"Se
encontraba Jesús ya cerca de Jericó. Un ciego que estaba sentado junto al
camino, pidiendo limosna, al oír que pasaba mucha gente preguntó qué
sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí, y él
gritó:
– ¡Jesús, Hijo de
David, ten compasión de mí!
Los que iban
delante le reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía más:
– ¡Hijo de David,
ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y
mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca le preguntó:
– ¿Qué quieres que
haga por ti?
El ciego contestó:
– Señor, quiero
recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– ¡Recóbrala! Por
tu fe has sido sanado.
En aquel mismo
momento recobró el ciego la vista, y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la
gente que vio esto alababa también a Dios."
Como aquel hombre, somos ciegos que nos encontramos al borde del camino. El camino de Jesús, que no acabamos de seguir. Ciegos, porque no acabamos de encontrar a Dios en la vida. Si queremos recobrar la vista, primero nos hemos de considerar ciegos. Y tener el deseo de recobrar la vista.
Por desgracia, somos demasiados los que creemos verlo todo y no vemos nada. Los que creemos que estamos en el camino, y sólo estamos al borde.
Reconocernos ciegos, querer recuperar la vista y saberlo pedir. Creer que Jesús nos la puede devolver; porque sólo la Fe es el colirio que devuelve la visión a nuestros ojos.
Después, seguir tras Él, alabando a Dios. Siendo testigos de su luz, esa luz que ahora sí podemos ver.
Como aquel hombre, somos ciegos que nos encontramos al borde del camino. El camino de Jesús, que no acabamos de seguir. Ciegos, porque no acabamos de encontrar a Dios en la vida. Si queremos recobrar la vista, primero nos hemos de considerar ciegos. Y tener el deseo de recobrar la vista.
Por desgracia, somos demasiados los que creemos verlo todo y no vemos nada. Los que creemos que estamos en el camino, y sólo estamos al borde.
Reconocernos ciegos, querer recuperar la vista y saberlo pedir. Creer que Jesús nos la puede devolver; porque sólo la Fe es el colirio que devuelve la visión a nuestros ojos.
Después, seguir tras Él, alabando a Dios. Siendo testigos de su luz, esa luz que ahora sí podemos ver.
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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