Fueras de programa, gestos de cercanía e improvisaciones significativas
en los discursos resumen la visita del Papa a Ecuador
Por: Andrés Beltramo Álvarez | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
El Papa puso dos condiciones para viajar a Ecuador: Rezar ante el cuadro de la famosa Virgen Dolorosa y depositar una ofrenda floral ante las reliquias de Marianita de Jesús, la primera santa del país. Ambos íconos están indisolublemente unidos a la historia de la Iglesia ecuatoriana, pero también a su congregación de origen, la Compañía de Jesús. Estas peticiones manifiestan el sello personal que Francisco le puso a su visita apostólica por Sudamérica, el cual también “condimentó” la receta con simbólicos fueras de discurso, improvisaciones que manifestaron sus preocupaciones más profundas.
Por: Andrés Beltramo Álvarez | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
El Papa puso dos condiciones para viajar a Ecuador: Rezar ante el cuadro de la famosa Virgen Dolorosa y depositar una ofrenda floral ante las reliquias de Marianita de Jesús, la primera santa del país. Ambos íconos están indisolublemente unidos a la historia de la Iglesia ecuatoriana, pero también a su congregación de origen, la Compañía de Jesús. Estas peticiones manifiestan el sello personal que Francisco le puso a su visita apostólica por Sudamérica, el cual también “condimentó” la receta con simbólicos fueras de discurso, improvisaciones que manifestaron sus preocupaciones más profundas.
Su deseo, Bergoglio, lo pudo cumplir la tarde de este martes 7 por la
tarde cuando visitó la Iglesia de la Compañía. Allí se encuentra la imagen de
la Dolorosa, que el 20 de abril de 1906 movió los ojos ante un grupo de
estudiantes del Colegio de Jesuitas de San Gabriel de Quito. Ante ella oró unos
instantes y después colocó unas flores en la tumba de la santa, que vivió entre
1618 y 1645.
Así, como dispuso de estos detalles, el pontífice también se ha ocupado
de numerosas situaciones relativas al viaje, interviniendo personalmente en
cuestiones que parecieran secundarios. Pero para él tienen un gran valor.
Por ejemplo, al inicio de su viaje pidió cambiar el telegrama enviado al
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, por el sobrevuelo del avión papal a
su país. Solicitó introducir apenas una palabra, pero el gesto fue sugestivo.
El texto original mostraba su cercanía con el pueblo colombiano, deseándole
prosperidad y convivencia pacífica. Francisco decidió agregar el término
“reconciliación”.
En un país que todavía duda sobre las negociaciones de paz entre el
gobierno y la guerrilla, esa palabra puede marcar la diferencia. Como también
han marcado una diferencia las numerosas improvisaciones en sus discursos de
estos días en territorio ecuatoriano. Para los fieles en general esos agregados
pasan totalmente desapercibidos. No ocurre así con los periodistas, que tienen
previamente los discursos aprobados.
En todos sus mensajes públicos, en lo que va de la gira por Sudamérica,
Francisco ha improvisado. En la ceremonia de bienvenida, el domingo en el
aeropuerto internacional de Quito, rompió lanza a favor del presidente Rafael
Correa, cuestionado por la oposición.
“Le agradezco, señor presidente, sus palabras -le agradezco su
consonancia con mi pensamiento: me ha citado demasiado, ¡gracias!-, a las que
correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión: que pueda
lograr lo que quiere para el bien de su pueblo”. Esas frases no pasaron
desapercibidas, sobre todo en un contexto político turbulento.
Pero lejos estuvieron de ser un cheque en blanco. En otros discursos el
Papa se ocupó de reconocer la necesidad del diálogo, de valorar las diferencias
e instó a dejar “en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el
control desmedido y la merma de libertades”. Y este martes, durante la misa en
el Parque Bicentenario, aseguró –también improvisando- que “la propuesta de
Jesús es concreta” y “nos aleja de la tentación de dictaduras, ideologías o
sectarismos”.
“Les voy a dar la bendición para cada uno de ustedes, para sus familias,
para todos los seres queridos y para este enorme pueblo ecuatoriano. Que no
haya diferencias, que no haya exclusivo, que no haya gente que se descarta, que
todos sean hermanos, que se incluyan a todos y que no haya nadie fuera de esta
gran nación ecuatoriana”. Esa también fue una improvisación. Al terminar una
visita a la catedral de Quito, el lunes por la tarde, el Papa saludó a la multitud
dejando de lado su discurso original y hablando sin apoyos.
Parece que le salen de corazón esas improvisaciones que suelen complicar
la vida a los periodistas, especialmente aquellos que no conocen bien el
español. Pero ha sido la tónica desde el principio.
En ese discurso de bienvenida, ya citado, Bergoglio afirmó que los
hermanos más frágiles y las minorías más vulnerables “son la deuda que toda
América Latina todavía tiene”. Inmediatamente después le aseguró a Correa que
podrá contar con la colaboración de la Iglesia, “para servir a este pueblo
ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad”.
También el lunes, durante la misa multitudinaria en el Parque Samanes de
Guayaquil, contó una anécdota sobre su madre para hablar del valor de la
familia. Recordó que una vez le preguntaron a su mamá a cuál de sus cinco hijos
amaba más y ella respondió: “como los dedos, si me pinchan este me duele igual
que si me pinchan este”. Estableció que cada madre quiere a sus hijos como son
y, en una familia, los hermanos se quieren como son, porque “nadie es
descartado”.
Improvisaciones mezcladas con bromas. Como cuando, en el Santuario
Nacional de la Divina Misericordia de Guayaquil, aclaró que estaba de paso para
la misa y por eso iba a dar la bendición a los fieles que abarrotaron el
templo.
“Les doy la bendición, pero ..no, no les voy a cobrar nada...pero les
pido por favor que recen por mi. ¿Me lo prometen?”, señaló, desatando la risa
generalizada. Todos estos gestos, que algunos llaman “bergogliadas”, son
aquellos que mayor aceptación tienen entre la gente sin pretensiones. Los
fieles de a pie, que entienden perfectamente el estilo de su pastor.
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