Organizar Misas para
los vivos es un significativo acto de caridad.
Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente: es.denvercatholic.org
Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente: es.denvercatholic.org
En los tiempos de los Macabeos (Antiguo
Testamento) los líderes del pueblo de Israel afirmaban la eficiencia de
las oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían
partido de esta vida, encuentren el perdón por sus pecados y la esperanza de la
resurrección eterna (ver 2Mac 12,43-46).
En el Nuevo Testamento hay varios pasajes que
indican un proceso de purificación después de la muerte. Por ejemplo
cuando Jesucristo declara “Y quien hable una
palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel que hable una
palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el
que vendrá” (Mt 12,32). Habla de un perdón o no perdón posterior a esta
vida.
La Tradición de la Iglesia, que se remonta hasta
los primeros años del cristianismo, confirma la creencia en el Purgatorio y la
conveniencia de orar por nuestros difuntos.
El testimonio de la
Tradición llega hasta nosotros por una triple vía:
1) La costumbre de orar
por los difuntos en los actos litúrgicos y de forma privada.
2) Los escritos patrísticos y
los santos hablan de la existencia de las penas del purgatorio.
3) Los testimonios
arqueológicos como epitafios e inscripciones funerarias, en ellos se
manifiesta la fe en una purificación posterior a esta vida.
En las catacumbas o cementerios de los primeros
cristianos, hay aún esculpidas muchas oraciones primitivas, lo que demuestra
que los cristianos de los primeros siglos ya oraban por sus muertos.
Los primeros misioneros que evangelizaron
América introdujeron la costumbre, aún presente en muchos lugares, de rezar una
Novena en la que los familiares se congregan para acompañar a los deudos y
ofrecen a Dios oraciones por el difunto. También la Iglesia, desde tiempo
antiguo, introdujo la costumbre de celebrar el día 2 de noviembre dedicado a
los difuntos, día en el que los católicos vamos a los cementerios y, junto con
llevar flores, elevamos una oración por nuestros seres queridos. La Iglesia
Católica observa esta costumbre en todas partes; y si ella no creyera que se
les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no ofrecería por ellas el
sacrificio a Dios. Según nuestra fe católica, se pueden ofrecer oraciones,
sacrificios y Misas por los muertos, para que sus almas sean purificadas de sus
pecados y puedan entrar cuanto antes a la gloria a gozar de la presencia
divina.
Y ¿Por qué esperar a que alguien muera para
celebrar Misa por él? En los velatorios, no es raro escuchar a alguien comentar
con remordimiento que hubiera estado mejor si todas las flores en la habitación
se hubieran mandado a las personas mientras estaban vivas, y es una gran
verdad. Pero lo mismo podríamos decir de las Misas de difuntos.
Hacer el esfuerzo de organizar Misas para los
vivos es un significativo acto de caridad y, puesto que la Misa es el acto de
oración más poderoso en el que podamos participar para rogar por otra persona,
es un profundo acto de misericordia, independientemente de qué edad tenga o en
donde esté. Es bueno mandar celebrar Misas para los vivos, amigos y
familiares, incluso extraños de los que has oído hablar o sobre los que has
leído y que estén pasando por un mal momento o se encuentran en medio de un
tragedia. Esto es un acto de amor para con ellos.
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