Lo que sucedió en la provincia
de Mendoza (Argentina) hace pocos meses y es motivo de investigación por estos
días no está muy alejado de las historias que relató Leila Guerriero en su
libro Los suicidas del fin del mundo.
La periodista oriunda de Buenos Aires narró en 2006 cómo de un día para el otro
comenzó una ola de suicidios que dejó una veintena de jóvenes sin vida en el
pequeño pueblo de Las Heras, en Santa Cruz. Se preguntó los motivos que los
llevaron a tomar esa decisión y las respuestas fueron demasiadas. Los jóvenes
aparecían en las calles, colgados de una soga.
Según explica Exequiel
Ferreyra en el diario El Sol, Mendoza también es protagonista de una serie de
casos que generaron impacto y encendieron la alarma de las autoridades. El
primero de ellos se descubrió a principios de noviembre del año pasado: un adolescente apareció sin vida colgado de
un árbol en el complejo La Favorita. Los testigos señalaron que no tenía
más de 15 años y una cuerda rodeaba su cuello. Nada pudieron hacer para
salvarlo.
Un mes después, un amigo de la
misma cuadra y de casi la misma edad también se suicidó de igual forma. Este
año, en enero, otro chico se mató colgándose con una cuerda. Los hechos fueron
apareciendo mes a mes con idéntico mecanismo y se contabilizaron hasta la fecha cinco suicidios de adolescentes de entre
12 y 16 años. El drama fue creciendo en las autoridades porque podrían
haber llegado a siete: hace poco tiempo, dos chicos fueron rescatados cuando
colgaban de un árbol en otro sector del complejo capitalino.
La preocupación rodeó a las
familias y comenzó a intervenir el Órgano Administrativo Local (OAL), que
trabaja en situaciones de vulnerabilidad de los derechos de los niños, porque
detectaron que podría tratarse de
fenómenos vinculados al espiritismo.
Como se trataba de adolescentes varones del mismo grupo de amigos de las
barriadas que conforman La Favorita, las causas de suicidio llegaron a la
Justicia hace tres semanas, se unificaron y comenzaron a ser instruidas por la
fiscal especial Claudia Alejandra Ríos. El OAL radicó la presentación con un
solo objetivo: conocer si existe
instigación al suicidio.
INVESTIGACIÓN DE LOS HECHOS
Por el estudio que realizaron
los profesionales en la zona donde ocurrieron los hechos –entrevistas con
familiares de los chicos, vecinos, policías hasta personal médico del centro de
salud– se cree que una o más personas
podrían estar influyendo en los pensamientos de los chicos para que tomen la
drástica decisión de matarse. Como eso es un delito, la fiscal inició la
instrucción.
El artículo 83 del Código
Penal habla de la inducción al suicidio y las penas que corresponden en caso de
comprobarse. “Será reprimido con prisión de uno
a cuatro años el que instigare a otro al suicidio o le ayudare a cometerlo, si
el suicidio se hubiese tentado o consumado”.
Con los hechos consumados y el
conocimiento de que existe la posibilidad de tomar declaración en Cámara Gesell
a los dos menores que alcanzaron a ser rescatados –medida que realizará la
fiscal especial en los próximos días–, se comenzó a investigar judicialmente
los motivos que llevaron a estos cinco adolescentes a quitarse la vida.
Prima
facie, los
investigadores determinaron, después de una serie de trabajos en el complejo
capitalino, que todos los protagonistas
formaron parte a principios de octubre del año pasado de un encuentro en el que
se jugó al popularmente conocido “juego de la copa” (ouija). Se
trata de aquel en el que se utiliza una copa boca abajo rodeada por las letras
del alfabeto y los participantes colocan el dedo índice en la base de la misma.
Supuestamente, esto permite el contacto con “espíritus
de difuntos”.
El grupo de amigos se juntó
varias veces en la misma casa de La Favorita y lo integraban chicos de entre 12
y 16 años. Si bien los investigadores pidieron reservas del lugar exacto,
aportaron que pasaban las horas en una habitación
–inclusive durante la madrugada– y allí
participaban en el juego. Se cree que cada vez que la copa llegaba a una
letra inicial del nombre de uno de los presentes, este debía quitarse la vida.
Es por esto que sospechan que se juntaron más de cinco veces en los últimos
meses en ese domicilio.
La fiscal dio los primeros
pasos en la instrucción y citó a los progenitores de los chicos con el fin de
conocer detalles de la vida de cada uno y la relación que mantenía con sus
amigos. Trascendió que algunos estaban escolarizados y otros no.
Si bien la causa está con
secreto del sumario y muchos prefieren no aportar detalles, fuentes policiales
relataron a El Sol que comenzaron a seguir los perfiles de Facebook
de los menores –la mayoría no tenía conexión en su casa e ingresaba en
locutorios– y se hizo foco en los contactos. Allí, explicaron, podría estar la
respuesta.
Lo cierto es que la
preocupación reinó en las familias, el OAL y también en el Ministerio Público.
En la barriada, todos conocen el tema pero pocos quieren hablar. Comentan que todo comenzó con el juego de la copa y
la influencia que podrían haber tenido durante la participación los integrantes
de mayor edad del grupo. Las preguntas nacieron y las respuestas, por ahora, no
son concluyentes.
El diario El Sol aclara
que mantiene una postura responsable cuando aparece un caso de suicidio. No los
da a conocer para evitar coberturas repetitivas que pueden generar pensamientos
suicidas. En este caso, los publica por tratarse de una ola de hechos que generaron
una investigación que podría llegar determinar que hubo inducción en los
mismos.
Secretaría RIES
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