Teresa dice: "He comprendido
que para entrar en esa hornalla ardiente del amor, era necesario que yo me
volviera pequeñita, pobrecita". No es fácil para nosotros acoger nuestras
debilidades, nuestras pobrezas y aceptar ser pequeños y quizás no saber qué
hacer. Pero el genio de Teresa está allí: no tiene miedo de su pobreza. Tiene
confianza en Jesús. Teresa es la gloria de Jesús y quiere que cada uno de
nosotros se vuelva la gloria de Jesús.
Esa es su oración, que haya una multitud de pequeñas almas que acepten entrar en su fragilidad y en su pequeñez y que crean en la misericordia de Dios.
Esa es su oración, que haya una multitud de pequeñas almas que acepten entrar en su fragilidad y en su pequeñez y que crean en la misericordia de Dios.
Pero la
misericordia de Dios no puede ser realizable si no tomamos conciencia de
nuestra miseria, sino aceptamos entrar en nuestra miseria, si no nos encerramos
en nosotros mismos y no nos encolerizamos con los otros, dándoles todos los
errores. En el corazón de cada uno de nosotros hay una enorme angustia. Todos
somos my pequeños. La cuestión es reconocerla y aceptarla.
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