"Al salir Jesús de allí, vio a
un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba
los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Mateo se levantó y le siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo
en la casa, y muchos cobradores de impuestos, y otra gente de mala
fama, llegaron y se sentaron también a la mesa con Jesús y sus
discípulos. Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos:
– ¿Cómo es que vuestro maestro come
con los cobradores de impuestos y los pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
– Los que gozan de buena salud no
necesitan médico, sino los enfermos. Id y aprended qué significan estas
palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis
sacrificios.’ Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores."
En la festividad de San Mateo leemos el relato
que él mismo hace en su evangelio, sobre la llamada que le hace Jesús. Llama
la atención lo escueto de la escena: pasa Jesús, lo llama y él lo deja todo y
le sigue.
Mateo era recaudador de impuestos para Roma. Una persona odiada por colaborar con el invasor y que seguramente hacía trampas en sus cobros. Sin embargo Jesús lo llama y él no duda en seguirle. Nosotros ya lo habríamos clasificado como indeseable y lo habríamos tachado de nuestra lista. Luego encontramos a Jesús comiendo en casa de Mateo con gente de "mala fama".
Otros que nosotros habríamos borrado de nuestra
lista.
La razón de Jesús es muy clara: son los enfermos los que necesitan el médico. Son las personas que andan descarriadas y despistadas, las que necesitan alguien que les guíe. Y nunca podremos ayudarlas a encontrar el camino si las borramos de nuestra lista; si las evitamos y las condenamos de ante mano. Si somos verdaderos discípulos de Jesús, debemos tender la mano a todo el mundo. Quien sabe la de "Mateos" que nos están esperando. |
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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