Monseñor Alfred
Xuereb, que desde 2007, durante 5 años y medio, explica en Vatican News algunos
detalles de la renuncia de Benedicto XVI.
“Antes de que el
Papa Francisco saliera ante el mundo, asomándose al balcón de la Basílica de
San Pedro, él quiso llamar al Papa Benedicto para saludarlo”, dijo a Vatican News Monseñor
Alfred Xuereb, que desde 2007, durante 5 años y medio, fue segundo secretario
de Benedicto XVI y que ha sido entrevistado por Alessandro Gisotti.
“Nosotros
estábamos en la sala de la televisión, donde el teléfono está siempre
silenciado, por lo que no oíamos la llamada. Eso explica porqué se demoró el
Papa Francisco en asomarse. Después, nos volvieron a llamar durante la cena y
nos preguntaron que dónde habíamos estado… allí delante de la TV… nos dijeron
que el Papa Francisco iba a volver a llamar después de cenar y así fue. Le pasé
el teléfono a Benedicto y escuché que decía: ‘Santidad, desde este momento, prometo mi total obediencia y mi
oración’. Son momentos que no puedo olvidar”, reconstruyó Alfred Xuereb.
El actual Secretario General
de la Secretaría para la Economía hace hincapié en que la decisión de Benedicto
XVI de renunciar al ministerio petrino fue un acto heroico y de amor a la
Iglesia, cuya grandeza se va comprendiendo cada vez más. El próximo 11 de
febrero se cumplirán cinco años de la renuncia, hoy papa Ratzinger se encuentra
retirado en el pequeño monasterio Mater Eclessiae, dentro del Vaticano.
La entrevista ha sido publicada
por Vatican News en italiano hoy, después de la publicación (miércoles 8 de
febrero) de la carta de Benedicto XVI enviada al periódico italiano, Il
Corriere della Sera. En la misiva el
Papa emérito de 90 años, agradeció la preocupación de los fieles por
su estado de salud en “este último
tramo del camino”.
En estos años de servicio y
oración, el don más grande que está ofreciendo a la Iglesia, como dijo el mismo
Benedicto XVI, permaneciendo en el ‘recinto de
Pedro’. “Él quiso tomar esta decisión de vivir una vida retirada precisamente
para poder prepararse al encuentro final con el Señor y mientras lo hace vive
con profunda espiritualidad, ofreciendo oraciones y ofreciendo también la
fragilidad de su condición de salud, la ofrece en favor de la Iglesia, por el
Papa y por la Iglesia”.
En el año que fue secretario
del Papa Francisco, Mons. Xuereb vio de cerca el aprecio mutuo que sienten
ambos el uno por el otro:
“El Papa
Francisco dio enseguida la definición justa: ‘Tenemos el privilegio de tener al
‘abuelo’ en casa’. Tenemos pues una memoria histórica viva a la cual podemos
acudir. Estoy seguro de que el Papa Francisco lo hace. Luego, por supuesto,
hablan también los gestos”.
© PIZZOLI & BOUYS / AFPFrancisco y Benedicto
XVI, los dos autores de la encíclica Lumen Fidei
“Son muchísimos
los recuerdos que tengo del Papa Benedicto y no quiero olvidarlos para conservar
viva la memoria de estos años, de ese periodo que viví con él… ¿Cuáles son los
momentos más fuertes? Por su puesto los enlazados con su renuncia. Recuerdo muy
bien, el 5 de febrero de 2013, cuando el Papa Benedicto me invitó a tomar
asiento en su estudio privado y me anunció la gran decisión de su renuncia.
Pensé en pedirle
que lo pensara un poco más, pero casi en seguida me detuve, porque estaba
seguro de que había rezado largo tiempo. Aún más, justo en ese momento recordé
un detalle.
Durante un periodo
bastante largo, cuando él, en la sacristía, antes de empezar a celebrar la Misa
en la capilla privada, permanecía en oración durante tanto tiempo; y a pesar de
las campanadas del reloj que marcaba la hora del comienzo de la Misa, él
permanecía en recogimiento ante el Crucifijo que está en la sacristía. Yo
estaba convencido de que rezaba por algo muy importante. Ese 5 de febrero,
cuando escuché que el Papa Benedicto me comunicó su gran decisión, pensé:
‘¡Entonces, seguramente rezaba por esto!’.
Luego, por
supuesto otro momento fuerte fue cuando anunció públicamente su renuncia
durante ese Consistorio del 11 de febrero.
Lloré durante
todo el tiempo y también en el almuerzo, él comprendió que yo estaba con una
gran conmoción y le pregunté: ‘Santo Padre, ¿usted estaba tranquilo, sereno?’ Y
él me respondió con decisión: ‘Sí’, porque ya lo había ponderado en la
meditación y en la oración. ¡Él estaba sereno precisamente porque estaba seguro
de haber sopesado bien la cosa en la paz y en la voluntad de Dios!”
Luego, llegó el momento en que
Mons. Xuereb se despidió de Benedicto XVI, con su bendición, para ser
secretario del Papa Francisco:
“Un momento muy
fuerte para mí fue el de la despedida, porque él me repitió: ‘Usted irá con el
Papa nuevo’. Por lo que, cuando fue elegido el Papa Francisco, le escribió una
carta reiterando su disponibilidad para dejarme libre en caso de que me
necesitara.
Y, cuando llegó
el día de dejar Castel Gandolfo para ir con el Papa Francisco – desde la
Secretaría de Estado me dijeron: ‘Apúrate, prepara tus maletas, porque el Papa
Francisco está abriendo la correspondencia solo’ – entré en el estudio del Papa
Benedicto para anunciarle eso y le pedí, llorando, su bendición. Él con
mucha serenidad se levantó, yo me arrodillé, y me dio su bendición con la que
me dejó ir”.
Mons. Xuereb recuerda también
el encuentro con Benedicto XVI, del pasado mes de octubre:
“Me invitó él
para el día de mi cumpleaños, para celebrar la Misa y luego desayunar, lo
encontré con una mente muy activa, preguntaba tantas cosas… Con su mirada me
decía: ‘¡Estoy muy contento de volverte a ver!’ ¡Recordaba muy bien también
detalles sobre mi familia, mi madre, incluso los gatos de mi mamá! Claro que
físicamente está muy frágil. Tiene casi 91 años y sin embargo mi mamá que tiene
‘sólo’ 82 años no está como él”.
En estos cinco años, cómo se
ha comprendido el gesto sorprendente de Benedicto XVI:
“Fue un gesto
grandioso. Él comprendió, en especial, durante el vuelo a México que ya no
podía hacer viajes largos. Ya se acercaba la Jornada Mundial de la Juventud en
Brasil y se dio cuenta de que ya no podía hacer todos esos esfuerzos… Cumplió
un acto heroico, en mi opinión, porque pensó en primer lugar en la Iglesia, en
su amor a la Iglesia, que era mucho más grande que el amor a sí mismo, a su
ego. No le importó lo que algunas personas o ambientes podían decir sobre él,
que quizá no tenía la valentía de seguir adelante… Él permaneció siempre
sereno, una vez que comprendió que Dios le pedía este acto de gobierno, amando
más a la Iglesia que a sí mismo”.
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