Bullying,
esta palabra tan tristemente de moda, se ocupa para definir la devastadora
acción de lastimar a otro ser humano. Comprende la burla, la indiferencia, las
ofensas, el maltrato, el rechazo, el hostigamiento, el abandono, la violencia…
entre otras cosas, que se presentan a diario, de una y mil maneras, en los
diferentes ambientes, en personas de cualquier edad, raza, sexo y condición
social.
Es
durísimo darse cuenta de que un ser humano pueda ser tan cruel y
despersonalizarse al buscar provocar dolor en otro y causarle algún daño, con o
sin conocimiento, de las consecuencias devastadoras sobre la persona agredida y
sobre la persona que agrede, porque sin duda nadie gana, todos pierden. Lo más
grave es, que lo que se pierde es; autoestima, aceptación, seguridad personal,
confianza y las huellas del dolor que se causan son profundísimas, al nivel más
íntimo personal. El remedio, la cura, es todo un proceso de sanación que podría
durar toda la vida.
Y…
estamos acostumbrados de alguna manera, terrible por cierto, a oír casos
espeluznantes de abusos en las escuelas, entre jóvenes universitarios o en
colegios entre adolescentes y/o niños… Reprobable rotundamente, pero ¿que me
dices de cuando el abuso, el rechazo, la burla, la ofensa, el maltrato se da en
casa? … Igual de terrible… o quizás más terrible aún…
Porque la
familia es el primer contacto que tiene el ser humano con el mundo que le
rodea, es en donde aprendemos a ser personas. Es en la familia, donde debe
haber, ante todo, un ambiente que brinde un profundo respeto hacia cada
integrante, que proporcione seguridad, aceptación, confianza y amor
incondicional al ser, desde que es concebido, hasta siempre.
Los
padres son las personas que deben rodear de atenciones y amor a aquellos dones
maravillosos, los hijos, para su sano desarrollo y crecimiento, para su
formación persona. Física, psicológica y espiritualmente hablando, son el padre
y la madre los primeros educadores de la persona que nace en su seno.
¡Papás!
¡Mamás! Ustedes son los responsables de propiciar un ambiente en donde los
hijos se sientan seguros, protegidos, amados por quienes son, pase lo que pase,
hagan lo que hagan, digan lo que digan. Porque el amor de padre reconoce el
valor de la existencia del hijo, de cada hijo, como un ser único e irrepetible,
con una dignidad altísima, por cuya integridad han de velar.
Este amor
en familia, se ha de manifestar en buen trato, en expresiones de cariño, en
reconocimiento de las virtudes, cualidades y fortalezas de cada uno, en aceptar
como son y cómo pueden llegar a ser. Sabiendo que se van a equivocar no una,
sino mil veces y con amor han de ser corregidos cada vez que lo necesiten, así
como han de ser abrazados, mimados, motivados, acompañados, más de lo que
creemos que es necesario. Siempre enseñando el camino correcto para que se
enamoren de la verdad y por convicción la sigan, comportándose así como niñas y
niños que caminan construyendo su propio camino y que podrán enfrentar todo en
la vida de la mejor manera.
Dile
todos los días, a cada uno de tus pequeños y a los no tan pequeños: Te amo, te
quiero, me encanta tu presencia, me hace feliz que existas, tu puedes, lo
lograrás, saldrás adelante en lo que te propongas, te enseño, te ayudo, no te
quedes ahí solo, te espero, hagámoslo juntos, platícame de ti, me interesas,
confío en ti, eres capaz… Y destierra todo aquello que se opone a lo antes
descrito.
Tú
conoces tu corazón; papá, mamá, si es necesario pide perdón e inicia un nuevo
modo de vivir en familia, lleno de amor y ternura, atacando el bullying de
raíz. Esto también marcará su vida para siempre con una sonrisa en su rostro y
en su corazón.
Rosario
Prieto
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