La experiencia «imperfecta» de
amistad en Facebook, sin embargo, apunta a la perfección
Por: P. Jorge Enrique Mújica | Fuente: Zenit.org
Quien registra un perfil para comenzar a interactuar con otros usuarios en Facebook puede darse cuenta que a la base de las relaciones posibles en esa red social está un valor: la amistad.
Por: P. Jorge Enrique Mújica | Fuente: Zenit.org
Quien registra un perfil para comenzar a interactuar con otros usuarios en Facebook puede darse cuenta que a la base de las relaciones posibles en esa red social está un valor: la amistad.
La dinámica de la comunicación entre usuarios en Facebook parte de las
relaciones entre amigos y para que esas relaciones sean posibles precisan de
que los interesados sean «amigos» en esa red social. Ese «ser amigo» sigue un
procedimiento antes de llegar a ser una realidad digital: un usuario pide
amistad a otro por medio de la opción «solicitud de amistad». Pero no basta solicitar:
la petición debe ser confirmada por el otro usuario a través de la opción
«confirmar amistad» para que cobre efecto. Hecho esto último hay una nueva
relación de amistad en el ambiente que Facebook ofrece.
Es cierto que no pocas veces esa «nueva amistad» es sólo la prolongación
de una serie de relaciones previas surgidas en el ámbito de las relaciones cara
a cara. Otras tantas supone el reencuentro con conocidos de antaño mientras que
en otras más es el desenlace de una serie de experiencias de conocimiento
humano surgidas en el contexto del mismo Facebook (gracias a la compatibilidad
en torno a intereses u otro grupo de afinidades).
Al profundizar el tema de la amistad en Facebook se puede descubrir, por
un lado, que lo que tradicionalmente consideramos «amistad» ha encontrado un
nuevo escenario de prolongación vivencial; y, por otro, que la experiencia misma
de lo que hoy allí muchos asocian al concepto «amistad» supone, por lo menos, una mutación de
significado.
Acerca de esto último, es sobre todo en el grupo de quienes nacieron
cuando internet ya existía en los que el valor amistad implica unas dimensiones
de relación distintas a las tradicionales: piénsese en que ahora las
interacciones mediadas por la tecnología son el modo más generalizado por el
que los nativos digitales expresan su cercanía, muestras de afecto y otros
gestos propios de los amigos. Estas «formas sociales» están pasando a ser la
manera ordinaria de relación también para muchos inmigrantes digitales.
Si consideramos internet como lo que es, un ambiente, podemos decir que
entonces el lugar donde la amistad se manifiesta simplemente ha cambiado de
escenario o al menos que ha encontrado uno nuevo. Pero internet no es un
ambiente sustitutivo sino complementario o, mejor
dicho, a integrar en la vida humana que es una sola.
Considerando esto es que
podemos advertir que la «amistad» que Facebook posibilita y muchos viven supone
una mutación de significado. Mutación porque en definitiva la «amistad» pierde
características que le son propias como la dimensión física del trato personal
entre humanos. No es que Facebook en particular, o las redes sociales en
general, no constituyan auténticas plataformas donde la amistad es una realidad
vivida y vivible; lo que sucede es que por su misma naturaleza presentan
limitantes que la llevan a ser un espacio imperfecto de amistad.
Esto en razón de no ser
áreas físicas donde la gestualidad y la palabra hablada pueden fortalecer las
relaciones o el simple hecho de que el radio de amigos difícilmente puede
llegar a las 2.000 personas, como tantas veces sucede a quienes más que amistad
buscan popularidad.
La experiencia «imperfecta»
de amistad en Facebook, sin embargo, apunta a la perfección. Es así que podemos
apreciar mejor el hecho de que las redes sociales como Facebook han acercado a
las personas. Ciertamente tampoco podemos dejar de reconocer que se ha dado una
cierta banalización ya no sólo del concepto sino de la misma experiencia de
amistad.
Las personas con más amigos
en Facebook son percibidas como más populares. Y en la búsqueda de esa
popularidad los usuarios aceptan a tantas personas como «amigos» cuando en
realidad lo que en el fondo se quiere es potenciales dadores de «me gusta» para
las propias publicaciones. El otro no es visto como «amigo» sino como un simple
número al servicio del propio ego.
Uno de los momentos en que
el valor de la amistad queda más al descubierto en el Evangelio es cuando
Jesucristo dice a sus apóstoles: «Ya no os llamo siervos sino amigos». No es
una declaración cualquiera sino una transformación de relaciones: el que antes
era un servidor ahora es llamado amigo. No se trata sólo de un cambio
denominacional sino un auténtico cambio de relaciones con todas las
implicaciones que eso supone: ya no es una relación vertical sino horizontal.
De esta manera Dios indica cómo debe ser tratado el ser humano: como amigo. Y
tal vez sea esta la cristianización que se pueda hacer de la amistad en
Facebook.
Este artículo es parte del
número de octubre de 2015 de “Informarse, revista electrónica de cultura
humanística” que en su más reciente edición está dedicado al tema de la
amistad.
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