús, como hemos hecho durante
el Jubileo de la Misericordia. No se entiende la obra de Cristo, no se entiende
a Cristo mismo, si no se entra en su corazón rebosante de compasión y de
misericordia”.
Es esa compasión “la que lo lleva a extender
la mano sobre aquel hombre enfermo de lepra, a tocarlo, a decirle: ‘Quiero,
queda purificado’. El hecho más impactante es que Jesús toca al leproso, porque
aquello estaba totalmente prohibido por la ley mosaica. Tocar a un leproso
significaba contagiarse también en el interior, en el espíritu, y, por lo
tanto, quedar impuro”.
“Pero, en este caso, el influjo no va del leproso a
Jesús para transmitir el contagio, sino de Jesús al leproso para darle la
purificación. En esta curación admiramos, además de la compasión, la audacia de
Jesús, que no se preocupa no del contagio ni de las prescripciones, sino que se
mueve solo por su voluntad de liberar a aquel hombre de la maldición que lo
oprime”.
Para concluir, Francisco hizo votos para que “por
intercesión de la Virgen María, nuestra Madre Inmaculada, pidamos al Señor, que
ha llevado también la salud a los enfermos, que sane nuestras heridas
interiores con su infinita misericordia, para que nos dé otra vez la esperanza
y la paz del corazón”.
Redacción ACI
Prensa
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