¿Cuál es mi lugar en la Iglesia?
¿Cuál es mi vocación? ¿Cuál es mi trabajo? La obediencia. La respuesta a esas
tres preguntas obtiene una única respuesta, obtiene la única respuesta posible:
la obediencia.
Hay que dejar que Dios guie la
propia vida. Hay que dejarse arrastrar. La corriente de las decisiones divinas
te va llevando. La alternativa es buscar uno mismo lo que a uno le gusta, lo
que a uno le atrae. Escoger destinos, elegir trabajos. Sentirse no diácono,
sino sentirse como el que decide: esto sí, esto no, hasta aquí, con estas
condiciones.
La vida clerical es una vida de una simplicidad sorprendente. Dar la
opinión con plena sinceridad a los superiores y después aceptarlo todo como
venido de la Mano de Dios. Cuando el sacerdote se entrega totalmente a la
obediencia, la paz desciende sobre él plenamente. Una paz perfecta,
inquebrantable, dulce. El sacerdote está en paz y da a paz a los que van a él.
P.
FORTEA
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